A cuatro años de la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual vuelve del recuerdo la madrugada en que el Senado la convirtió en ley. La multitud frente al Congreso saltando de emoción y estallando en abrazos de festejos.

Fue un proceso inédito en la historia por la consecución de una ley: creció, desde el pie, durante casi 30 años, sumó más de 200 organizaciones de todos los signos y colores unidas bajo la premisa del consenso para derogar la ley de la dictadura, se convirtió en la Coalición por una Radiodifusión Democrática, elaboró los 21 puntos que le dieron fundamento a la norma de medios, y sostuvo su debate en los foros y en la calle.

Esta ley, que encontró un gobierno dispuesto a impulsarla, es una bisagra en la comunicación en nuestro país y es, sin dudas, un modelo para Latinoamérica. Y es bueno destacar que cambió un paradigma al considerar a la comunicación como un derecho humano, corriendo de lugar el signo mercantilista que le imprimieron los genocidas que establecieron el decreto: la vieja ley no permitía el acceso a licencias de radio y tv a quienes no tuvieran fines de lucro.

Tiene una fuerte impronta federal, con pluralidad y diversidad, inclusiva e integradora, con parámetros comunicacionales para niños, niñas y adolescentes. Y con un signo distintivo: su carácter desmonopolizador que apunta al corazón de la concentración de medios para que sean posibles otras voces.

Esta es la razón a su resistencia, que llevó a suspender su aplicación durante un año, que pobló de cautelares los juzgados y que, a cuatro años de su sanción aún aguarda la resolución de la Corte Suprema de Justicia para que el mayor grupo mediático del país, el grupo Clarín, se adecue a la norma.

Sin embargo, más temprano que tarde la ley se cumplirá, porque ya estableció límites de los que es difícil volver atrás: los medios públicos se multiplican, se autorizan licencias para universidades, los pueblos originarios y las organizaciones comunitarias obtienen licencias, la producción de contenidos audiovisuales propios, independientes, colectivos ya son una experiencia edificante, los organismos que creó la ley para reemplazar al nefasto Comfer están funcionando. Mal que le pese a algunos comerciantes de la información hay miles dispuestos a defender la conquista que representa la ley de medios, el derecho a la comunicación y el verdadero ejercicio de la libertad de expresión.

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