Nuestro secretario general de la Central de Trabajadores y Trabajadoras de la Argentina y diputado nacional, Hugo Yasky, reflexionó en el programa radial “La Periferia”, del medio de comunicación AGN Prensa, sobre los 40 años de democracia y las expresiones que reivindican el ejercicio de la violencia política.

En tal sentido sostuvo que “cualquier intento de incitación al odio y todas esas manifestaciones violentas y autoritarias tienen que ponerse bajo la lupa de los que realizan tareas legislativas”.

Compartimos la entrevista completa realizada por el director de AGN Prensa, Gustavo Ramírez:

Gustavo Ramírez: Más allá de analizar lo que representa la figura de Patricia Bullrich en la política me gustaría comenzar preguntándole por qué a 40 años de la democracia todavía tenemos que tolerar a estos personajes en este juego de que en el marco de la libertad todo vale y todo es posible. Porque da la sensación de que ellos no defienden lo que dicen en sus discursos, porque ellos vienen por la libertad, por los principios, que no sabemos cuáles son, o sí lo sabemos pero no terminan por creer en la democracia. ¿Por qué la democracia tiene que tolerar a estos personajes?

Hugo Yasky: En realidad es una pregunta que nos hacemos todos, porque son personajes que utilizan la democracia para llegar a ocupar cargos de poder, como ocupó quien fue ministra de la cartera de Seguridad, por ejemplo durante el gobierno de Mauricio Macri y tiene todavía sobre su pasado una mancha que no se va a borrar nunca, la del asesinato de Carlos Fuentealba, que hizo lo imposible para ocultar, para negar, para tratar de convertir en una especie de cuestión archivada y en todo momento, tratar de apañar, a quien fuera su mano derecha, que ejercía en ese momento la Subsecretaría del Ministerio de Seguridad y de las fuerzas que actuaron en ese operativo.
Este es un episodio, uno de los tantos que involucran a este personaje político, que tiene un claro desprecio por la democracia. Porque la democracia no es valerse, en nombre de la libertad, de cualquier forma de aplicar metodologías tendientes a eliminar el adversario, porque estos sectores ven en el kirchnerismo, en el peronismo, aunque no lo digan, porque cuando hablan de kirchnerismo usan esa palabra para ponerle un taparrabos, a lo que ellos realmente odian, que es el peronismo, el movimiento popular.
Ellos quieren una “democracia” donde se le permita todo tipo de violencia, simbólica y material, a los que son, según ellos, portadores de los mandatos de los dueños del poder en la Argentina, y que convierta, a quienes militamos en el campo popular, siempre en sujetos sospechosos, dentro de lo que sería la mirada de ellos, de atentar contra la libertad, cuando hacemos una demanda, un reclamo, cuando nos movilizamos para pedir justicia por Santiago Maldonado, cuando de pronto tenemos la decisión de denunciar, por ejemplo, los atropellos que se están cometiendo contra los pueblos originarios en Jujuy. Todo eso para ellos no forma parte de lo que rankea como libertad, como democracia, sino que son actos casi sediciosos.
Así que creo que esa mirada oblicua, lo que explica es que en nombre de la libertad cometen atrocidades contra la libertad. A veces materiales, como las que mencionaba, con Santiago Maldonado, o ese chico Nahuel, que también recibió un balazo y perdió la vida en Bariloche, o a veces a través de expresiones como esta que son las que alimentan después la espiral del odio.

G.R.: ¿Hay una responsabilidad grande también por parte de los gobiernos nacionales y populares para acumular fuerzas populares, valga el juego de palabras, y transformar el estatuto de la democracia liberal? Porque da la sensación de que este tipo de democracia, así como está planteado en todo este proceso, desde 1983 hasta la fecha, ha marcado también una saturación de esto que estamos hablando, donde la violencia tanto simbólica como concreta, es constante, sobre todo porque está dirigida hacia los sectores populares. Uno puede decir que desde el 83 hasta la fecha el movimiento obrero en su conjunto, ha sido perseguido, obviamente hay que sacar el período de Néstor y Cristina y de Alberto Fernández, pero en ese marco la democracia liberal también ha apuntado a sostener parte de la violencia política como un factor de desestabilización social permanente. ¿No hay que cambiar ese status?

H.Y.: Creo que sí. Hubo claramente un punto de inflexión, que fue el intento de magnicidio. Si esa bala se hubiese disparado, si no hubiese fallado el mecanismo del arma, hoy este país sería otro. Hubiésemos vivido una verdadera pesadilla. Estuvimos a centésimas de segundos de que ello ocurriera realmente. Y eso marca un punto de inflexión. No podemos seguir mirando hacia otro lado. No podemos seguir pensando que el sistema democrático es un sistema donde cualquier tipo de manifestación de incitación a la violencia, al odio, cualquier discurso demonizador, cualquier propaganda política como vemos en televisión, donde se muestran imágenes de represión como si fuese una especie de deporte, donde hay algunos que corren y reciben gases y otros que disparan, y eso es promocionado como parte de una política supuestamente positiva.
Creo que todo ese tipo de manifestaciones, todo lo que incite al odio, que conforme parte de un pensamiento de raíz violenta y autoritaria, tiene que empezar a ser puesto bajo la lupa de aquellos que en la tarea legislativa, en las tareas de gobierno, que desde el manejo de los medios de comunicación, juegan algún tipo de responsabilidad respecto del sostenimiento de la democracia.
Pasaron cuatro décadas. Este país fue un país que después de haber vivido un genocidio y de haber ensangrentado a generaciones de jóvenes, con el terrorismo de Estado, reivindicó la democracia y logró por cuatro décadas y de manera ininterrumpida, que ese discurso, apareciera solamente en los márgenes, ocasionalmente, y hoy creo que tenemos que mirar con mucho cuidado, abriendo mucho los ojos, que este discurso empieza a ser en un sector de la dirigencia política, con personajes como Patricia Bullrich, como Milei, como Espert, como Mauricio Macri, tomado como una constante, y esto significa, si no tenemos capacidad de reacción, empezar a convivir con un germen, que quizá termine convirtiendo el estado de derecho y la democracia en algo del pasado. Creo que no debemos subestimar lo que esto significa y por eso hemos creído necesaria, nuestra manifestación pública a través de la CTA y saludo que otros sectores hayan hecho lo mismo, porque creo que no podemos dejar pasar, aceptar esto, como una contingencia de la campaña electoral.

G.R.: Usted hablaba de que el punto de inflexión fue el atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Ahora también, ¿no se terminó naturalizando, no por los sectores de la militancia, sí por el conjunto social, este hecho que no debería haber sido naturalizado, y eso no es parte también de la batalla cultural que hay que dar para romper la colonización pedagógica a la que algunos sectores están sometidos todavía?

H.Y.: Lamentablemente la incidencia de grandes medios de comunicación, que rápidamente dieron vuelta la página, que ocultaron la trascendencia de este hecho, que quisieron minimizarlo, otros que lo mostraron simplemente como la consecuencia del accionar de un grupo de loquitos sueltos, el propio aparato de justicia, el aparato judicial, donde una jueza hizo lo imposible para tratar de impedir que se pudiera vincular quiénes sostenían financieramente, logísticamente a estos sectores, de qué manera se los vinculaba con una parte de la familia de los Caputo, de dónde salían los recursos millonarios que convertían a una especie de aprendiz de carpintería, a través de internet en una empresa capaz de sostener contratos millonarios, todo eso forma parte de lo que mencionás. Hubo un claro intento de dar vuelta la página y hacer como que bueno, en cualquier país del mundo, cada tanto puede ser que intenten asesinar a quien fue vicepresidente. La verdad, creo que en ese sentido, sé que las leyes no arreglan todo, pero creo que tenemos que discutir, seguramente habrá que hacerlo cuando salgamos de la campaña electoral, porque hoy cualquier medida de este tipo sería medida con de campaña electoral, creo que habrá que reformular el contrato democrático en la Argentina. Está claro que hoy estamos en falsa escuadra.

G.R.: ¿Hay que reformular el contrato social en la Argentina o hay que construir comunidad organizada?

H.Y.: Las dos cosas, construir comunidad organizada, es una tarea que forma parte del proyecto de los que confrontamos con aquellos, que hablan de libertad pero en realidad lo que defienden a rajatabla es la libertad de mercado, la libertad absoluta de mercado, es decir, la ausencia total del Estado. Por eso que la comunidad organizada, que es lo que defendemos quienes formamos parte del movimiento nacional y popular, se da de narices con la idea de que es el mercado, de que es ese capitalismo salvaje, quien forme el mercado, cuando en el medio no hay un Estado que regule, que arbitre, que equilibre, que empareje, cuando eso no está, que eso es lo que defienden estos extremistas de la libertad de mercado, lo que viene es el capitalismo salvaje. Lo que defienden es el capitalismo salvaje, y ese capitalismo salvaje requiere represión, requiere también una forma de neutralizar, si es necesario, con la violencia, por eso anuncian la represión que va a venir en la Argentina como si estuviera por venir el Niño o la Niña, como si fuese un fenómeno meteorológico, anuncian represiones con absoluta naturalidad, como si uno tuviera que aceptar que es parte de la vida de un pueblo, estar sometido a través de la represión a políticas de injusticia. Esos son los dos modelos en pugna: comunidad organizada o capitalismo salvaje con libertad, que en realidad no es libertad, es libertad de mercado

G.R.: Precisamente sobre eso, se dieron a conocer datos en el marco del Congreso que se está realizando en Roma, de la ONU, sobre alimentación y agricultura, que si no se revierten las situaciones actuales a nivel internacional, para el año 2030 la desnutrición crónica llegará a más de 600 millones de personas. En la actualidad hay 780 millones de personas que sufren hambre, esto sumado y agregado también al cambio climático. Considera que el modelo de este tipo de capitalismo está acabado y que hay que reconstruir o construir una alternativa viable teniendo en cuenta también que Argentina tiene experiencia en salir de estos modelos. Uno puede hablar del peronismo en sus distintos gobiernos; de los 10 años de Néstor y Cristina. Hay que salir de este modelo incluido salir también del desarrollismo y reconstruir esa economía social de la cual hablaba Perón o todavía estamos lejos para evitar que estos números se intensifiquen a nivel global también.

H.Y.: Creo que más allá de cuán lejos estemos, ese tiene que ser el objetivo. Pensá que estos datos que diste vos, que son aterradores, se hacen más aterradores cuando lo confrontás con el otro dato que es el de la concentración de la riqueza. Porque todo este crecimiento de pobreza explica el enorme crecimiento ascendente de la riqueza, cada vez más concentrada de fondos buitres o grandes conglomerados de empresarios, que hoy manejan más dinero que el PBI de muchas naciones, por ejemplo de América Latina. Entonces cuando vos ves esto, advertís que si nosotros no logramos revertir esta tendencia a convertir el mundo en una especie de espacio de desigualdades aberrantes, de contrastes sociales que se van abismando, si nosotros no logramos revertir eso, lamentablemente vamos a darle a quienes nos sucedan, un mundo cada vez más inhabitable, donde la violencia en todas las formas, entre las naciones, en el interior de las comunidades, va a ser como esas películas que nos muestran mundos distópicos, el pan de todos los días.

Audio entrevista: https://agnprensa.com/hugo-yasky-lo-de-bullrich-no-lo-podemos-aceptar-como-una-contingencia-de-la-campana-electoral/

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