Ayer a la noche, o hace apenas un rato, varios de los profesores que hoy nos encontramos aquí dándoles la bienvenida a esta última semana de clases, nos preguntábamos qué podíamos decir sobre las elecciones. Cómo podíamos hacer para hablar apelando a la memoria, a la pedagogía, a la ternura. Desde dónde podríamos posicionarnos para no sentir que bajábamos línea, o que inundaríamos este día con las sensaciones de las charlas que ayer mantuvimos hasta altas horas. Algunos, incluso, confesaron no poder hacerlo, no sentir la fuerza para pedagogizar la derrota. Otros prefirieron ceder la palabra, apelando a la confianza y al respeto que buscamos enseñar y transmitir.

Los profes del Taller 3 de Prácticas, aún con nuestras distintas trayectorias, edades y pasados, confluimos en la ternura de distintas plazas compartidas. Nos enojamos con un discurso que ayer propuso pensar nuestros orígenes desde un barco. Nos pesó el guardapolvo cuando le hablaron sin disimular a “los más más más humildes”. Nos paramos de nuestros sillones cuando la consigna que se gritaba era “¡Sí se puede!”, sin saber el qué ni el cómo. Nos acordamos de la Carpa Blanca cuando sonó entre globos la palabra “progreso”. Y en medio de todo ese huracán de música y fantasmas que volvían, las caras de muchos de nuestros estudiantes se nos vinieron a la mente. Tocaron la puerta de entrada de cada una de las casas, prendieron la hornalla para preparar el mate, ayudaron a leer el cuento de las buenas noches, tararearon canciones de ronda mientras lavábamos los platos, volvieron en mitad de la noche cuando pensábamos que la habíamos burlado.

Los guardapolvos blancos tienen ese don. De ser memoria y relato. De irrumpir en la cotidianeidad con princesas y caballeros. De poner en duda la desilusión y dar pelea para no negociar la esperanza. Ustedes, los futuros educadores de nuestro país, celebraron la democracia y nos obligaron a recordar que en la educación pública, creativa y popular están todas las semillas de la resistencia. Y que nosotros tenemos el mejor trabajo del mundo, y por eso vamos a defenderlo.

En épocas donde hay que salir a jugársela por la escuela que defendemos estamos seguros que el Diego se confundió. El guardapolvo es el que no se mancha.

(*) Docente, 26 años, S.C.Bariloche

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