Unas 1600 familias tomaron un predio en la ciudad bonaerense de José C. Paz. El alto precio de los alquileres y las pocas facilidades para comprar fueron motivos suficientes para ocupar desde fines de enero un terreno de unas 100 hectáreas que permaneció vacío los últimos 60 años. Fuerte presencia de movimientos sociales enrolados en la CTA.

En diálogo con uno de doce los delegados por manzana, Sergio Ríos, contó a esta Agencia que la toma se inició el 24 de enero: “A mí me avisó un compañero y yo me vine de inmediato. A las 9 de la mañana del 24 de enero entramos acá. Todos los vecinos que están acá en la toma, son compañeros. Algunos somos del Frente Transversal, pero también hay de otras organizaciones, varias de ellas de la CTA. Nos fuimos avisando por mensajes de texto. Éramos como hormiguitas, marcando el terreno, tratando de respetarnos los 10 o 15 metros, más o menos como nos íbamos organizando con los frentes”, describe Ríos, que tiene 38 años, trabaja como portero de escuela y tiene tres hijos. Y luego agrega: “yo nunca tuve casa propia. Cuando mi señora quedó embarazada del más grande, que ahora tiene 20 años, vivíamos en la casa de mi papá”.

El barrio, que está en pleno proceso autogestionado de trazado de calles, diagramación de terrenos y disposición de espacios públicos, ya tiene nombre: Unión Néstor Kirchner. Queda entre las calles en la Derqui, Bulnes, Tomás Guido y Rodriguez Triana, en el límite de José C. Paz con San Miguel y Moreno. Por lo pronto, son terrenos de diez metros de ancho, delimitados con hilos, que están sostenidos por fierros o maderitas clavados sobre la tierra. Adentro, cada cual se las ingenia como puede para permanecer ahí: con casillas de madera, carpas o lo que se pueda.

Sergio, ¿cómo es el día a día?

- Y... con mucho miedo, con incertidumbre de no saber si nos van a venir a desalojar. Ayer (por el martes) a la tarde nos cortaron la luz. Estábamos enganchados, los vecinos reclamaron y la gente de Edenor nos cortó. Después, en lo cotidiano, es como en cualquier barrio. Nos pedimos prestado aceite, azúcar. O si uno se va, le dice al vecino “che, mirame la casa que me voy un rato”. Si no, estamos comunicados por celular, porque muchos de día no están porque trabajan. De noche somos un poco más, hay más gente. Un poco por miedo a que te roben lo poco que tenés. Pero es un problema ubicar a los chicos, porque de noche es cuando más cosas pasan.

¿Qué cosas pasan?

- Por ejemplo, hay grupos de choque que venden los lotes a varias personas a la vez, entonces a la noche los vienen a buscar para sacarlos. También hay robos o quemas. Acá la Policía no entra, porque es una toma. Y los fines de semana se pone un poco pesado el asunto.

No es sencillo sostener una toma. Sobre todo si es la primera vez y todas las experiencias son enseñanzas. Cómo hablar con vecinos que no están por necesidad de una vivienda, sino para mandarse una avivada; cómo actuar frente a la Policía o a la Intendencia, para poder quedarse en el terreno son algunas de las cosas que los delegados como Sergio están aprendiendo desde hace un mes y medio.

En ese sentido, esta semana los delegados y sus abogados participaron de una reunión con el juez Mariano Agustín Chausis, quien entiende en la causa, y en la que también participaron las autoridades municipales, los apoderados legales de los dueños y enviados de Agua y Saneamientos Argentinos (AySA). Allí, se les informó que la Municipalidad está dispuesta a acompañar el proceso del barrio en el lugar- para el que tenían planeado la creación de un parque industrial- a medida que se vaya desarrollando en buenos términos. Asimismo, se les notificó a los delegados que los dueños están dispuestos a vender la tierra a los que están ocupando. Y el área de Aguas se hizo presente para notificarles que la única bomba que hay en la toma extrae agua que no es apta para el consumo humano. Y se pautó volver a reunirse dentro de 15 días, tiempo en el que se realizará un censo que servirá de base para el otorgamiento de tierra.


“La negociación es como estar peleando las paritarias”

Norma Aramayo, militante del Frente Transversal, está asesorando a los delegados en todos los menesteres que conlleva una toma. Es que Aramayo, vive en el Barrio 2 de Abril que comenzó con una toma en 1987. Aramayo forma parte de un grupo de militantes que participan de la toma, aunque no pertenecen a ella, para darle información a la gente de la toma sobre cómo organizarse: “desde varias organizaciones nos contactamos con los compañeros para acompañar la toma. Se está ayudando a que se consolide por dentro, con delegados por manzana y fortaleciendo la iniciativa para que no se consolide en una villa y se transforme en un hábitat. Los lotes son de 10 metros por 30 y ya se dejó espacio para la cancha, la escuela, una salita y una plaza y ya se hizo el posteado de luz. Todo eso se va a profundizar a medida que brindemos acompañamiento y no dejemos sola a esta gente, desde las organizaciones que tenemos todas las herramientas para ayudar a los vecinos y compañeros, que parte del 54% del proyecto nacional y que necesitan que se dé la discusión de la tierra”.

En ese sentido, y frente a las tormentas que los ocupantes tuvieron que enfrentar, se están organizando jornadas solidarias para recaudar ropa, calzado, colchones y alimentos, que se están juntando en la CTA Nacional (Piedras 1065). “Lo empezó la regional de José C Paz, San Miguel e Islas Malvinas, porque con la última tormenta mucha gente se quedó sin nada”, describe Aramayo, que también agrega que en plan de colaborar “estamos organizando para que vayan promotores de salud para trabajar en el lugar, para concientizar a la gente todo lo que significa estar en un lugar con una instalación precaria de luz y con poca agua”.

El barrio donde vive Aramayo, 2 de abril, queda en Villa Madero, en la colectora de la Autopista Ricchieri y Tompson. “Esa toma empezó en 1987 con el mismo objetivo. Pero ahí no había un gobierno nacional y popular y no había políticas de vivienda tampoco. Pero había necesidad de poder tener un techo digno para nuestros hijos. Yo tenía 17 años y una beba de 4 meses y nos enfrentamos con la policía y no teníamos agua, sin luz, porque no teníamos dónde vivir. Éramos 220 familias y nos organizamos en asambleas. Con el tiempo, logramos comprar los terrenos, somos propietarios y tenemos cloacas y agua corriente. Hemos construido un centro comunitario, tenemos un polo educativo donde hay una primaria, dos secundarias y un jardín de infantes. Nos falta el pavimento y terminar algunas viviendas y ya vamos a dar por concluida una etapa”.

Luego Aramayo concluye: “esta etapa de la toma es muy importante. La negociación con la intendencia y los dueños de la tierra es como estar peleando las paritarias. Es una batalla semana a semana, con las reuniones con el juez, los abogados, las autoridades municipales. Cada semana es una lucha de poder seguir estando en el espacio. Imaginate un barrio, una toma entera que está a la espera de una llamada para definir si se prepara para bancar el desalojo o si les dicen que se quedan. En nuestra toma nos sentíamos más solos. No había un proyecto nacional y popular. Era a garrote, nomás. Pero si se logró en el ’87, ¿por qué no se va a poder ahora?”

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