Dentro del sistema de acumulación y distribución capitalista coexisten distintas formas de organizar la economía desde el Estado para garantizar la realización de la ganancia empresaria, y reproducir las condiciones que le brindan sustentabilidad al sistema.

No es el objetivo teorizar alrededor de esos distintos modelos, ya que dos de ellos resultan conocidos por las consecuencias que producen hacia el conjunto de los trabajadores de un país, a saber: el modelo liberal o neoliberal y el modelo keynesiano o desarrollista. El primero se aplicó en este país durante los últimos 50 años, con distintos momentos de tregua impuesta por el movimiento obrero y sus luchas; el segundo está en vías desarrollo desde 2003.

Mientras los modelos liberales son sostenidos por un núcleo pequeño de la sociedad o por la represión y los golpes de Estado, los desarrollistas se sustentan en la inclusión social, el consumo, la industria nacional con sustitución de importaciones, que son apoyados o tienen la aceptación de la mayoría de la población; requieren de esta condición para poder imponer a los poderes económicos un reparto de la ganancia que no es el que quisieran. Los gobiernos que optan por apoyarse en la gente y enfrentar los requerimientos de las transnacionales generan contradicciones con estas y las obligan a ceder en sus pretensiones. No son los gobiernos que buena parte de las transnacionales prefiere.

La conducción del movimiento obrero organizado no puede desconocer esa característica que explica la verdadera naturaleza del gobierno. De este gobierno, que es el mejor que se pudo generar dentro de la relación de fuerzas que supimos construir enfrentando al liberalismo, y donde surgieron las figuras de Cristina y Néstor, que son la expresión más subjetiva de la lucha y sufrimiento de un pueblo. Hay que defender el salario, eliminar sus impuestos, resolver la salud y la crisis de las obras sociales, restituir los aportes patronales, lograr más y mejor empleo, seguridad y salud en el trabajo, terminar con la precarización, sólo por nombrar algunos temas que necesitan urgente resolución. Pero eso no nos exime de la responsabilidad principal, que es cómo construir la fuerza social y política que permita imponerlos. No hay duda de que muchos van a resistir estas legitimas aspiraciones.

Otra premisa básica es trascender la defensa corporativa de cada uno de los gremios, en particular, y a su vez no quedarnos solamente en la reivindicación salarial o de condiciones de trabajo. Somos los trabajadores organizados los que tenemos que aportar propuestas que permitan reforzar un modelo de inclusión social. Eso permitirá generar nuevas utopías para integrar a una camada de jóvenes que hace su irrupción en la vida sindical. Cuidar ese modelo de acumulación económica es parte de la responsabilidad que los dirigentes tenemos. Una cosa es un gobierno liberal y otra muy distinta es este gobierno.

Esas premisas que parecen verdades de perogrullo no lo son si miramos el escenario político nacional, y cuando digo político digo político sindical. Las centrales de trabajadores son actores políticos ya que sus acciones trascienden el marco reivindicativo. Un paro nacional resulta un hecho político aun cuando plantee puntos reivindicativos y ese carácter no significa que no deba hacerse, lo importante es ser consciente de cómo esos hechos políticos son aprovechados por sectores que tienen contradicciones insalvables con el modelo de inclusión social. No es responsabilidad de los dirigentes sindicales no hacerle el juego a la reacción. La mayor responsabilidad es del que conduce. Y el gobierno debe buscar los consensos para generar espacios que permitan participar. Hay que entender que las urgencias reivindicativas y los tiempos políticos no marchan por el mismo carril. Y si a pesar de los esfuerzos y de deponer características personales y enconos, las diferencias resultan insalvables, es porque detrás existen intereses cristalizados que las sustentan. Los trabajadores sabremos diferenciar la paja del trigo y no seremos instrumento de la ambición de nadie.

Claudio Marín es secretario gremial de la CTA y secretario general adjunto de FOETRA
Artículo publicado en el diario Tiempo Argentino, edición del Miércoles 28 de marzo de 2012.

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