Las contundentes declaraciones de los economistas Carlos Melconian, José Luis Espert y Miguel Ángel Broda -realizadas durante un cónclave empresarial en abril pasado pero conocidas recientemente- revelan hasta qué punto ha llegado el doble discurso de Mauricio Macri.

En efecto, mientras que Espert propuso terminar con las paritarias por considerarlas “un mecanismo fascista del Estado para condicionar a las empresas”, su precandidato presidencial aseguraba -a poco de conocer los resultados del balotaje porteño- que en su hipotética presidencia sostendría todas las medidas de carácter social que había impulsado el kirchnerismo. Resulta una verdadera parodoja que los tres economistas, que nunca han disimulado sus preferencias políticas, hayan perpetrado un verdadero sincericidio neoliberal y el hombre que, se supone, vendría a ejecutar ese retorno a las cavernas de los años 90, salga a desdecirlos tras el fracaso electoral en la Ciudad de Buenos Aires.

El giro oportunista y a la defensiva que debió hacer Macri, sin embargo, no ha podido morigerar el impacto causado por las expresiones de sus principales gurúes económicos porque éstos han puesto sobre la superficie aquello que el candidato trató de ocultar con giros retóricos y frases hechas. Es que el informe periodístico del Canal C5N vino a echar luz sobre los verdaderos designios del Pro y sus aliados. Si Macri resultara electo presidente no hay dudas de que liquidaría las paritarias; haría tabla rasa con el salario mínimo, vital y móvil; congelaría los haberes jubilatorios; elevaría sin techo los precios de los servicios públicos; retrocedería con las estatizaciones y nacionalizaciones de empresas y, en definitiva, sumiría al país en un ajuste perpetuo hasta convertirlo, una vez más, en una neocolonia hegemonizada por el gran capital financiero mundial.

Los trabajadores y la clase media gasolera no se deben dejar embaucar porque si Macri apelara al viejo y legendario refranero menemista ya tendrían que saber que, si dijese qué es lo que quiere hacer cuando sea presidente, nadie lo votaría, salvo sus economistas, claro.

(*) Secretario General de la CTA de los Trabajadores

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