Cada nuevo aniversario del Cordobazo merece el recuerdo, la acción justiciera y reparadora de la memoria obrera y popular. Esta vez, cuando se cumplen 52 años de aquel 29 de mayo de 1969, nada mejor que escuchar el eco de la voz de un grande para balizar el camino recorrido desde entonces hasta aquí y también para pensar en cómo seguir.
Agustín Tosco, de quien, hace días nomás, recordáramos su natalicio y la proyección histórica de su papel como dirigente de nuestra clase, dijo de aquellas jornadas de 1969: “El saldo de la batalla de Córdoba -el Cordobazo- es trágico. Decenas de muertos, cientos de heridos. Pero la dignidad y el coraje de un pueblo florecen y marcan una página en la Historia argentina y latinoamericana que no se borrará jamás”
El Gringo, como aquellos militantes y dirigentes de su generación que no arriaron las banderas, nunca perdió de vista que los combates que se libraron en las calles de la ciudad de Córdoba, nos dejarían marcados para lo sucesivo. Las compañeras y compañeros caídos, que son el sello de fábrica de nuestras luchas obreras y populares, nunca fueron, ni entonces ni ahora, una estadística de “las bajas”. No está demás subrayar esta característica y menos ahora, en tiempos de pandemia, cuando nuestra gente pelea con denuedo en los frentes más avanzados y sacrificados de lucha contra el virus y, en esa porfía, contamos con dolor nuestros muertos que son, no por acaso, los muertos del trabajo.
El despliegue de coraje de 1969, por lo tanto, no fue un hecho excepcional de nuestra historia porque ésta, bien lo sabemos, reboza de jornadas gloriosas y también de momentos aciagos en los que la furia asesina de los verdugos llegó a nublar el horizonte de la dignidad humana. Pero el Cordobazo, precedido por la huelga de 1968 en el Chocón, fue un salto cualitativo respecto de las duras condiciones que debió sortear la resistencia obrera tras el avance gorila de la “Revolución Fusiladora” de 1955. De hecho, la lucha cordobesa supuso la aparición y visibilización de un sujeto popular, masivo y resuelto a la acción, que había sido prohijado por la confluencia de una parte de nuestra clase con el nuevo movimiento estudiantil surgido tras la Noche de los Bastones Largos de 1966.
En ese sentido, el Cordobazo fue un escalón superior si lo comparamos, por ejemplo, con otro hito histórico de la clase trabajadora como fue la toma del frigorífico Lisandro De la Torre, en 1959, para impedir que el gobierno de Arturo Frondizi lo privatizara. Los obreros de la carne, aunque rodeados de la solidaridad de las barriadas populares de Mataderos y Lugano, tuvieron que sostener su lucha prácticamente en soledad y enfrentándose a un enemigo de clase que, con el exilio de Perón, multiplicaba sus políticas represivas ante la imposibilidad de lograr un consenso social para sus designios. Era la época del Plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado) por medio del cual se justificaba la persecución y la represión directa a toda forma de resistencia popular. Y aunque este Plan se mantuvo formalmente hasta 1961, nada impidió que, un año después, la policía brava secuestrara en la calle a Felipe Vallese, dirigente metalúrgico y miembro de la conducción de la Juventud Peronista, convirtiéndolo en uno de los primeros desaparecidos.
El otro peldaño que precedió al de 1969 fue el Plan de Lucha de la CGT que, en enero de 1964, votó por la ocupación de nada menos que 11.000 fábricas, medida que según estimaciones de la época involucró a más de cuatro millones de trabajadores, primordialmente de las ramas textil y metalúrgica. Las medidas progresivas de fuerza -que con las ocupaciones supusieron una fuerte confrontación con las patronales- tenían como telón de fondo tanto el paulatino protagonismo de las bases obreras de la resistencia peronista, como la táctica hegémonica del vandorismo de “presionar para negociar”. Este rol de la burocracia fue decisivo para neutralizar la potencialidad de esa ofensiva resistente.
De modo que, el Cordobazo, en tanto que reacción popular a la imposición dictatorial, no escapaba a las condiciones generales bajo los cuales la resistencia peronista se enfrentaba desde 1955. Sin embargo, esa potente confluencia de diversos actores sociales, motivados por diferentes reivindicaciones, constituyó en el período la originalidad que puso los cimientos de la ofensiva popular que culminaría con el regreso de Perón y la elección de Cámpora como presidente. Esta ofensiva, corporizada como estrategia de poder en la consigna “Luche y Vuelve”, sólo pudo escalarse y desplegarse a partir de la novedosa alianza práctica de sectores de clases diversas que procurarían reestablecer las bases para un gobierno nacional y popular que les restituyera todo aquello que habían perdido en 1955 y, más aún, que avanzara radicalmente contra el privilegio y la explotación.
Agustín Tosco, que moriría en la clandestinidad en 1975, captó ese momento refundacional del Cordobazo en un balance que, a 52 años de aquella gesta popular, adquiere la trascendencia de un legado para las nuevas generaciones de militantes y dirigentes obreros y populares: “En las fogatas callejeras arde el entreguismo, con la luz, el calor y la fuerza del trabajo y la juventud, de jóvenes y viejos, de hombres y mujeres. Ese fuego, que es el del espíritu, de los principios, de las grandes aspiraciones populares, ya no se apagará jamás”.
Hoy, parados en el borde del abismo que se abre delante de nosotros con el avance de la segunda ola de la pandemia y atravesados por las líneas de fractura que obstaculizan, por acción u omisión, la imperiosa necesidad de una unidad orgánica de nuestra clase, sólo podemos salir de este plano defensivo si incorporamos, otra vez, aquella vieja y siempre renovada verdad en el mundo del trabajo: es preciso construir un proyecto de poder que nos permita, junto a otros actores sociales, encender el fuego del que nos hablara el Gringo, “el de los principios y las grandes aspiraciones populares”. Y la otra enseñanza que no debiéramos olvidar es que ese fuego, para que caliente la esperanza de todo un pueblo, debe venir desde abajo.
Por último, y a modo de recordación y homenaje a los millares de protagonistas anónimos de aquella gesta histórica de mayo de 1969, adjuntamos a estas líneas un aporte realizado por la Comisión y Archivo Provincial de la Memoria de Córdoba, cuando se cumplieron, en 2009, cuarenta años del Cordobazo. Se trata de “Topografía de la Rebeldía”, un excepcional material histórico que posibilitará, a las nuevas generaciones de militantes, una visión documental de los sucesos que hoy conmemoramos con orgullo. https://apm.gov.ar/sites/default/files/topografiadelarebeldia.pdf
(*) Secretario de Comunicación de la CTA de los Trabajadores.
Publicada originalmente en: https://www.acnoticias.ar/el-cordobazo-a-52-anos-de-una-ensenanza-que-no-debemos-olvidar/