Y finalmente se consumó. No les importó a los senadores los argumentos de Dilma y los de los especialistas. Tampoco que los hechos por los cuales se la condena eran practica común en el ejecutivo brasileño. Tal es así que los aplicaron Henrique Cardoso, Lula da Silva y el mismo Temer cuando ejerció la presidencia en alguna ocasión por ausencia de Dilma en los cinco años y medio que fue su vicepresidente. Y que es evidente que no hay crimen de responsabilidad, condición constitucional para destituir a un mandatario en Brasil. El objetivo era desplazar al PT del gobierno y comprometer la candidatura de Lula para el 2018 y se logró.

Pero, ¿cómo queda Brasil ante esta situación? En primer lugar hay que decir que se le esta provocando un daño gigantesco a la democracia y a las instituciones en ese país, que padeció varios golpes de estado en su pasado y parecía que había abandonado para siempre ese nefasto método, dejando un antecedente para su futuro y para la región que seguramente se intentará repetir en futuras ocasiones, devolviendo una inseguridad e inestabilidad política contra la cual mucho se batalló.

Brasil había logrado en las ultimas décadas un posicionamiento internacional muy importante: logró ser la octava economía mundial, sus empress se expandieron en varios países, obtuvo un peso especifico en el G20, se relaciono fuertemente con África, amplió el Mercosur, participó en la creación de la Unasur, la Celac y es protagonista de esa gran novedad del concierto internacional que son los Brics. Organizó el mundial de fútbol del 2014 y las recientes olimpiadas. En muchos planos consiguió lo que nunca tuvo. Es evidente que esta triste realidad que vive hará que esos logros y ese prestigio adquirido se deterioren o se pierdan.

La alianza política que ejecutó el golpe la integran, mayoritariamente, el PSDB y el PMDB. El primero puso al actual canciller Jose Serra, representante de la élite paulista y un enemigo declarado de la integración regional, que aun como funcionario interino declaro y actuó en contra del Mercosur de forma vehemente. Es de esperar que con las posiciones de los gobiernos argentino y paraguayo mas la actitud del gobierno de Temer se excluya a Venezuela y se impida el ingreso de Bolivia, con lo cual ese organismo quedara, como en los 90, como una herramienta solo útil para las grandes empresas de los dos países principales.

El nuevo gobierno intentará congelar la Unasur y la Celac y revitalizar la OEA como el organismo político principal de América, devolviendo poder a los Estados Unidos y debilitando el protagonismo de Latinoamérica. En los Brics Brasil perderá protagonismo, y aunque la B de su acrónimo no sea eliminada, serán mucho más RICS.

Demasiado malo para Brasil y Latinoamérica y demasiado beneficioso para los EE.UU. para evitar sospechar que hubo algo mas que simpatía norteamericana en esta maniobra de destitución de Dilma Rousseff. La historia se esta escribiendo. Veremos todavía muchas batallas del pueblo brasileño, que va haciendo cada vez más fuerte el grito de Fora Temer , y de los sectores que en nuestro continente no queremos volver a un pasado que solo trajo privilegios para unos pocos.

* Director del Instituto de Estudios de America latina-CTA.

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