Hoy aparentemente se inició una nueva semana, pero en realidad salimos este lunes a empezar una era, y apenas unas pocas palabras y unos sobrios gestos nos indican que algo muy importante ha cambiado para nosotros, y lo resume una frase contundente, apenas audible, que no parece expresar duda: “ahora vamos a saber cuánto hacía él todavía”, y entiendo que refiere esa compañía suya que tanta seguridad nos aporta, su alerta permanente y oportuna.

Hoy 5 de diciembre, por supuesto, nunca hubiese pasado inadvertido, pues son decenas las obras que están de aniversario este día que honra a los constructores cubanos, muchas inauguradas por él con el ansia de crear círculos infantiles y escuelas, industrias y centros de investigación, viviendas y urbanismos; pero sus celebraciones ahora se cargan de un peculiar sentido de recuento y compromiso, con el que se reverencia su fecundo quehacer.

Hoy ya sabemos que no habrá monumento ni estatua que lo represente, que ninguna plaza o calle adoptará su nombre, y como ya alguien dijo, es propio de él y hay que respetarlo; tanto se le conoce desde siempre, que en todos estos años muchos lo evocamos nombrando Alejandro a nuestros hijos, en íntima complicidad de que no pareciese un culto a Fidel, pues no le gustaría, y esa larga tradición no está ni podrá estar ceñida a leyes que no sean las de la admiración y el amor.

Hoy se conoce, como nunca antes, el lugar donde habita, misterio y leyenda de todos estos lustros en que nunca supimos dónde pernoctaba, o simplemente pasaba sus consabidas escasas horas en que se apartaba de la perenne vigilia; ahí está el monolito impresionante, cuya dureza nadie osa dudar, asentado firmemente para la posteridad; aunque se supiera -ganado por derecho propio- no está resultando fácil imaginarlo en el panteón de los héroes con quienes ha cerrado filas para siempre.

Hoy su mirada de la foto parece llegar desde Santiago, serena y convocante, propicia el diálogo sincero, el examen de conciencia que demanda la frase que nos dimos de “Yo soy Fidel”, que es cosa tremenda repetírsela mientras lo tienes frente a frente; es entonces cuando se hace más notable que al despedirse nos instó a revelar lo mejor de cada quien, a lucir cuánto valioso tenemos dentro como pueblo, cuánta firmeza nos acompaña para mostrar al enemigo, cuánto podemos hacer todos unidos.

Hoy estamos a 445 días del 24 de febrero de 2018, y hay que avanzar “sin prisa, pero sin pausa”, emplear cada hora en estudiar y encontrar respuestas y soluciones, en decidir y actuar a favor de nuestro socialismo próspero y sostenible, en fomentar y enaltecer los valores humanos que caracterizan al verdadero revolucionario; estos días han tornado el dolor en fervor, han afianzado la unidad en la diversidad, nos han hecho mejores y más patriotas, y es deber de todos y cada cual preservar y cultivar este invaluable aporte que Fidel sabiamente nos supo legar durante su travesía, en estas horas que compartimos ese silencio ensordecedor, como alguien advirtiera.

(*) Periodista cubano

Portada del sitio || La Central || Crónica para hoy