“Que florezcan mil flores”, dijo Néstor Kirchner en su sorpresiva paráfrasis de Mao. El imaginario político, tan autocentrado en internas e ingenierías electorales, quiso ver en la invocación del santacruceño sólo una táctica, un gambito propio de las jugadas comiciales. Tal vez haya sido así, quién sabe, pero ahora, cuando el resultado del 23 de octubre ya fue adelantado el 14 de agosto, otras flores florecen.

Miguel Rep, que no ha cesado de dibujar en sus tiras los bajones, alegrías, incertidumbres y esperanzas de los argentinos, dibuja “Artepolis”, operación lingüística y estética que le permite adueñarse de Tecnópolis pero para decir que hace falta un relato similar del arte en sus múltiples manifestaciones. Ya lo había insinuado Horacio González con “Politópolis”, un neologismo que, como trampolín, le permitiría más tarde elevarse a un meditado balance de cuán necesarias se hacen la cultura crítica y la lengua para no sucumbir a la razón tecno-productiva.

Hoy la Presidenta inaugura el Museo de la Lengua, que será dirigido con sensibilidad y solvencia por María Pía López. Mañana, en el Polideportivo de Argentinos Junior, la CTA que dirige Hugo Yasky proclamará, en un multitudinario plenario nacional, su apoyo a la candidatura de Cristina para un nuevo mandato constitucional. Son hechos –y hay tantos otros para señalar- que indican la potente fertilidad de este momento argentino en el que, flores impensadas, comienzan a colorear un paisaje mucho más dado a la grisura de los dogmas que a la policromía de lo audaz y creativo.

No es que antiguas certezas y fundadas convicciones hayan perdido su sentido porque, en muchos casos, la realidad de los últimos años ha sido un motor para su constante actualización. Ocurre que al compás de esta última han surgido también enfoques y propuestas que se atreven a irreverencias que los dogmas condenan por herejes y perjuras. Así, las organizaciones de mujeres persisten una y otra vez en su reclamo por la despenalización del aborto, aunque sesudos parlamentarios y funcionarios diversos pretendan encontrarle la quinta pata al gato. O los movimientos campesinos, desplazados por la expansión de la frontera agrícola, que no cesan de preguntarse si la imprescindible ley contra la extranjerización de la tierra los favorecerá también a ellos o sólo a los terratenientes nacionales. O el caso citado de la CTA, que sin abandonar sus reclamos históricos de autonomía y libertad sindical, reitera la imperiosa necesidad de una Paritaria Social que tenga por protagonistas a los movimientos sociales y afirma que autonomía no equivale a neutralidad suicida y por eso apoya a Cristina para la reelección.

El debate en torno a cuál es el camino para llegar a una sociedad mejor que aquella impuesta por la brutalidad neoliberal, florece en la Argentina de estos días. Y lo hace, además, teniendo como telón de fondo la crisis capitalista mundial que ya lleva en su haber reciente más de 20 millones de puestos de trabajo destruidos, tal como lo acaba de reconocer la OIT. Es verdad que a este debate concurren nuevos y viejos protagonistas (la irrupción de un grupito de familiares de genocidas en medio de la disertación de Ricardo Lorenzetti, presidente de la Corte Suprema, así lo corrobora); pero los más nóveles son actores políticos y sociales hijos de este tiempo histórico y no rémoras del pasado. Así y todo, con la potencia y creatividad que surge de lo nuevo y que, por lo mismo, se convierte en un acicate para insistir en la búsqueda, no habría que menospreciar la tozudez del pensamiento dogmático como barrera cruzada al avance de los cambios, ni la liviandad de cierto pragmatismo político que abjura de todo principio en aras del resultado inmediato.

Es que el anhelo de una sociedad mejor trae consigo una resignificación de la democracia y de la ciudadanía como conceptos, aun de la noción de república, claro; pero esta resignificación es un terreno de litigios, polémicas y disputas en el que el viejo orden no deja de presentar batalla. Lo hace de múltiples maneras e incluso renovadas (piénsese, por ejemplo, en los reciente sucesos en Bolivia, donde demandas sectoriales son apoyadas por acuciosas ONGs financiadas por Estados Unidos y ante las cuales las políticas de diálogo del Presidente Evo Morales resultan minadas por una violenta represión policial, que él mismo no ordenara, y cuyos responsables gubernamentales tendrán que rendir cuentas). Por dentro y por fuera de los procesos de cambio, lo nuevo colisiona con lo viejo en un forcejeo destinado a dirimir el curso definitivo.

Aquí, en Argentina, como en un almácigo que hubiera sido regado y protegido durante más de ocho años, al que pacientemente se le fuesen sacando los yuyos y cuidándolo de las heladas, comienzan a crecer con fuerza las pequeñas grandes flores. Es un momento pleno de vitalidad en el que la naturaleza de las relaciones sociales, así como sus marcas históricas en contradicciones y antagonismos, tienden a expresarse con mucho dinamismo porque es mucho lo que está en juego. Habrá, por lo tanto, brotes de conservadurismo –ese reflejo mecánico y visceral ante lo repentino que acontece- pero este tiempo que despunta es mucho más característico por lo promisorio de su horizonte que por lo ominoso del pasado que deja atrás.

Nadie podrá decir a ciencia cierta que las mil flores de Néstor Kirchner tenían tal o cual significado pero, a estas alturas, tampoco nadie osará negar que ellas ya se muestran y se ven por todos lados. Si así fue como lo imaginó entonces, ahora esta primavera bien puede ser entendida como un cálido homenaje a su memoria.-
(*) Sociólogo, Conicet. Dirigente de la CTA. 28 de septiembre de 2011. ARTÍCULO PARA BAE

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