En 1963, la Isla mandó su primera brigada médica a Argelia, que había obtenido la independencia de Francia un año antes. Desde esa época desparrama por el mundo profesionales de la salud. Sus misiones se cuentan por centenares de miles desde Sierra Leona hasta la vecina Haití.

Hace 25 años, el 27 de julio de 1991, Nelson Mandela daba un discurso en Matanzas, Cuba, donde se preguntaba: “¿Cuántos países del mundo se benefician de la obra de los trabajadores de la salud y los educadores cubanos? ¿Cuántos de ellos se encuentran en África? ¿Dónde está el país que haya solicitado la ayuda de Cuba y que le haya sido negada? ¿Cuántos países amenazados por el imperialismo o que luchan por su liberación nacional han podido contar con el apoyo de Cuba?”. El líder sudafricano tenía enfrente a Fidel. Reconocía con sus palabras una política de Estado que empezó en 1960, un año después de que la Revolución entrara victoriosa en La Habana y un año antes de que la isla fuera invadida por una expedición mercenaria y con apoyo de la CIA en Playa Girón.

Ese internacionalismo no pudo ser detenido a lo largo de casi seis décadas y bajo el bloqueo impuesto por Estados Unidos. En África –acaso el continente más beneficiado por la presencia cubana–, esa política podría resumirse en un pensamiento. Los esclavos arrancados a su tierra y conducidos a las plantaciones del Caribe a trabajar en la zafra, volvieron cinco siglos más tarde transformados en libertadores para luchar contra el colonialismo en Argelia, Congo, Angola, Etiopía, Guinea Bissau y Namibia, entre otros países. También convertidos en médicos para ponerle su cuerpo y conocimientos a epidemias mortíferas como el ébola. La solidaridad cubana es de una sola pieza.

Fidel todavía no había proclamado el carácter socialista de la Revolución cuando le ofreció ayuda médica a Chile por el terremoto de 1960 que afectó a Valdivia. El más grande de la historia (9,5 en la escala Richter). Al año siguiente, el gobierno cubano empezaba a ejercer su política de respaldo a los pueblos en lucha por su descolonización. Siguiendo los pasos del Che, un periodista argentino que cubrió la campaña en la Sierra Maestra y devino en combatiente, sería uno de los pioneros de ese internacionalismo.

“En 1961 Jorge Ricardo Masetti había protagonizado la primera asociación entre los guerrilleros cubanos en el poder y los combatientes argelinos que luchaban por conquistarlo”, cuentan Conchita Dumois –su pareja cubana– y Gabriel Molina en el libro El comandante Segundo. El periodista visitó el país del Magreb a fines del ‘61. Llevaba un mensaje de Fidel para Houari Boumediene, jefe de la resistencia en la región de Constantina contra la ocupación francesa: “¿Qué les hace falta?”. “Armas”, le contestó quien luego sería presidente. Faltaban cuatro años para que el Che se internara en el Congo con su expedición inconclusa. Esos dos hechos muestran las raíces de una estrecha relación que Cuba mantiene con África hasta el presente.

Otro tramo del discurso de Mandela en aquel verano cubano de 1991 lo reafirma: “Nosotros en África estamos acostumbrados a ser víctimas de otros países que quieren desgajar nuestro territorio o subvertir nuestra soberanía. En la historia de África no existe otro caso de un pueblo que se haya alzado en defensa de uno de nosotros”. El gran constructor de una Sudáfrica multirracial sabía por qué lo decía.

La intervención cubana en Angola -una ex colonia portuguesa-, siguió a la invasión de ese país por el ejército del régimen racista que mantuvo encarcelado a Mandela durante 27 años. Fidel organizó la defensa junto a las fuerzas del primer presidente de la Angola independiente, Antonio Agostinho Neto. Los sudafricanos y sus socios locales terminaron derrotados en Cuito Cuanavale. Se vieron obligados a firmar la paz en 1988, trece años después de que los angoleños habían conseguido su soberanía con la ayuda de la Isla. Algo más de dos mil combatientes cubanos murieron en esa guerra civil.
Mandela recordó aquellos hechos en Cuba durante el aniversario del Moncada: “La derrota del ejército del Apartheid sirvió de inspiración al pueblo combatiente de Sudáfrica e hizo posible que hoy yo pueda estar aquí con ustedes”.

Por aquellas acciones que aceleraron la caída del gobierno blanco y racista de Pretoria, Henry Kissinger propuso bombardear Cuba. Se lo planteó como alternativa al presidente de Estados Unidos, Gerald Ford. Temía que creciera más la influencia cubana en África, acompañada desde un discreto segundo plano por la ex Unión Soviética.

El 13 de agosto pasado, cuando Fidel cumplió 90 años, durante un acto en Luanda –la capital angoleña–, el ex general y presidente de los empresarios locales Francisco Viana lo recordó como “el hombre que nunca dejará de practicar la solidaridad”. Esa condición del internacionalismo Cuba la ejerce desde comienzos de los años 60. Lo hace puertas adentro y sobre todo puertas afuera.

En 1963, la Isla mandó su primera brigada médica a Argelia que había obtenido la independencia de Francia un año antes. Desde esa época desparrama por el mundo a sus profesionales de la salud. Sus misiones se cuentan por centenares de miles y cifras divulgadas este año estiman en 250 mil o más, la cantidad de médicos cubanos que han trabajado en el exterior. Estuvieron en Sierra Leona donde curaron a 260 pacientes con ébola en 2015 o en Haití, después del devastador terremoto de 2010.

La llamada Operación Milagro que Fidel lanzó en julio de 2004 con la colaboración de Hugo Chávez y el gobierno de Venezuela, consiste en un despliegue inusitado de médicos que operan de manera gratuita enfermedades visuales como cataratas. El costo de una intervención de ese tipo es variable de acuerdo al país. Hay medio centenar de centros oftalmológicos que se ocupan en América.

Otra demostración del internacionalismo que han reflejado las políticas de Castro es el programa de alfabetización Yo sí puedo, nacido en 2003. Se aplicó en decenas de países y con excelentes resultados en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y también en la Argentina. A comienzos de este año, habían sido alfabetizadas aquí 30.253 personas. Se impartía para entonces en 19 provincias y 174 municipios. Su implementaciones otro legado de una política de Estado que siempre tuvo como referente máximo a Fidel.

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