Muy rara vez el pueblo estadounidense se cansó de luchar en una guerra exterior. Vietnam fue una de ellas, seguramente la principal.

Cuando empezó el hartazgo, solo veinte años habían transcurrido desde la Segunda Guerra Mundial, la que más apoyo tuvo en la historia estadounidense, y en todo ese tiempo la convicción bélica de la población nunca había cesado: la Guerra Fría o la de Corea habían contado con apoyo masivo. Sin embargo, en Vietnam desapareció la plena certeza de los motivos de la lucha.

Al principio, para los estadounidenses Vietnam era un asunto insignificante, pero a medida que los ejércitos del país más poderoso de la Tierra, recibidos como libertadores en Europa occidental, se hundieron en los pantanos de un sudeste asiático cada vez más intratable, brotó al otro lado del Pacífico un movimiento de protesta que en buena medida terminó decidiendo la retirada estadounidense.

Incipiente a principios de la década de 1960, no tardó en confluir con la lucha por los derechos civiles y contra el puritanismo de la Guerra Fría para eclosionar de un modo inesperado y dividir en dos al país.

El movimiento empezó en la juventud universitaria y algunos sectores militantes de la clase obrera, pero ganó fuerza cuando sumó sus esfuerzos a los del movimiento por los derechos civiles. En esos mismos tiempos, los grupos de izquierda tuvieron su primavera más florida en toda la historia de Estados Unidos.

En octubre de 1964 se inició la oposición más activa, cuando, siguiendo el ejemplo del obrero David Miller, cada vez más convocados a las filas del ejército quemaron sus cédulas de reclutamiento. Hasta el boxeador Cassius Clay -luego Muhammad Alí- hizo lo propio en abril de 1967 cuando recibió su "draft card", lo que le costó el título de campeón mundial peso pesado.

El único boxeador que atacaba retrocediendo terminó ganando también este combate cuando en 1971 la Corte Suprema revocó ésa y otras sanciones que cayeron sobre él, que había invocado motivos religiosos para negarse a luchar en Vietnam.

Se multiplicaron las acciones de protesta, que empezaron con una de 1500 personas en la gélida Nueva York del 19 de diciembre de 1964. Rápidamente se sumaron otras, e importantes artistas como Joan Baez, Harry Belafonte o Bob Dylan le prestaron un color que le faltaba a las acciones de la oposición.

Por entonces comenzó a circular en el frente un chiste sobre la combatividad de los vietnamitas: "Cómo no van a pelear con ganas si a ellos les mandan a Jane Fonda y a nosotros nos envían a John Wayne".

A medida que la guerra escalaba, crecían las protestas. El 16 de marzo, Alice Hertz, una fugitiva del nazismo de 82 años se prendió fuego, tal como lo hacían los bonzos perseguidos por el gobierno pro estadounidense de Saigón, en el centro de la ciudad de Detroit. Acababan de iniciarse los letales bombardeos con aviones B52 a Vietnam del Norte, cuyo efecto aún perdura.

Se sumaron sucesivamente los veteranos de guerras anteriores, cada vez más estudiantes universitarios, y dirigentes de movimientos por los derechos de los negros. Las autoridades, a través de la CIA y del FBI, infiltraron esos movimientos a su vez y una ola de violencia empezó a expandirse por el país.

Finalmente, el movimiento estalló en 1970, cuando Estados Unidos decidió extender su ya impopular intervención a Camboya y Laos. El 4 de mayo de 1970, la Guardia Nacional disparó sobre los estudiantes que protestaban en la Universidad de Kent, mató a cuatro e hirió a nueve, abriendo paso a las grandes movilizaciones sobre Washington.

El 24 de abril de 1971 más de medio millón de estadounidenses se concentró en la ciudad capital. Se había quebrado un nervio. En tanto, como recuerda Noam Chomsky en su libro "At war with Asia", el gobierno norcoreano se daba el lujo de organizar un "Comité de solidaridad con el pueblo estadounidense".

La guerra dejó sordas secuelas en la sociedad norteamericana, que la filmografía supo reflejar desde los más diversos ángulos, e influyó posiblemente en la contraofensiva neoconservadora republicana encabezada por Ronald Reagan. Entre Rambo y Forrest Gump, la conciencia estadounidense intenta olvidar su derrota.

Sin embargo, el temor a mantener soldados en el terreno ("boots on the ground") quedó instalado en el espíritu de la sociedad hasta el 11 de septiembre de 2001 cuando, atentados mediante, los estadounidenses repitieron el error de volver a creer que su intervención militar en otros países era imprescindible.

Telam

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