Artículo publicado en el diario Tiempo Argentino, edición del 6 de enero de 2012.

Algunos ruidos que surgen de las entrañas del poder económico local y el frente de tormenta cada vez más amenazante de la crisis global, nos llevan a avizorar un año en el que atravesaremos zonas de turbulencias.

El abrumador triunfo de Cristina Kirchner frente a una oposición fragmentada y sin rumbo, más el hecho de que en 2012 no hay calendario electoral, harían presagiar un año tranquilo. Sin embargo, algunos ruidos que surgen de las entrañas del poder económico local y el frente de tormenta cada vez más amenazante de la crisis global, nos llevan a avizorar más bien un año en el que atravesaremos zonas de turbulencias.
En relación con lo primero, las cuatro corridas cambiarias en las que jugaron duro grupos empresarios de la fracción del capital más hostil a las políticas del kirchnerismo, dejan claro que el núcleo duro del capital no va a esperar los tiempos del próximo turno electoral para volver a la carga contra lo que considera un gobierno que, sobre todo a partir de la batalla del 2008 por la Resolución 125 y todo lo que vino después, pone en riesgo sus intereses y la garantía jurídica a futuro de la intangibilidad de sus privilegios. Más allá de la gestualidad amistosa entre Cristina Kirchner y De Mendiguren para las cámaras, los machos alfa de la manada empresaria están contrariados porque mientras en los países que ellos consideran serios –Grecia, España, Italia– funciona a full la picadora de carne humana del ajuste, “aquí seguimos perdiendo el tiempo con medidas populistas”.
Tienen la determinación de seguir en actitud beligerante y tienen en sus manos un poderoso instrumento, la inflación, que hasta el momento han sabido utilizar para neutralizar los avances de la participación de los trabajadores en el ingreso. Todo hace pensar que a medida que transcurra el 2012 y de acuerdo a lo que pase en las negociaciones paritarias que ellos intentaran tirar hacia abajo, esa beligerancia irá en aumento. Cuentan además con el poder de fuego de los multimedios, para los cuales después de la sanción de la ley que declara de interés público la fabricación de papel para la prensa, ya no hay retorno en su lucha a todo o nada contra el gobierno. A través de la metralla mediática van a intentar imponer, en la disputa simbólica, las reglas del juego culpabilizando a la supuesta “insaciable demanda salarial” por el recalentamiento de la economía y presionando al gobierno para la imposición de techos en las discusiones paritarias. Las torpezas políticas y la falta de sensibilidad social de algunos gobernadores del oficialismo, Peralta en Santa Cruz por ejemplo, pueden terminar sumándole impensados aliados a estos sectores.

El otro gran factor de riesgo para el 2012, el impacto de la crisis financiera y económica de las naciones del Norte en la región y en nuestro país, constituye ya más que una amenaza una realidad concreta que empieza a generar una fuerte tendencia a la desaceleración del ritmo de crecimiento de la economía.

Este amesetamiento del crecimiento va a ser un foco de profundización de las tensiones que durante la anterior etapa que fue de fuerte expansión hasta el 2007, quedaba disimulada en una especie de coexistencia en que los trabajadores recuperábamos salario y los grupos empresarios se beneficiaban con altísimos márgenes de rentabilidad.

Esa coexistencia que, como dice Eduardo Basualdo en su último libro Sistema Político y Modelo de Acumulación, fue posible porque había jugosas ganancias empresarias y simultáneamente mejora significativa en la calidad de vida de los asalariados, ya no será posible en todos los casos a medida que avance el 2012 en el nuevo escenario dominado por la crisis que se expande y profundiza desde el Norte, si como todo hace prever se reducen las cantidades y los precios de las colocaciones en el exterior.

Por esta combinación de factores el 2012 puede ponernos frente a un cuello de botella en relación con la continuidad y profundización del proceso distributivo, tal como venimos reclamando. El tema es que el modelo económico y social instaurado en la Argentina a partir del 2003 sólo es sustentable asentado sobre la dinámica de la expansión permanente del poder de consumo de los sectores populares, lo que significará el reto de atravesar sí o sí ese cuello de botella.

Y este es el gran desafío que nos plantea este 2012. Para lo cual resulta impostergable una nueva avanzada para hacer más justa la distribución de la renta, poniendo la lupa sobre las utilidades extraordinarias de sectores concentrados de altísima rentabilidad y adoptando políticas activas que incrementen la participación de la pequeña empresa y del sector estatal en el proceso productivo.

Todo esto requerido por la urgente necesidad de atacar el núcleo duro de la desigualdad en la Argentina que es la grieta profunda en la que todavía se encuentra el 35% de los trabajadores y trabajadoras no registrados. Una masa enorme de asalariados desprovistos de derechos, con remuneraciones por debajo del mínimo y que sólo participa de las pérdidas.

Romper este cuello de botella exigirá del gobierno la misma determinación y energía en la definición de las políticas públicas, que la que se desplegó en el conflicto por la Resolución 125 que constituyó a nivel de la confrontación con los poderes fácticos la divisoria de aguas que después hizo posible la recuperación del Sistema Jubilatorio y la Asignación Universal por Hijo.
Esa es la disputa principal que tenemos por delante los sectores populares en este 2012 que se inicia.

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