La CTA Ciudad de Buenos Aires organizó una charla con Alberto Ferrer, que tuvo lugar la semana pasada en la sede de la CTA Nacional. Durante más de una hora “Calica” Ferrer, quien fuera compañero de viaje del “Che” Guevara, habló sobre su amigo de la infancia y la juventud, Ernesto.

Invitado por la CTA porteña, Ferrer fue recibido por un nutrido grupo de militantes que se acercó a la sede nacional de la CTA para escuchar las anécdotas de sus años con el Che. Al inicio, señaló: “Estoy orgulloso de estar en esta Central que es Cristinista. No quiero desactualizar al Che, porque creo que si viviera en este momento sería un partidario a ultranza de Cristina, Néstor y todo lo que fue posible gracias a ellos. Incluyo el UNASUR. ¿Quién puede tener la duda de que Ernesto no estaría en esta posición? Si él murió en Bolivia peleando por un ideal que hasta los amigos como yo nos preguntábamos ¿por qué se habrá ido a meter este tipo ahí? Seguramente, como los jugadores de ajedrez, el sabría varias jugadas más adelante que la que yo podría pensar. En Bolivia se desata e principio de esta revolución de la Patria Grande, que es una lucha constante”.

Luego, Ferrer prosiguió: “Voy a tratar de informarles de la parte que a lo mejor ustedes conocen menos: la de antes de ser el Che. Antes de ser el Che fue un individuo que tenía todas las condiciones para después transformarse en el Che. Yo siempre digo que Ernesto, porque para mí sigue siendo Ernesto, es un hombre que supo aprovechar muy bien todas las circunstancias que le brindó el destino y tuvo buen ojo porque acertó. Por ejemplo, cuando se junta con Fidel Castro y se suben al Granma. Entonces, antes del Che, el Che”.

Y continuó hablando de cómo aquel niño que a los cuatro años tenía un asma que no le permitiría vivir en Buenos Aires, llega en 1932 a Alta Gracia y se vuelve su amigo. Porque allí la familia de Ernesto lo llevó a un especialista en pulmón, el Dr Ferrer, padre de Calica: “Yo podría contar muchísimas cosas de su niñez, por ejemplo que Ernesto siempre fue cacique, que no iba a permitir que cargaran al gordito, que le encantaba jugar a la guerra. Nosotros tuvimos toda la influencia de la guerra civil española y siempre se hablaba de guerra. Ernesto capitaneaba un equipo. Cuando andaba bien de salud, hacía vida normal como cualquier chico. Su padre decía una gran verdad: el primer entrenamiento de Ernesto como combatiente fue en Alta Gracia, porque ahí aprendió a nadar, a andar a caballo, a orientarse en las sierras, a andar entre las piedras, a orientarse. Ahí fortaleció su cuerpo. Y ahí empieza a nacer nuestra amistad. Amistad que ahora es admiración por él, porque a medida que pasa el tiempo tengo contacto con gente que lo ha conocido y me cuentan de ese personaje cosas que no hacen más que constatar que ese era el chico que yo conocí. Ese era mi amigo”.

Sobre los viajes que hizo Guevara, Ferrer detalló: “Ernesto primero hizo un viaje en moto, después viajó como enfermero en la Flota Mercante Argentina al sur argentino. Estando en Córdoba, conoce a Alberto Granado, con quien se hace muy amigo. Alberto, que trabajaba en un leprosario en Córdoba y tenía un buen sueldo, le propuso hacer un viaje en moto, muy famoso, que pasan por Buenos Aires, dan la vuelta y a la altura de Santiago de Chile se les rompe la moto. Ahí empiezan a viajar con la metodología con la que viajamos nosotros: iban a los mercados, a presentarse y veían qué camión iban a donde querían ir. Así, de a poco Alberto y Ernesto conocieron el sur de Chile, pasaron a Perú. Yo seguía el viaje de cerca porque nuestras familias ya vivían en Buenos Aires y yo me había quedado con una bronca bárbara de no haber ido a ese viaje. Me acuerdo que me llamaban y me decían “vení, que llegó carta de Ernestito” y yo me morfaba las cartas y pensaba “mirá las aventuras que me perdí”.

“Cuando volvió- continuó Calica- me dijo que en un año nos íbamos. Yo le dije “¿cómo dentro de un año, si te faltan trece materias para recibirte de médico?”. Él me dijo “Pero las voy a dar en un año” y yo le contesté “¿Qué carajo te vas a rendir en un año?”. Cuando terminó de rendir la última materia me dijo “acá tenés, pelotudo. Vámonos”. Y ahí organizamos el viaje”.

Ferrer compartió el que fue el segundo viaje que el Che hizo por América Latina. Sin rumbo cierto, dos jóvenes de 25 años partían, haciendo honor a una amistad que comenzó en la infancia. “En ese periplo fue que Ernesto empieza a transformarse en el revolucionario Che”, señaló Calica.
Hacia el cierre y antes de algunos aportes que hicieron los presentes, Calica apuntó “Yo quiero contarles que, así al principio como dije ¿para qué se habrá ido a meter Ernesto a Bolivia?, Ernesto sigue presente. Hay nueve colegios en la Argentina que llevan su nombre. Hace poco tiempo una concejal del PRO se opuso a que le pusieran su nombre a una escuela en Buenos Aires, pero ya lo vamos a conseguir. Y yo creo que es muy importante esa estatua que está en Rosario, que hizo Andrés Zerneri en base a donaciones”. Sí, Calica. Ernesto sigue presente.

Fotos: Ezequiel Celman

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