El pasado 17/4 se publicó en el Diario La Nacion un editorial, sin firma, que deducimos que es uno de los tantos espacios de propaganda que UBER paga en los medios de difusión dominante que se titula “: UBER : insistir en el disparate”.

El artículo comienza acusando al Ministerio Público Fiscal porteño de una “insensata y altamente mediatizada persecución” contra UBER con “insensatas multas y hasta penas de arresto”. Esta hablando de una multinacional que esta actuando de manera ilegal y clandestina, sin autorización de los organismos federales y de la CABA, que viola sistemáticamente las leyes que regulan el transporte de pasajeros, las impositivas, laborales, etc, y que además ni siquiera tiene una sede legal en el país. El violador de leyes y soberanía nacional es caracterizado como victima y la justicia como perseguidora insensata . Un verdadero delirio neoliberal.

Más tarde avanza, desconociendo el principio constitucional de igualdad ante la ley y pone en manos del poder político transitorio la potestad de cobrarle o no impuestos al monopolio, y si les cobra, “dentro de ciertos límites que impone la razonabilidad”. No lo explica pero por sus opiniones generales se deprende de que razonabilidad habla e incluso se anima a exeptuarlo de cualquier regulación, como si las leyes que rigen para una actividad determinada se pudiensen desdoblar en para unos si y para otros no.

El remanido argumento para ello es que esas regulaciones eran para un “mundo diferente”, el mundo al que aspira UBER sin control de los Estados, sin cumplimiento de sus leyes, sin norma alguna que protega el trabajo y sin seguridad para los usuarios.

Sobre esta base afirma que no habría “competencia desleal” sino “sana y libre competencia a secas”. Una especie de “todo es igual, nada es mejor, es lo mismo un burro que un gran profesor”, tradución moderna de aquella obra maestra de Discepolo, el tango “Cambalache”.

Como es regla en el “yupismo” neoliberal, no podía faltar la mención a la “cultura emprendedora” que por supuesto viene a reemplazar al trabajo registrado que defienden los que se resisten al “cambio” (en algún lugar esta palabrita debía aparecer). Más tarde afirma: “Ni hablar de salir al mundo promoviendo oportunidades de inversión” identificando a UBER entre esos inversores, empresa que lejos de aportar inversión alguna más allá de los pagos, por arriba o por debajo de la mesa, a algunos voceros para que le allanen el camino de su penetración al mercado, en detrimento, en este caso de más de 80.000 trabajadores y sus familias que emprenden todos los días su labor y viven de la actividad taxista en la Ciudad a lo largo y ancho del país.

No podría terminar un artículo sobre esta cuestión sin la consabida acusación a los taxistas de mafiosos con la paradoja que viene, nada menos, de los émulos “modernos” de Al Capone, lavadores de dinero sucio, evasores de impuestos en sus paraísos fiscales, concentradores de la riquezas que produce el trabajo.

Para finalizar, no es casualidad que artículos como este aparezca en La Nación, el diario de la familia Mitre, histórico vocero y “tribuno de doctrina” de la oligarquía, siempre al servicio de las causas antinacionales y antipopulares.

Alberto “Cacho Rodríguez

Secretario dela Asociación Taxistas de Capital

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