Juan es el novio de Ludmila, la hija de mi pareja. Un pibe de veintiún años, estudiante de sociología, militante. Siempre alegre y con pilas, ayer estaba devastado.

En cuanto entra y saluda, le suena el teléfono, Manuel (un amigo) lo llama. “Sí, loco, no se puede creer. Me dejó hecho mierda… Sí… al toque subí un video de él en facebook… Qué cagada…”

Un pibe de veintipico triste por la noticia que, apenas unas horas antes, habíamos recibido todos: se murió el Flaco.

No quiero hacer una biografía de su vida, ni siquiera de su música. Tres generaciones crecieron con sus letras y se identificaron con el hombre, lloraron un amor o compartieron sus canciones con amigos.

Sólo eso quiero destacar. Que a mis hermanos que me llevan doce o trece años, a mí y a un pibe al que le llevo más de veinte, nos movilizó y conmovió el saber que ya no está más.

Un hombre al que no le va a alcanzar el bronce para mantenerlo presente en las generaciones futuras. Sólo las cuerdas de una guitarra van a conseguirlo.

Ven a mí
con tu dulce luz
alma de diamante
Y aunque el sol
se nuble después
sos alma de diamante
Cielo o piel
silencio o verdad
sos alma de diamante
Por eso ven así
con la humanidad
alma de diamante
Y aunque tu corazón recircule
siga de paso o venga
pretenda volar con las manos
sueñe despierte o duerma
o beba el elixir
de la eternidad
sos alma de diamante
Bien aquí o en el más allá
sos alma de diamante
y aunque este mismo sol,
(se nuble después)
sos alma de diamante.

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