El triunfo de Ada Colau en Barcelona y la posibilidad cierta de que Manuela Carmena se transforme en la alcaldesa de Madrid –si tiene el apoyo del Partido Socialista– abren las puertas a nuevos interrogantes para ese movimiento social, que de distintas maneras fue enfrentando a lo largo de España las consecuencias de las políticas neoliberales en general y la del Partido Popular en particular, y que hoy está a las puertas de gobernar las dos ciudades más importantes de España.

Podemos es la representación política de esa situación, pero resulta indudable que enfrenta muchos desafíos para poder transformarse en una verdadera opción de poder.

La victoria de emergentes sociales, la irrupción de plataformas electorales en las ciudades, la presencia de fuerzas de izquierda en algunas regiones pueden confluir en un futuro mediato en una fuerza que dispute la hegemonía que los dos grandes partidos mayoritarios aún detentan.

Este dato, sumado a los esfuerzos de Syriza en el gobierno de Grecia, que afronta todas las presiones del Fondo Monetario Internacional y de quienes desde la propia Europa no quieren que la experiencia resulte exitosa y pueda trasladarse a otros territorios –básicamente en los temas de renegociación de deuda y relación con la banca– constituyen las dos únicas referencias que están suplantando a los partidos tradicionales de izquierda que no supieron adaptarse a las nuevas realidades sociales que se iban produciendo, y a la necesidad de repensar sus metodologías de acción política.

Esto en el contexto de una Europa donde el Estado de Bienestar diseñado por la socialdemocracia, junto a los doce gobiernos que supo detentar en el continente, implosionó cuando sus dirigentes cedieron a la estrategia globalizadora, financiera y política, primero de Estados Unidos y luego de la propia Alemania –hoy la custodia literal de ese proyecto–.

Esa brecha fue utilizada por la ultraderecha, que paulatinamente ha ido ganando espacios en diferentes naciones, aun sin ser gobierno en la mayoría de ellas, pero poniendo en la agenda pública temas que terminaron por condicionar gestiones y transformarse en ejes de campaña por toda Europa.

No es casual entonces que Estados Unidos y la mayoría de los países del Viejo Continente implementen similares políticas migratorias basadas en la deportación, el levantamiento de muros o estrategias intervencionistas para impedir que miles de hombres y mujeres se lancen al mar.

Con las elecciones en España se abrió una puerta a la posibilidad de amalgamar una estructura política de alcance nacional y desde América latina se observa con esperanza y expectativa que este proceso se consolide, conscientes de que el paradigma y el marco de referencia que en algún momento constituyó Europa para muchas fuerzas políticas y sociales latinoamericanas ya no existe, y de que debemos seguir profundizando el actual proceso de integración regional que hoy estamos construyendo.

* Director del Instituto de Estudios de América Latina de la CTA y dirigente del Frente Transversal.

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