La destitución de Dilma sin que fuera acusada de ni un solo hecho de corrupción, fue el primer capítulo de un golpe de estado en Brasil, que tenía como objetivo detener un nuevo gobierno del PT y hacer retroceder los derechos adquiridos durante los años de gobierno popular.

Luego vino una reforma a la Constitución y una batería de leyes y medidas de ajuste brutal para los más pobres. Además militarizaron Río de Janeiro, pusieron un militar como ministro de Defensa, asesinaron a Marielle Franco. Pero la tarea no estaba completa si no se evitaba que Lula, el amado del pueblo, fuera presidente. El rechazo al habeas corpus viene a consumar la terrible injusticia, iniciada por el juez Moro, que sin pruebas condena al ex presidente en una causa totalmente inventada, sin pruebas, sin testigos creíbles. Pero todo vale para el poder. Y quieren dar un mensaje claro a la región. Que no se les ocurra a los pobres, a los trabajadores, pretender gobernar.

La democracia en Brasil está herida de muerte, pero el pueblo sabrá responder en las calles y con organización popular defenderá a Lula y a sus sueños.

Oscar Laborde
Director IDEAL (Instituto de Estudios de América Latina)

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