El 24 de marzo de 1976, se inició el período más oscuro de nuestra
historia. Pasaron 36 años y podemos decir que supimos reponernos. Hoy
vivimos en una democracia cada día más fuerte y consolidada. Es
cierto, no está exenta de problemas, pero tiene un rumbo claro. Que
“cada uno de nosotros sea militante de la paz, se piense como se
piense", pidió la semana que pasó la Presidenta Cristina Fernández de
Kirchner.

Ante la conmemoración de un nuevo aniversario del inicio de la
dictadura cívico-militar que enlutó a la Nación y en medio del
sostenido avance por la recuperación de las Islas Malvinas, la
mandataria realza el valor de la paz. Es, sin duda, una señal del
nuevo tiempo que protagonizamos los argentinos.

Los derechos humanos son la piedra fundamental del proyecto político
nacido en mayo de 2003. Repasemos: se derogó el decreto de Fernando De
la Rúa que prohibía la extradición de los militares reclamados por
otros países para ser juzgados por crímenes de lesa humanidad; el
Congreso de la Nación, en agosto de 2003, anuló las leyes de
Obediencia Debida y Punto Final que consagraba la impunidad para los
autores y cómplices de las atrocidades del régimen militar; se
enjuició en todo el país a los represores, consignándose 1778
acusados, de los cuales 229 ya fueron condenados, mientras 730 se
encuentran procesados.

Además, la ESMA y La Perla, escenarios de miles de torturas y
asesinatos, se convirtieron en museos de la Memoria. Fueron depuradas
las fuerzas armadas y se apartaron quienes no estaban dispuestos a
subordinarse al poder civil. Se promulgó la ley con la que la
Argentina adhirió a la Convención Internacional para la Protección de
todas las Personas contra las Desapariciones Forzadas y se
reestructuró la Corte Suprema de Justicia. Como complemento, se
terminó con la represión estatal de la protesta social.
Tan importante como estos datos fue aquella jornada del 24 de marzo de
2004 en la que Néstor Kirchner ordenó quitar del Colegio Militar los
cuadros de los dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone y
pidió perdón en nombre del Estado por los crímenes de la dictadura.
Hoy, con alguna distancia, vemos que ese acto trascendió el plano
simbólico, fue la señal más clara de un gobierno democrático sobre el
fin de la impunidad para los responsables del terrorismo de Estado.
Como bien sostiene Hebe de Bonafini: “hoy podemos decir que la
justicia está llegando”. Es que esos juicios y condenas remiendan una
deuda enorme de la democracia. Existe un Estado que garantiza el pleno
respeto por los derechos humanos. Por este camino, la Argentina ocupa
hoy un sitial de reconocimiento a nivel internacional.

Es preciso sostener todos los días los avances en esta materia. Por
eso este año, la lucha por la memoria, la verdad y la justicia tiene
como eslogan “los grupos económicos también fueron la dictadura”. En
esa línea, reconforta el accionar de la justicia marplatense, que
condenó por primera vez a dos civiles por delitos de lesa humanidad.
También ordenó investigar la responsabilidad del directorio de la
empresa Loma Negra en el secuestro y asesinato del abogado laboralista
Carlos Moreno.

Es la primera vez que un fallo se detiene en la responsabilidad civil
en los crímenes de la dictadura y condena a dos ciudadanos que no
formaron parte del aparato represivo estatal. Además, el tribunal
ordenó que se investigue a quienes lo instigaron.

También existen iniciativas, en otros ámbitos, para que la democracia
sea sinónimo de respeto a los derechos individuales y de justicia
social. Ahí está la reforma a la Carta Orgánica del Banco Central de
la República aprobada por el Senado la semana última. Recobramos así
soberanía monetaria y cambiaria, al tiempo que apostamos a la
estabilidad financiera y al desarrollo económico con equidad social.

Para que el pasado trágico no vuelva y el futuro profundice las
transformaciones es importante que sean miles y miles quienes ganen
las calles, organicen debates y protagonicen actividades que mantengan
viva la llama de la memoria.

“Cuando gran parte de la sociedad calló, nosotras encontramos la forma
de denunciar marchando y allí estuvimos solas”, rememora Hebe. Por eso
vale insistir. Debemos ser millones, como cada 24 de marzo todos los
días, los que digamos, bien fuerte: “Nunca más”.

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