El Gobierno anunció la semana pasada la ambiciosa meta de alcanzar el “déficit cero” en 2019. El objetivo es conseguir un adelanto –o, incluso, un incremento– de los desembolsos acordados con el Fondo Monetario Internacional, luego de la corrida cambiaria

Figurita repetida

Como figurita repetida, el gobierno anunció la semana pasada la ambiciosa meta de alcanzar el “déficit cero” en 2019. El nada original paquete de medidas fiscales y el optimista programa financiero está orientado a conseguir un adelanto –o, incluso, un incremento– de los desembolsos acordados con el Fondo Monetario Internacional, luego de la corrida cambiaria que puso al descubierto no solo la poca credibilidad en el gobierno de Cambiemos, sino también la insuficiencia de dólares para hacer frente a los compromisos que tiene el país. Es que la recrudecida restricción externa que atraviesa la Argentina como resultado de las políticas cambiarias, comerciales y financieras de los últimos dos años y medio, no puede ocultarse tras escuetos discursos de escaso vocabulario o disuasivos de los problemas de fondo.

Según los números de Dujovne, el “déficit cero” se alcanzaría con un mayor recorte al pautado en junio con el FMI, cuando se proyectaba un déficit de 1,3 por ciento para 2019, y con el restablecimiento del esquema de retenciones. El ahorro vendría de una mayor reducción del gasto en capital (del 0,3 por ciento del PIB que constaba en el acuerdo anterior al 0,7 por ciento en la propuesta actual), de duplicar el ajuste en la masa salarial de los empleados públicos y de un importante recorte de los subsidios, pero que es levemente superior al pautado en junio dado que el feroz impacto de la devaluación en las dolarizadas tarifas de los servicios públicos limitarían las posibilidades de trasladar los nuevos costos a los usuarios y eliminar definitivamente subsidios.

Sin embargo, el plato fuerte de los anuncios fue el retorno de los derechos de exportación. Las famosas retenciones, que en sus tiempos de oposición representaban lo peor “del autoritarismo confiscatorio k” para los actuales funcionarios del gobierno, garantizarían según sus propios cálculos los 280.000 millones de pesos que permitirían equilibrar las cuentas fiscales y cumplir con los compromisos acordados con el organismo internacional. Lo novedoso del decreto es que no se establecen retenciones a las exportaciones de bienes primarios exclusivamente, también cayeron en la volteada las exportaciones industriales y de servicios, que difícilmente tienen las mismas condiciones de rentabilidad que los privilegiados sectores agropecuarios. Una demostración más del escaso bagaje teórico en materia económica de este gobierno (las retenciones deberían captar parte de la renta no de las ganancias normales) o del “amiguismo” que gobierna algunas decisiones de política económica.

Como tragedia o comedia, la historia parece repetirse. Al igual que en 2001, cuando De La Rua y Cavallo intentaban convencer a sus copartidarios de la necesidad de cumplir con la regla de oro del déficit cero como única salida, Macri y Dujovne también parecen haber abandonado cualquier intento de política económica por fuera de los mandatos de Washington. Los resultados de la receta que propone el organismo comandado por Christine Lagarde tampoco son novedosos. El espiral recesivo tiene su punto de partida en el ajuste, pero no tiene fin. El achicamiento del gasto público, que es la condición para conseguir los recursos que aseguran el pago de vencimientos de capital e intereses de la deuda, provoca una caída de actividad y de la recaudación. Las arcas más vacías agrandan el déficit, que requiere más ajuste y más deuda, y así sucesivamente hasta que estalla la crisis.

Pero aun cumpliendo la restrictiva meta fiscal, el programa financiero expone las necesidades de financiamiento del gobierno y solo contempla los vencimientos de deuda y los fondos necesarios para cubrir el déficit primario, desconociendo posibles desequilibrios de cuenta corriente y fuga, bajo supuestos muy optimistas en materia de renovación de Letes y otras refinanciaciones. En total, el gobierno necesita financiar 39.400 millones de dólares para alcanzar el preciado equilibrio (15.000 millones de intereses, 13.100 millones de vencimientos de capital y 11.100 millones de Letes). Evidentemente, no es una crisis fiscal fruto de la “herencia recibida”, es una crisis de la deuda incubada por la valorización financiera que instauró el propio gobierno de Macri.

* Economista CIFRA/CTA.

Fuente: Página/12

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