Anoche, al terminar la función de “La noche que Pepe Arias veló al fiscal”, se presentaron cuatro policías de civil en el hall del Teatro “La Máscara”. Previamente, abonaron sus entradas y vieron la obra completa, es decir que, evidentemente, se les indicó desde la fiscalía interviniente, que observaran el contenido, porque son oficiales especializados en la temática de ese ministerio fiscal, esto es, la DISCRIMINACIÓN.

No creo que haya antecedentes en el teatro argentino, ni siquiera en épocas de dictadura, en los que una fuerza policial se presente en una sala, vea la pieza teatral y luego proceda a notificar al director (así está encabezada el acta) sobre los motivos de su presencia allí.

A continuación, una subcomisaría me pidió el guión de la obra, porque ASÍ ESTÁ EXPRESAMENTE PEDIDO EN LA DENUNCIA, EN LA QUE SE “REQUIERE” EL GUIÓN. Es decir, se PIDE EL SOPORTE TEXTUAL DE UNA OBRA DRAMÁTICA.

¿Cuál puede ser el sentido de exigirle a un autor que entregue su obra como si se tratara de la prueba de un delito? ¿En qué estado de derecho es admisible un atropello de esta naturaleza? Y algo más, ¿quién determinará a partir de esa entrega qué está bien y qué está mal en una obra de arte?

El gobierno cambiemita, con Patricia Bullrich a la cabeza, ha ido muy lejos en su afán persecutorio. Respondiendo, como en el caso de los hermanos Salomón, a denuncias anónimas, canalizadas a través de agencias paraestatales de control social, se han extraviado hasta llegar a estas instancias, en las que el sagrado ámbito del teatro, un lugar de libre expresión y reflexión, es convertido en un ámbito de persecución judicial.

Así, el elenco gubernamental que venía a instaurar el diálogo entre los argentinos, muestra su verdadera cara, la de una administración que comienza a extender su persecución, ya instaurada en las redes y en las calles, al ámbito del arte y la cultura.
Me negué de plano a entregar el guión, no solo porque hacerlo significaría adjudicarle el carácter de una culpa que no existe, de un delito por el que nadie puede ser imputado, sino porque, además, ese guión puede ser consultado en la Sociedad Argentina de Autores (Argentores) donde fue inscripto.

Cualquiera que conozca mínimamente el sistema de inscripción de una obra teatral podría haberlo hecho, y a partir de allí, si pretendiera continuar con este dislate, proceder de oficio y determinar si la pieza tiene carácter discriminatorio. Pero no, la idea, laramente, fue amedrentar al autor de la obra, que en este caso es además el director y el actor; la pretensión fue invadir su ámbito de trabajo, con el público presente todavía en la sala, para conseguir el efecto intimidatorio adecuado a estas épocas.

Se me exige concurrir hoy a la fiscalía, so pena de realizar un allanamiento a mi domicilio. Lo haré el lunes, como consta en el acta labrada, para conocer, entre otras cosas, la identidad de las personas o de la institución que iniciaron esta persecución.
Entre otras denominaciones legales, se menciona una “unidad antiterrorista”. ¡¡Unidad antiterrorista!! Desde ya, le informo al elenco gobernante, que si es un acto terrorista mencionar a Hezbollá en una obra de teatro, me declaro culpable. Si lo es impugnar la delirante teoría de un comando iraní venezolano “asesinando” al fiscal Nisman, me declaro culpable; y si lo es afirmar que la voladura de la AMIA ha sido encubierta durante 25 años, pues también me declaro culpable.

A decir verdad, Hezbollá es un partido legal, que ni siquiera las Naciones Unidas han caracterizado como grupo terrorista, el fiscal Nisman se suicidó, lo que largamente ha demostrado la autopsia realizada por el Cuerpo Médico Forense, noción que han reafirmado entre otros, investigadores de fuste como Juan Salinas y Pablo Duggan, en varios y documentados libros, y la AMIA es una herida lacerante que ustedes mismos han procurado encubrir, tal como Mario Cimadevilla, quien investigó la causa en nombre del propio gobierno, ha demostrado.

Todas estas cuestiones han sido manipuladas por medios hegemónicos afines, hasta instalar teorías tan perversas como un candidato a gobernador enviando sicarios a matar a tres personas, o funcionarios del gobierno anterior con cuentas fantasmas en Delaware.

Ustedes se han beneficiado de esa confusión y de esa ignorancia instalada por los medios, hasta el punto de no reconocer los límites entre su propio delirio y la verdad. Intoxicando las cabezas de millones de argentinos, repiten que lo que ustedes hacen “no es relato”, pero cada una de sus acciones se sostiene sobre esta larga cadena de mentiras.

Sé que en caso de responder, procederán con el mismo mecanismo; dirán que se trata de una denuncia anónima, privada, de alguien que creyó advertir, tal como deslizaron los propios policías intervinientes ayer, algo “discriminatorio” en un video de promoción. Y luego alegarán que la fiscalía solo es un eslabón técnico judicial que solo procede con un trámite legal.

No es así. Ustedes han instalado este clima de persecución y muerte. Con la llamada “doctrina Chocobar” le han dado vía libre a los policías de San Miguel del Monte, con la muerte de Santiago Maldonado en oscuras circunstancias, habilitaron el asesinato de Rafael Nahuel; con la detención arbitraria e ilegal de los hermanos Salomón, procedieron ahora a invadir el ámbito del arte y la cultura.

Lo que se ha podido ver por las redes en estos días, además de un video de promoción de “La noche que Pepe Arias veló al fiscal”, fue la dedicatoria de la pieza: “A los hermanos Salomón, a la memoria de Héctor Timerman y a la heroica lucha del pueblo palestino”.

¿Creen que lo que pasó anoche es casual? ¿Suponen que ustedes no tienen nada que ver?

Ustedes detuvieron de manera humillante a los hermanos Salomón, la justicia manipulada por ustedes mismos le negó al ex canciller Timerman salir del país (algo que ni siquiera la dictadura le negó a su padre), y ustedes son los que acuden a un régimen terrorista para que sus ejércitos de ocupación entrenen a nuestras fuerzas policiales. Sí, ese régimen represivo es el mismo sobre el que todos los días se subleva el bravío pueblo palestino.

Ustedes no son el diálogo, ni la convivencia pacífica entre argentinos, ustedes no son la paz que sobreactúan con un “coaching” cada vez menos eficaz. Ustedes son esto, son la entrada a un teatro con fuerzas policiales para requerir el guión de una obra, desvergüenza que no se permitió siquiera el régimen militar.

En la memoria de los comediantes de stand up siempre estará presente Lenny Bruce, que no solo reformuló las reglas del género, sino que además, fue tan revulsivo que el propio estado de Nueva York lo censuró allá por los setenta. Para hacerlo, alguna vez dispuso policías durante su acto, y al finalizar, lo llevaron detenido junto con los espectadores.

Ustedes están a un paso de hacerlo, de hecho, casi cincuenta años después, han retrocedido hasta habilitar una forma de censura e intimidación hasta ahora desconocida. Han judicializado al arte. A favor de los efectivos policiales, hay que rescatar su buen trato, que tuvieran la cortesía de abonar sus entradas y que comentaran que la obra les había gustado.

No es poco para este autor que los designados como verdugos, simpaticen con lo que pasa arriba de las tablas. Al menos, han demostrado una humanidad y don de gentes que no tienen ni los denunciantes anónimos ni los que han propiciado desde el escenario político este estado de cosas.

Por mi parte, espero que el señor ministro de Cultura, don Pablo Avelluto, al menos se exprese sobre este episodio, y que la bancada cambiemita pida una reunión urgente en la comisión de Libertad de Expresión para repudiar estos hechos.

Por mi parte, “La noche que Pepe Arias veló al fiscal” seguirá representándose con toda su carga de sarcasmos, ironía y humor negro, haciendo lo que el teatro político tiene que hacer: es decir, hacer que duela, que se sepa, que al menos desde esa misa que es el teatro, la verdad se cuele por los intersticios del poder.

Carlos Balmaceda, el autor de la obra.

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