Creo que cada generación elige los ojos con los que mirar su propio tiempo.
La nuestra, la generación diezmada de los años setenta del siglo pasado, eligió los ojos del Che para mirar y mirarse. Y no hay pudor ni temor en decirlo, sino todo lo contrario: hay orgullo en proclamarlo. Los nuestros son los ojos del Che Comandante mirando el futuro desde La Habana, Cuba y son los ojos del Che Cristo nuestro alumbrando la vida para siempre desde La Higuera, en Bolivia.