Cuando Hugo Luis Cabezas empujó la pelota a la red a los 31 minutos del segundo tiempo, puteó. No es que el partido fuera definitorio pero igual puteó. Estaba en su casa, en un rincón de Valentín Alsina, delante del televisor, con una pizza y una cerveza a centímetros de la mano que golpeó contra la mesa sacudiendo un tenedor. Lo miraron algo perplejos Nora, su hermana, y Nelson Cabello Pérez, su cuñado. Pero no le importó. Juan Carlos Mardikian había aprendido a querer a River de chiquito y sufría a su manera aquel 7 de abril de 1976 porque la derrota ante Estudiantes le sacaba el invicto en la Copa Libertadores. Lo que no sabía es que no podría volver a mirar un partido del club de sus amores.