Texto y fotos India Rodríguez
Ayer se presentó en el Foto Club Buenos Aires la Muestra fotográfica “Miradas Cruzadas” de Claudio Scheinkman. En la actualidad la imagen ha tomado una preponderancia inaudita a la que las nuevas tecnologías han elevado a niveles nunca vistos. Asistimos a la Edad de la Imagen, buena parte de este fenómeno es la mirada del otro pero también es ésta la que constituye el nosotros.

Claudio Scheinkman, músico de profesión, profesor del Foto Club Buenos Aires y una larga trayectoria en el arte fotográfico. Presenta esta serie de imágenes tomadas durante los sábados en la Avda. de Mayo y el cruce de miradas que la cámara eterniza. Borges, en uno de sus versos habla de un cuchillo olvidado en el fondo de un cajón. El tiempo transcurre hasta que un día cobra acción. A Claudio las cámaras fotográficas lo fueron “cercando” desde generaciones anteriores - su abuela, su padre poseyeron cámaras fotográficas - hasta que lo alcanzaron, al punto tal de competir con su otra pasión, la música. De estos demonios cuenta una mañana en su casa de Nuñez.

- ¿Cómo apareció la fotografía en su vida?
A la fotografía llegué medio de casualidad. A los dieciocho años tenía un amigo que había comprado una cámara, así que cuando pude juntar unos pesos, me compré mi primer cámara Réflex. Una Practika que me costó bastante juntar los pesos. Empecé a sacar fotos, un poco por mi cuenta, hasta que decidí hacer un cursito en el Club Ciudad. Era la época en que los clubes estaban mejor y los clubes más grandes tenían su departamento de fotografía. Además teníamos la opción de usar el cuarto oscuro para hacer las copias. En la semana, iba pedía la llave y copiaba.

- ¿Comenzó en blanco y negro?
Sí. Saqué algún rollo en color, cuando me fui de luna de miel. Pero, después en los cursos era blanco y negro. Si bien, no había internet, trataba de recabar por mi cuenta la mayor información posible de cómo eran los procesos. Hice blanco y negro más de veinte años. Nunca orientado a hacer algo profesional o vivir de la fotografía, el sustento lo ganaba con mi otra actividad, la música.

- ¿Cuando se acerca a la fotografía ya estaba estudiando música?
Sí. Estaba en el Conservatorio Municipal estudiando contrabajo.

- Siempre, ¿contrabajo?
Empecé jugando con la guitarra, coquetee con la guitarra eléctrica y pasé al bajo eléctrico. En un momento, de qué quiero hacer con mi vida, pensé que un instrumento de orquesta era más apropiado para mí.

- Apropiado, ¿por qué?
Más importante que el instrumento que usas, es cómo tratas de hacerlo. A mí me gustaba, fundamentalmente, la música. Entonces, la búsqueda era qué instrumento, el medio por el que podía acceder al universo de la música y como ya era un boludo grande, me convenía un instrumento afín a lo que venía tocando. En cierto modo, era la misma tesitura, el mismo registro, cumple la misma función dentro de la estructura musical, así que parecía el salto más natural. No sé si uno elige el instrumento por afinidad o es el instrumento el que lo va moldeando a uno.

- El acercamiento a la música y la fotografía, en su vida, son contemporáneos..
Primero, fue la música. Después, en un momento dado la fotografía se puso a la par. Una actividad artística es como un contrapeso a la música. Trabajo con sonidos, cuando uno emite un sonido, éste ya no está más. Es un tipo de actividad ligada al aquí y el ahora. Incluso, aunque dejes un registro grabado. Lo que queda es un recuerdo, una sensación. Uno trabaja con algo que no es tangible y por ahí, tiene la necesidad de que algo permanezca fijo.

- Pero tampoco la imagen está...
Eso es verdad, pero puedes sacar una foto que tienes guardada y ahí está el momento. En cambio el sonido ya pasó y aunque escuches una reproducción no podés perdurar, ese único sonido, en el tiempo. Es algo que fluye. En cambio la imagen, más allá de que los que fluyamos seamos nosotros, permanece ahí. Por otro lado, la fotografía como la música es una actividad relativamente solitaria. Cuando uno hace música para el público, ahí sí puede ser una actividad grupal, de la misma manera que cuando haces clic con la cámara es el momento en que interactúas con las personas o con el ámbito. Para mí hay muchas analogías.

- También está el tema de la técnica y el virtuosismo que exige una actividad y otra...
Hay una relación absoluta, en cuanto al instrumento. No sé si por que mis maestros eran de otra época, pero en el estudio de un instrumento hay mucho cuidado, por hacer las cosas, técnicamente, lo más prolijas posibles. Y quizá sea una de las contras que tiene el músico profesional. Está tan preocupado por que todo sea técnicamente perfecto que, posiblemente, no disfrute ciento por ciento lo que está haciendo. Si uno tocó un concierto, pero metió la pata y por ahí el único que se enteró es él y el que está al lado. Para el músico, en general, chau toqué, un desastre. En ese sentido sí hay que tener un cuidado por la cuestión técnica y en cierto modo, después se traduce en cómo uno trata de hacer fotografía. El tema es ese, poder equilibrar. Que haya contenido, sostenido por la técnica.

- ¿Hasta dónde es posible una cosa o la otra?. ¿Necesariamente tiene que estar este equilibrio? ¿Puede existir una fotografía genial sin técnica o viceversa?
Depende del marco desde el cual observes. La fotografía tiene la posibilidad de congelar algunos momentos únicos. Desde ese punto de vista, la técnica no es tan fundamental como registrar el contenido.

En general, en fotografía y en cualquier arte, el talento es un diez por ciento y un noventa de transpiración. Es decir, la idea o lo que ocurre es un instante y el resto es cómo llevo a la práctica ese instante. En ese aspecto, la técnica es súper fundamental, pero no lo más importante. Es el cimiento.

- Dar clases, ¿ayuda en este sentido?
La mejor manera de aprender, es tener que transmitir lo que uno cree que sabe. Hice un salto enorme a partir de tener que enseñar. No sé si el salto se aprecia, pero sí se siente internamente. ¿Por qué? Por que tenés que poner muy en claro lo que sabes y quieres transmitir. Poder transmitirlo de manera diferente si algún alumno no lo entendió. Te fija, un montón de conocimiento disperso y por otro lado, te obliga a actualizarte y resolver cosas nuevas y hasta por ahí, también, cambiar el punto de vista. Uno puede machacar un montón de cuestiones y se convierte en algo repetitivo. Pero después, en un momento parás un poco y decís: ¿tiene que ser tan así? Lo mismo que la técnica, en fotografía digital, ¿cuánta nitidez necesitás? ¿Por qué las líneas de una imagen tienen que estar cortadas con un bisturí? Con el tiempo hay un nuevo acomodamiento interno y eso lo movió tener que enseñar.

- Trabaja en el Foto Club Argentino, cómo se podría caracterizar el mismo ante la actual explosión de ofertas cursos de fotografía. ¿Puede decirse que hay una cierta tradición ligada a la fotografía en este espacio?

Puedo hablar de lo que es la Escuela, no de lo que es la estética fotoclubista

- Que la hay…
Y que en algún momento habrá servido. Tal vez sea ahora un nicho, una pequeña parte de la oferta. En cuanto a la enseñanza, en general, los clubs de fotografía han tenido un interés fundamental por la cuestión técnica. Mucha gente dice si quieres aprender bien las cuestiones básicas de la fotografía, andá a un fotoclub. Hay un regodeo de la técnica, lo cual no me parece mal, por que en definitiva uno puede llegar a tener un buen sustento. El tema, es el contenido de la imagen en ese aspecto, no es tanto lo que puede ofrecer, o de repente hay que buscarlo en otro lado. En ese sentido, no se pisa con la oferta de otras escuelas de fotografía, sino que se complementan. Susan Sontang, decía que el aficionado confunde una fotografía linda con un contenido lindo. Pero no necesariamente, una fotografía puede ser muy linda y el contenido ser terrible. Son cosas distintas.

- En el océano de tecnologías en la cual está inmersa la fotografía, ¿qué avizora?
La tecnología me desvela, pero la idea es que sea cada vez menos. La tecnología y sus elementos cambian demasiado rápido. Antes se compraba una cámara analógica y era muy raro que se la cambiara, eventualmente, incorporabas otro lente. Te preocupabas más por sacar fotos, hoy día, como la película viene con la cámara, cuando compras una cámara estás comprando el sensor... Por un lado, la cámara es importante, pero por otro lado te bombardean con tantos nuevos modelos, que uno debe decir, dejémonos de embromar y saquemos fotos. Esta sobreexposición de imágenes se da también con el tema de las Redes Sociales, hiciste una foto y a los diez minutos la subes a la red. En media hora nadie recuerda nada. Es demasiado.

- Va hacer una colgada en el Fotoclub...
Sí, “Miradas Cruzadas”, el leiv motiv. Por cuestiones de laburo, los sábados ando por Avda. de Mayo y alguna actividad hay. Lo interesante es ver cómo la gente se muestra o cómo quieren ser vistos. Pero también como uno los ve. De repente, se encuentran las miradas del fotógrafo con la mirada del fotografiado y genera esa complicidad o no. Ellos ven que estás robando una imagen y vos también, ves que ellos te miran. Se produce algún tipo de feedback y el click. Hay miradas. Eso es lo que motivó y me interesa mostrar.

- Recuerdo haber visto tomas anteriores, mas bien abstractas. En la serie Miradas, se observa un acercamiento, compromiso. ¿Cuál es el momento en que se produce el quiebre entre estas dos miradas?
Es algo que se va procesando. Decía, cuánta nitidez hace falta en una imagen, al plantearme estas cuestiones desde el punto de vista técnico. También uno se va preguntando si puede permitirse que una foto no esté nítida, ciento por ciento perfecta, hubo un quiebre en ese sentido... Y por otro lado, en cuanto al contenido, empezar a agregar figura humana, tiene que ver con un cambio interno o la necesidad de no comunicarme tanto con las cosas y más con la gente.

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