El periodista, escritor, politólogo, ensayista e historiador, compañero Hernán Brienza, dialogó con Radio Central en el estudio “Compañero Osvaldo Ríos” de la CTA.
Compartimos la primera parte de la entrevista.

En este segmento dialogamos con el periodista Hernán Brienza acerca de sus libros y sus escritos, sobre su columna de tango en el programa que conduce Roberto Caballero en Radio Nacional “Mañana es hoy”, y de lo que sintió al entrevistar a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner quien a su vez elogió uno de sus libros, “El loco Dorrego”, y se lo recomendó al presidente de la Revolución Bolivariana de Venezuela Hugo Chávez.

Radio Central: Has pasado por muchas actividades Hernán, y ahora estás presentando el libro El Gólem de Marechal, Megafón o el Ser Nacional.

Hernán Brienza: Son más de veinte años de trabajo, de periodismo. Lo escribí este año, después de tres años sin escribir, así que tengo libro nuevo y propio, y eso, la verdad me pone muy contento.

R.C.: ¿Cómo surgió la idea de este nuevo libro?

H.B.: La verdad que siempre admiré a Marechal. Siempre he sido un lector de los que lee dos o tres veces los libros. El Adán Buenosayres y Megafón o la guerra, así que tenía ganas de escribir algo sobre el Megafón, porque ahí hay como un arquetipo nacional de la generación del 70. Marechal pone a Megafón en la línea de arquetipos literarios nacionales: Martín Fierro, Juan Moreyra, el hombre que está solo y espera, entonces construye ahí una figura mítica y explica de alguna manera la generación del 70. La del peronismo. Es un libro muy profético donde cuenta muchas cosas que van a ocurrir después con esta generación. Este libro está escrito en el año 69 y Marechal muere en junio del 70, y dice cosas que van a ocurrir en la historia argentina después. Entonces eso es lo impactante. Cómo un arquetipo literario puede interpretar una época. Un personaje literario puede explicar la historia, puede explicar un país. Creo que Megafón tiene esa potencia narrativa de explicar muchas cosas que nos sucedieron a los argentinos.

R.C.: También contás en tu haber con otros libros: Éxodo jujeño, de 2012; Valientes, de 2010; Los buscadores del Santo Grial en la Argentina, 2009; del 2007, El Loco Dorrego; y del 2003 Maldito tú eres, el caso von Wernich. Has escrito biografías de Alfredo Palacios, John William Cooke, Mario Santucho, Nahuel Moreno, Ernesto “Che” Guevara, entre otros. ¿Qué fue lo que te generó escribir sobre ellos? ¿Qué te despertaron cada uno de estos personajes y referentes?

H.B.: Bueno, los de las biografías de izquierda, eran parte de una colección que sacábamos en Tres Puntos. Eran unos libros prácticamente maqueteados, donde vos tenías un plan de obra y debías ceñirte a eso. No había mucha creatividad, pero siempre estaba bueno poder trabajar sobre algo en que la materia prima te gusta. Tener que investigar o leer sobre personajes como ellos y tener un conocimiento básico de lo que ocurrió en el mapa de la izquierda latinoamericana y también argentina. Después los libros que son más propios. El primero el de von Wernich que tiene que ver con que yo lo descubrí dando misa en Chile cuando estaba prófugo de la justicia, entonces, a partir de ahí tuvo que venir a Buenos Aires y quedó detenido. A partir de eso salió el libro y quedó una pregunta: ¿por qué un tipo se convierte en von Wernich? Esa fue la pregunta del libro. Después de ese libro salté a El Loco Dorrego, que la pregunta de ese libro fue dónde se había iniciado la violencia en la Argentina entonces fui al primer golpe de estado, que fue el 1º de diciembre de 1828, y lo que me pregunté era qué habían matado y qué querían matar cuando mataron a Dorrego. Y descubrí muchísimas cosas. Por ejemplo quisieron matar el primer proyecto nacional y popular de nuestra historia. Con un gobernador que ponía control de precios para los productos que consumía el pueblo; reestructuraba la deuda externa que había contraído Rivadavia; era el padrecito de los pobres; era el jefe del Partido Popular, porque el Partido Federal se llamaba el Partido de los Populares, el partido del pueblo, entonces allí hay una serie de claves para comprender la historia nacional y una matriz de cómo se dieron los golpes de estado en la Argentina. Tiene la misma matriz que tuvo el primer golpe de estado. Un sector del ejército aliado al unitarismo, al liberalismo conservador que atraviesa como modelo macro al unitarismo, al liberalismo del Siglo XX y al neoliberalismo. Creo que es la misma tradición. No son lo mismo pero es la misma tradición. Y si vos ves, esa misma alianza se va a repetir en el golpe de estado del 3 de febrero del 52 contra Rosas; el 6 de septiembre de 1930, con alguna modificación, contra Yrigoyen, pero está mucho más claro en los golpes del 55, del 66 y del 76.

R.C.: En el programa Mañana es hoy, que conduce Roberto Caballero, tenés una columna sobre tango, donde explicás la letra y el contexto político y social en que fue concebido ese tango.

H.B.: Sí, a veces sí y a veces hago una relación histórica y a veces de lo que me pasa a mí con ese tango. Por ejemplo hoy hablé del tango “Cascabelito” y la verdad no fui hacia la historia, sino hacia lo que significa la idea de que un hombre a una mujer la pueda llamar cascabelito. El cascabel es una herramienta que se utilizaba para reconocer donde estaban los animales de pastoreo, pero también se utilizaba como forma de espantar los demonios. Y no está mal que un hombre crea que una mujer es un cascabel que ahuyenta sus propios demonios. Entonces ese tipo de cosas me gusta fijarme en las letras e interpretarlas. Como Naranjo en flor, que todos creemos que es una historia de amor. Natalia Bazán, que es la novia de Guillermo Fernández, estábamos en el Bolsón charlando y me dice. “Vos no entendiste las letras, está hablando del abandono de una madre a un hijo”. Porque la abuela de Homero Espósito, abandonó al padre de Homero Espósito. Si vos leés Naranjo en flor de nuevo te das cuenta que no está hablando de un amor carnal, está hablando de otro tipo de amor: “Dejó un pedazo de vida y se marchó”. Es una madre que está abandonando un pedazo de vida que apenas está naciendo. Y eso de: “Primero hay que saber sufrir, después amar, después partir...” tiene que ver con una historia de abandono que trasciende el abandono amoroso. Uno podría decir: “No, bueno, pero está hablando de una pareja”, es posible que sí, pero en realidad cuando uno habla de esas cosas, se van atravesando otras historias y van quedando, se van significando de otras maneras.

R.C.: ¿Y cómo llegaste, Hernán, al tango, o cómo el tango llegó a vos?

H.B.: La culpa la tienen las mujeres. Cuando era chiquito me rechazaron un par de veces. Había tenido una novia y me había dejado. Escuché un tango y me pareció que interpretaba lo que yo sentía. Y desde chiquito, de 13 o 14 años, me gustó mucho el tango. Se conjugó que se cumplían 50 años de la muerte de Gardel. Estamos hablando del año 1985, vos ni existías, bueno, tenías 5 años, y en ese momento hubo una gran operación cultural por Gardel y mis viejos tenían discos y cassettes y yo me mataba escuchando ese tipo de cosas. Yo entré por Gardel al tango y después seguí escuchando otro tipo de cosas. Hoy creo que lo que más me representa es la década del 40 y del 50 pero tengo que agradecerle a Gardel que me abrió la puerta a ese tipo de cosas. Porque además, a mí me gusta mucho el tango, pero también me parece que es lo mejor que hemos dado los porteños a nosotros mismos. Al mundo también, pero el mundo no importa tanto. Y el tango tiene una cosa que es de equipo. Es un trabajo de equipo. Tenés el autor de la letra, de la música. Tenés un cantante, un director de orquesta, bandoneonistas, la orquesta, que son 8, 10 tipos, un sexteto, lo que sea, también tenés las guitarras, y las distintas interpretaciones de un mismo tango. Eso es muy interesante. En la misma época había dos orquestas cantando el mismo tango. No había propiedad privada sobre la cultura, sobre la música. Si bien los tipos cobraban, la creación era más horizontal y era más colectiva. Entonces, creo que eso fue un momento de muchísima productividad para la Argentina y para Buenos Aires en concreto. El folklore, que a mí me gusta tanto como el tango, tiene otra lógica de construcción, y el rock nacional es más individualista. No hay grupos que se presten canciones. Se hacen “cover” pero no se prestan canciones. No es tan colectiva la construcción. Y yo creo que el tango fue de construcción claramente colectiva, en su forma de darse a conocer.

R.C.: En septiembre de 2013, tuviste oportunidad de entrevistar a la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien elogió uno de tus libros, “El Loco Dorrego”, a su vez lo recomendó a un presidente tan querido como Hugo Chávez, presidente de la Patria Grande y él también te saludó en oportunidad de recibir un premio por presidentes latinoamericanos por la comunicación popular en la Universidad Nacional de La Plata. Eso te cambió, modificó algo en tu profesión y también a nivel personal?

H.B.: No, yo creo que es como Rocky Balboa. El grandote pavo que tiene la oportunidad de enfrentarse al campeón por la gracia de un día, del 4 de julio. El argumento de Rocky es la historia de un perdedor, que nunca hizo nada en su vida y de repente tiene la oportunidad de pelear con el campeón por una gracia. Y yo creo que todos tenemos un momento Rocky Balboa en nuestra vida y no estamos preparados para eso, y de repente te toca la varita y te dicen: “Ché, andá a saludar a Chávez”, o “Ché, la Presidenta está hablando de tu libro”. A mí me tocó éste que me llenó de orgullo, porque son presidentes que admiro. Siempre que un presidente hable de un libro de uno es bueno. No solamente por una cuestión comercial, sino por una cuestión narcisista, si se quiere. Pero que lo haga un presidente que vos admirás, es un doble premio, y si encima son dos presidentes que uno admira, todavía el premio es mayor. A ver, qué me cambió. Me cambió en el registro que tienen los demás hacia mí. Y yo me cuido mucho de ese registro, porque me parece lo más interesante que tengo es una simpleza y un contacto con lo colectivo, que me permite interpretar lo colectivo. Es decir escuchar y oír lo que están pensando los demás y poder escribirlo o transmitirlo de una manera, uno podría decir como “megáfono”, para hacer referencia a Marechal. Creo que si hay una virtud es la de “megafonear” la voz de mis vecinos, de mi familia y de la gente que comparte conmigo la vida. Si a mí me cambia eso, creo que me convierto en otra cosa. Me convierto en un escritor de burbuja, u otra cosa, y eso es lo que menos me interesa. No me interesa la genialidad individual. Me interesa el talento de poder embellecer lo que todos pensamos.

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