Desde la llegada de Mauricio Macri al gobierno, las y los estatales somos blanco de la ráfaga de odio que disparan día a día los funcionarios del Ejecutivo hacia el pueblo estatal. Esta secuencia de persecución, que incluyó la revisión de los perfiles de nuestras redes sociales, con despidos dirigidos a las y los trabajadores con militancia política, tildados de grasa militante, o definidos como “los ñoquis del Estado”, han causado un ámbito de trabajo que día a día es hostil, angustiante y tóxico.

Así funciona el Estado hoy, pero ¿cómo es vivir sin trabajo? ¿Cómo era tener una vida planificada con una rutina laboral, un horario, una tarea, una función? ¿Cómo era sentirse útil en una sociedad y cómo era ser parte de un engranaje que funcionaba y garantizaba derechos a un pueblo? Esa pregunta es la que nadie quiere que le hagan y la que ninguno con trabajo se anima a imaginar.

En el ex ministerio de Agroindustria esta política de ajuste, persecución y maltrato nos acorraló en cada rincón del país. Este mes se cumplieron tres años de las muerte de Melisa Bogarin, una joven trabajadora del INTA que se descompensó y murió al saber que no le renovaban el contrato.

Maximiliano Taddeo Costa, se suicidó dentro del ministerio en diciembre pasado. Roberto Billard, el 28 de noviembre sufrió también un ataque al corazón dentro del Ministerio. Juan Carlos Cabrera falleció de un infarto en las oficinas de Senasa el pasado 5 de febrero del 2018. Guillermo Guerra, delegado de ATE Agroindustria, murió de un infarto en su casa el 7 de julio pasado.

Esta semana nos tocó lamentar otra víctima del ajuste, el hostigamiento y el abandono. Juan Sebastián Abbona, trabajador de Senasa en Mendoza, se suicidó el jueves con apenas 33 años, tras un año de haber sido despedido, hecho que lo sumió en un cuadro depresivo. Hoy no está más con nosotros, como Melisa, Maximiliano, Roberto y Juan Carlos. Son víctimas de la “gestión” de Etchevehere, víctimas de la desidia y el maltrato del Estado. Son, claro está, muertes evitables.

Estas personas dejaron hijos, hermanos, padres, parejas, sobrinos, amigos destrozados. Compañeros y compañeras que no los olvidan. Fueron despedidos de a cientos y recordados por miles. Son las víctimas de Macri, del liberalismo, las víctimas de un sistema pensado para profundizar la desigualdad social, un sistema que nos empuja al abismo, que encierra a los trabajadores y trabajadoras en una tristeza profunda. Es un sistema que te ahoga y te asfixia.

Macri tiene fecha de vencimiento, y el pueblo lo sabe. Las y los estatales no son los únicos muertos que carga el presidente en su haber. Santiago Maldonado, Rafael Nahuel y tantos otros también son víctimas de políticas y decisiones que conducen inevitablemente a la muerte. El presidente debe pedir perdón al pueblo argentino. A las familias a las que les arrancó un ser querido, y a las que ha dejado desmembradas para siempre.

Son las muertes del pueblo trabajador, duelen con el alma, y no tienen forma de reparación. Son las muertes sociales que genera un mal gobierno. Debemos pensar en los miles que no tienen trabajo, que tienen su vida dada vuelta. A todas y todos ellos les diría que resistan, pero le pediría que además no terminen con su vida, que los necesitamos, porque vamos a reconstruir la Patria. Vamos a salir adelante, a volver a generar políticas de inclusión, vamos a volver a sonreír.

No le regalemos a la derecha el placer de vernos morir. No le demos el gusto a la oligarquía de gozar con el dolor del pueblo. Resistamos, defendamos los puestos de trabajo, alcemos las banderas de la victoria en memoria de cada compañera y compañero muerto por este Gobierno. Otra Argentina es posible, pero con nosotros vivos, libres y peleando por el otro, por la otra.

* Daniel Catalano: Secretario general de ATE Capital. Secretario adjunto CTA de los Trabajadores.

Fuente: Página/12

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