El mateo de Armando hoy no recorrerá empedrados, a su yegüita le tocará pastar de lo lindo en el campito cercano al pueblo de Bayamo, ese que tiene muchos yuyos gracias a las lluvias de la época por estas zonas serranas de la isla. Armando, como todos los primeros de mayo, se levantará muy temprano siguiendo el aroma del café caliente con que su papá lo espera en la cocina. Sorberá poco a poco su infusión bien dulce y a punto de morder su pastelito de guayaba, le pedirá a su padre que le cuente otra vez qué se festeja. A José se le iluminarán los ojos arrugados y contará esa historia como si la estuviese viendo en ese mismo instante en que la narra.

Como ritual que ya lleva décadas, caminarán juntos la avenida que los encontrará con otros y con otras. Por ese día muchos y muchas harán lo mismo, pondrán en pausa las discusiones sobre política económica, sobre sueños de justicia y desarrollo, sobre las consecuencias sociales del bloqueo y vivirán las conquistas del modelo que los iguala como sujetos de la historia, como trabajadores y trabajadoras.

Juanita y Felipe cenarán temprano la noche del 30, conversando con cierta inquietud acerca del clima que se vivirá al día siguiente en el desfile. Compartirán las apreciaciones del día laboral en el instituto de historia, se preguntarán por el rol de la juventud en este nuevo tiempo que está viviendo Cuba. Escucharán a su hijo cuestionar las falencias del modelo, conversarán con él acerca de los motivos de ciertas decisiones, intentarán motivar a ese muchacho de veinte y pico a quien le tocó nacer y criarse en pleno período especial. Mientras la pareja de historiadores se encontrará temprano con nosotros en una esquina emblemática de La Habana, el hijo del matrimonio, cumplirá su guardia en el área de informática de un ministerio.
Con el cielo aún oscuro y con estrellas que se apagan de a poco, miles de personas salen de sus hogares en todas las capitales de provincias. Desde Pinar del Río hasta Guantánamo, a pasitos del imperio vigilante y con la fuerza del barro sublevado que se contonea al ritmo de un son.

En La Habana, un nuevo mar se aprecia desde el Malecón. Son cientos de miles de cubanos y cubanas que recorren la Avenida Paseo hasta la Plaza que hace más de 55 años han conquistado para el pueblo. Las esquinas son el punto de encuentro de los distintos gremios que, como todos los años, expresan en esta fecha su orgullo socialista y proletario. El desfile comienza temprano, a las 7,30 de la mañana, antes que el sol vuelva en candela las aceras y el asfalto, es preciso aprontarse en ropas livianas, calzado cómodo y un buen pomo de agua para llegar cuanto antes al centro mismo de la escena. En la Plaza de la Revolución, donde los héroes emblemáticos, íconos de la lucha y ejemplo en la acción y el pensamiento, imponen sus miradas eternas a un pueblo que les rinde homenaje por ser máximas expresiones de rebeldía y trabajo, se ubica el palco oficial desde donde Raúl saluda al pueblo, escoltado por Martí en gigantesca escultura blanca. El Che y Camilo, los contornos reconocibles de sus rostros en los muros rígidos de dos prominentes edificios oficiales, coronan la escena de festejos porque la lucha está vigente.

En horas donde la idea de “trabajo” entra en crisis a escala mundial y donde las lógicas del sistema expulsan cada día a más y más personas de la posibilidad de una vida digna, en momentos donde este mismo mundo ve nacer nuevas generaciones en familias donde el trabajo ya no funciona como ordenador del tiempo, ni como garante de un futuro mejor, estas mismas sociedades rotas, desmembradas, violentas y en tensión constante, también ven surgir brotes de luces tenues, de relatos que recuperan lo mejor de otras épocas aunque convivan con las contradicciones de siempre. Estas mismas tierras que habitamos, aunque más contaminadas, siguen siendo trabajadas día a día por hombres y mujeres que aún luchan.

En este mes de recorrido por la isla con amigos, sin internet ni celular disponible para contar relatos, anécdotas e historias de cubanidad que se despliegan por doquier, se sucedieron charlas, mucha conversación que compense la ausencia de tecnología y comunicación mediada. Así, un día como otros, de camino a Santiago desde Morón, aparece la intención de una crónica colectiva de nuestras apreciaciones sobre “el trabajo” o sobre “el trabajo en Cuba”. Rápido Silvina responde con la asociación libre de ideas, Marcos imagina los personajes de una historia y Martín describe una imagen. Ya está, sucedió lo esperado, el trabajo nos atravesó de nuevo. La psicóloga, el actor y el diseñador gráfico cuentan, preguntan y describen desde lo que son y creen, desde esa perspectiva que nos brinda nuestro hacer en el mundo. Somos lo que hacemos y el modo en que lo hacemos, parafraseando a Marx nada menos que en Cuba y con el ritmo de unas congas que se oyen incansables. Por eso festejamos este día, porque aunque nos digan que la historia ha terminado, aquí estamos para demostrar su dialéctica.

Como la Tribuna Antiimperialista, hecha de mástiles flacos que uno junto al otro miran desafiantes la puerta misma del sitio donde se esconde el imperio en estas tierras, hoy desfilan cuerpos ante el sol caliente que se asoma más y más por estas horas. 138 finos y largos hierros que solo en circunstancias históricas dejan flamear en lo alto cientos de banderas cubanas. Esos mástiles que le rinden homenaje a los muertos no son otra cosa que la expresión más clara de la tenacidad de la vida y la firmeza de un pueblo que no se rinde y resiste. Esos mástiles hoy visten banderas, los cuerpos en las calles, también.

A las 10 de la mañana nuestro paso por el desfile ha concluido, hemos compartido la alegría en ese caminar sentido de jóvenes, niños, ancianos, estudiantes, militares, hombres y mujeres de Cuba, pero también Uruguay, Venezuela y Argentina tuvieron su presencia por las calles. El proletariado latinoamericano encuentra en Cuba un sitio histórico de festejo en un 1° de Mayo, y así lo hacen visible las diversas delegaciones que llegan de todas partes y se mezclan con el colorido de tumbadoras y el movimiento de las mujeres negras en su bailar constante; junto a los compañeros militares y policías que, como cualquier hijo de vecino, desfilan con uniforme entre amigos y familiares. La unión étnica y la ligazón cívico militar son logros sociales de los que se habla poco y nada cuando se reflexiona respecto de la revolución cubana y, sin embargo, a las personas que solemos habitar países que han vivido cruentas dictaduras militares, y en los que se evidencia una fuerte discriminación, no nos pasan desapercibidas tales conquistas, por el contrario, nos emocionan hasta la médula porque expresan que es posible enaltecer la condición humana.

El sol empieza su ascenso hacia el centro del cielo celeste y el flujo constante de humanidades andantes comienza su desconcentración hacia los cuatro puntos cardinales. Con Felipe y Juanita nos iremos a compartir un café, ellos han reafirmado su compromiso con la revolución, se encontraron en las calles con colegas, amigos, vecinos, familiares. El pueblo de Cuba una vez más se miró a los ojos y se reconoció proletario. Habrá problemas a resolver, desafíos históricos por delante en esta apertura al mundo que, con paso firme y sin recetas, intenta Cuba. Habrá que motivar a esas juventudes que hoy dudan y cuestionan, para que esa potencia desafiante se materialice en creatividad superadora de las burocracias y el estancamiento. Y, sin embargo, Cuba vuelve a demostrarle al mundo que la batalla sigue, y que el destino de felicidad es y seguirá siendo bandera en la acción.
Armando, en el Bayamo, se encontrará con su amigo, el Moro, como lo llaman a Pedro, y le propondrá volver a visitar Radio Rebelde en aquel paraje en las alturas de la Sierra Maestra. Se le han ocurrido unas ideas que quiere charlar con él, en aquel rincón del planeta desde donde otrora unos guerrilleros locos le dieron a conocer al mundo sus sueños de libertad y grandeza.

Desde la Cigarra, en este intento de contar vivencias, sensaciones y reflexiones que nos suceden en el transitar algunas venas de Nuestra América, orgullosos de haber vivido un 1° de Mayo en tierras de Cuba, les rendimos homenaje en estas líneas a nuestros compañeros y compañeras de Argentina: a aquellos que no vemos hace tiempo pero que, sin embargo, andan siempre circulando el pensamiento. A modo de invitación, aquí les dedicamos esta afirmación de gran belleza con la que inicia una película emblemática del cine Cubano: “Para los que quieran ascenderla hay una escala que va del abismo a las alturas, de las cloacas a las estrellas: es la escala del coraje”.

Majo Parra y Martín Marino (*)

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