Hugo Yasky. El sindicalista argentino Hugo Yasky afirma que de seguir las políticas de ajuste económico de Macri vendrán para las clases populares tiempos de penuria. Por ello, denuncia que el presidente de las nuevas derechas pretenda bajar la inflación a costa de los empleos y decrementando el poder adquisitivo de los salarios de los trabajadores. Se trataría de una medida errada para una inflación provocada por los grupos de poder concentrado de su país.

La Razón (Edición Impresa) / Ricardo Aguilar Agramont periodista de La Razón

El Secretario General de la Central de los Trabajadores de la Argentina (CTA) habla del sindicalismo, de los ajustes que se dieron y los que se vendrán en su país tras la posesión de Mauricio Macri. Asimismo, interpreta que la derrota del kirchnerismo, entre otras razones, se debió a que se confió en que la derecha no lograría unirse.

En Argentina existen cinco CTA, la dirigida por Yasky y la que conduce Pablo Micheli. Las otras tres vienen de la vertiente de la Confederación General del Trabajo (CGT).

— ¿A qué se debe la escisión o hay coordinación entre CTA?

— Hay en este momento puntos en contacto con la CTA de Micheli. Estamos en conversaciones para consolidar un marco que nos permita la unidad en la acción. Esto tiene que ver con que el gobierno de Macri ha gestado más de 25.000 despidos en el sector público, lo que generó una búsqueda en común: estamos convocando el 24 de febrero a una marcha nacional en todo el país, pidiendo al gobierno de Macri que cese la ola de despidos en el sector público, que deje de haber criminalización de las protestas sociales, porque hemos tenido distintos episodios, entre ellos el encarcelamiento de una dirigente muy importante de Jujuy, Milagros Salas. Estamos protestando, también, contra el aumento de los precios. Ahí tenemos una discusión: el Gobierno dice que la inflación del año no va a pasar del 25% y nosotros con nuestros números decimos que la inflación va a estar por lo menos en el 40%. La tesis del Gobierno es que para bajar la inflación tienen que bajar los salarios, nosotros decimos que no hubo aumento de salarios durante meses y la inflación creció, se disparó: quiere decir que los salarios no fueron (culpables) sino los demarcadores de precios y la devaluación, que al principio fue del 40% y hoy está casi en el 50%.

— ¿Cuánto les quita fuerza de negociación y de acción la fragmentación de sindicatos?

— Quita fuerza y protagonismo político en los temas políticos generales. En la discusión del salario no pasa tanto, pero al haber estado dividido en cinco centrales, el movimiento perdió protagonismo. En la Argentina, el movimiento sindical tiene mucha musculatura, pero no tiene una presencia política acorde al volumen que exhibe. Esto tiene que ver con la fragmentación.

— ¿Es posible lograr la unidad?

— Creo que sí, por el hecho de que ahora enfrentamos a un Gobierno que pertenece a la ortodoxia neoliberal. Es decir, el Gobierno de Macri plantea un esquema: bajar la inflación enfriando la economía. El enfriamiento de la economía significa generar desempleo.

— Que los trabajadores paguen las deudas del Estado...

— Y volver a la relación con el Fondo Monetario Internacional, pagar a los Fondos Buitre todo lo que piden... Todo implica un escenario de grandes sacrificios para los sectores populares. Ante eso es muy factible que las centrales sindicales tiendan a buscar puntos en común, aunque no creo que vaya a ser fácil.

— ¿Por qué?

— Porque hay una línea divisoria de la sociedad argentina: los que quieren que al gobierno de la derecha se le faciliten las cosas, los que dicen que hay que hacer los ajustes, congelar los salarios; y están los que creemos que eso nos va a llevar a tener un país otra vez en la desocupación, la exclusión social y los niveles de pobreza de 2003. Esa línea divisoria está presente en toda la sociedad, dentro de los partidos políticos, pero también en el movimiento sindical, por eso es que no es fácil imaginar que rápidamente y por un lecho de rosas se llegue a la unidad del movimiento sindical.

— La contrarreforma comenzó con la devaluación, ¿qué otras medidas se vienen?

— Va a haber un escenario social de muchas penurias para las mayorías populares, los asalariados y pequeños empresarios. Argentina tiene una gran cantidad de pequeña y mediana empresa que genera fuentes de trabajo y compiten con empresas extranjeras muy poderosas que pueden imponer precios, como lo han hecho ahora: en 35 días elevaron 40% los precios de los productos de los supermercados. El futuro de Argentina no es promisorio, vamos a tener por delante que sortear el escollo que significa enfrentar a un Estado que pretende llevar adelante un ajuste para bajar el poder de compra a la población, bajar la demanda. Para nosotros, bajar la inflación por ese camino es elevar la desocupación. Esto con agravantes: hubo un tarifazo de los servicios eléctricos que oscila entre el 500 y 700% de aumento; y otro anuncio sobre la decisión de entregar el sector de la minería a cielo abierto. El Gobierno terminó con una política en que la minería pagaba un impuesto de acuerdo a la explotación. Son 2.300 millones de dólares que perderá el Estado al año. Es decir, son una serie de medidas que benefician incluso a extranjeros y que perjudican a los sectores populares. En la medida en que el Estado pierda capacidad de recaudar también perderá la capacidad de sostener los servicios como la educación y la salud.

— Se apunta a quitar centralidad al Estado.

— El Gobierno tiene el objetivo declarado de achicar el déficit fiscal apelando a un achicamiento de las plantas del personal. Ese esquema va a producir conflictividad social, probablemente los docentes sean los primeros que tengan que salir a pelear.

— ¿Es probable un escenario de conflictividad insostenible para Macri, como el de principios de siglo?

— No, no estamos en ese escenario. Primero, porque hace dos meses que fueron las elecciones, hay una gran cantidad de gente que votó a Macri y sigue teniendo expectativas favorables; segundo, porque Argentina en 2003 estaba quebrada y había hambre. hoy no hay hambre porque han sido 12 años de avance salarial, de mucha generación de poder de compra de los sectores asalariados. Estamos gastando a cuenta de lo obtenido. Creo que si el reajuste sigue, en un año y medio, vamos a tener una especie de onda expansiva de los conflictos.

— Todas estas medidas son decretos...

— Son decretos ‘de necesidad y urgencia’; han metido dos ministros de la Corte por un decreto de necesidad y urgencia violando la Constitución, porque para nombrar miembros de la Corte Suprema deben tener el acuerdo del Senado.

— Ahora, también hay que cuestionarse por qué gano Macri...

— Creo que hubo errores por parte del Gobierno (de Kirchner), un Gobierno que dio grandes avances para los sectores populares y los trabajadores, pero que de pronto no fue capaz de desactivar temas no definitorios que generaban malhumor social. Hablo, por ejemplo, del impuesto a las ganancias, que pagaría solamente el 15% de los asalariados que más ganan. Eso generó como una fractura entre una parte del movimiento sindical y el Gobierno. Hubo quizás demasiada confianza en que la oposición no se podía llegar a unir y que dividida jamás iba a alcanzar los votos necesarios como para ganar en un balotaje. Creo que también hubo confianza excesiva en que el oficialismo, en cualquier condición, se iba a imponer. Eso produjo errores de cálculo. Creo que pudo haber algunos cambios discursivos más, pero de pronto había un discurso que a algunos sectores de clase media les resultaba urticante y el otro candidato lo aprovechó bien porque hablaba de que había que bajar la conflictividad, decía que había que pensar en que los sueños de los individuos se realizan en la felicidad de uno mismo… todo un montón de cosas que a mucha gente encandiló. Hoy se está sacando la cuenta de que tantas cosas que se dijeron no tienen nada que ver con lo que está pasando, pero es tarde.

— Van a terminar pagando más que ese 15% de asalariados que más ganan…

— Van a terminar pagando más. Porque pagar el impuesto era un privilegio, porque solo lo pagaba el que más ganaba, hoy hay muchos que no lo van a pagar, pero sus salarios se van a ir para abajo, o sus empleos.

— ¿Qué opina del debate sobre el “fin de ciclo” de los gobiernos progresistas latinoamericanos?

— Hay un sector de la izquierda que se pierde en laberintos que tienen que ver más con los debates intelectuales, pero que se desvanecen en seguida cuando los roza la realidad. Plantean algo así como que cuanto peor estemos, mejor; cuanto peor esté el pueblo, cuanto más de derecha sea el Gobierno, cuanto más nos laceren las medidas que tomen, mejor, porque va a ser más fácil dar el salto a la toma del poder. Son discusiones que evidentemente, para quienes somos luchadores sociales no tienen manera de ser demostradas en la realidad. Creo que los pueblos avanzan cuando recuperan su dignidad, cuando como individuos y parte de una sociedad recuperan su autoestima, para eso hay que tener gobiernos que posibiliten ciclos de ascenso popular. A mí me parece que no hay que confundir el ciclo de retracción económica que vamos a empezar a vivir en América Latina. Lo cierto es que hoy no hay una situación económica de bonanza en América Latina. Reconocer que vamos a entrar en una etapa económica de retracción producto de que las grandes potencias nos están transfiriendo el costo de la crisis, no equivale impugnar lo que significó la experiencia política de estos años en América Latina.

— ¿Cómo ve la CTA el principio de la independencia sindical? Acá, la COB no apoyó siquiera al gobierno de J. J. Torres, ni a la UDP, pero ahora es parte del MAS.

— Yo tengo que luchar como dirigente sindical por la autonomía respecto de la clase dominante. Así, por ejemplo, en un proceso de luchas como el del peronismo, que históricamente comienza con una huelga y una marcha general que logra rescatar a Perón de la cárcel, y es un acto de masas que marca para siempre el cambio de la vida política y social de la Argentina; si hubiese dicho ‘no, yo voy a ser independiente y puro porque soy la expresión de la autonomía’ y me quedo en mi casa. Eso no es autonomía de la clase dominante, porque esa clase quería que ese día todo el mundo se quede en la casa. Entonces, un movimiento sindical no puede poner la fecha de un paro y después consultarlo a un presidente, por más de que sea uno popular, pero no puede ser neutral en el conflicto de clase. El movimiento sindical, en nuestro caso, está en un gran debate, porque si dijera que estamos todos de acuerdo, te mentiría. Una de las razones que nos distanció a las dos CTA fue ésa. Cuando se produce en 2008 el intento de voltear a Evo acá y Néstor Kirchner allá, nosotros dijimos que una central sindical no puede permanecer neutral, había compañeros que nos decían que no, que eran luchas entre bloques de la clase dominante. Dijimos que somos independientes, pero no somos neutrales, y nuestra autonomía es (respecto) de la clase dominante.

— ¿Qué hacer ahora? La no neutralidad de 2008 evitó el volteo de Kirchner, pero el kirchnerismo ha perdido por el voto... ¿Cómo enfrentar a Macri?

— Creo que aprendiendo de los errores hay que recomponer el movimiento popular argentino. Creo que ahí el kirchnerismo tiene que jugar un papel importante, pero también tenemos que ser capaces de incluir en eso a la izquierda, a los movimientos sociales, hay que volver a armar un entramado de fuerzas que pueda constituirse en una expresión mayoritaria a de la voluntad popular. Así como la derecha nos ganó en los votos, nosotros también debemos ganarles con votos. Va a ser muy difícil para Macri, aunque digan que todos los problemas de hoy, como la inflación, son problemas del kirchnerismo, la gente va a empezar a separar la paja del trigo y confío en que la unidad del campo popular en nuestros países nos va a devolver a esa senda de gobiernos populares y democráticos.

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