En las recientes elecciones se implementó por primera vez la ley de paridad. Analizando los datos de todo el territorio nacional, nos encontramos con los siguientes resultados: hubo 52 listas que lograron ingresar diputados nacionales. De ellas fueron encabezadas por varones 43 y sólo 9 por mujeres. Esto nos da un porcentaje aproximado de un 83% de cabeza de lista masculina, una cifra por demás elocuente. Si vamos a la cantidad de ingresantes por género, el resultado también es contundente: entraron 78 diputados frente a 52 mujeres. Lo que resulta en un 60% frente al 40%. Una cifra más cercana al 33 de la ley de cupo anterior, que a la aspirada paridad de la normativa vigente.

Los varones tienen más permanencia, reelección y rotación en todos los cargos en los distintos poderes del Estado. Una realidad que compartimos con la mayoría de los países del mundo. Una primera conclusión es que la cultura patriarcal sigue siendo dominante, a pesar de los enormes avances en la presencia femenina en la política. Lo que pone en evidencia que el poder, las roscas y las decisiones de la política no cambiaron significativamente de género. La segunda evidencia nos está demostrando, que con la ley tal cual fue sancionada, no alcanza para cumplir con el laudable y justo objetivo del fifty fifty.

Para seguir sumando interrogantes a la normativa actual, nos encontramos con que debido a la mayoritaria rotación masculina, al momento de los reemplazos los varones que están atrás, incluso hasta suplentes, tienen más chances de ser legisladores, superando a las mujeres candidatas mucho mejor posicionadas originalmente en la lista.

Esta situación nos demuestra que cuando de cambio cultural se trata el debate, las medidas de acción afirmativa tienen que establecer piso, pero nunca techo para las mujeres. De todos modos es un debate respecto a la recientemente sancionada ley de paridad que nos deberemos dar en el futuro, para lograr el objetivo de una verdadera democracia paritaria. Igual ahora nos urgen otros peligros.

Se pretende concretar los reemplazos -ante renuncias- de diputados electos en las listas de 2017, conformadas con la Ley de cupo del 30%, con la norma actual de paridad, siendo que en la lista anterior podía haber 2 varones consecutivos y luego una mujer. Para ser claras, se intenta para listas conformadas SIN Paridad, que rija el reemplazo de las listas paritarias. Como ya sostuvimos, la danza de nombres de diputados para irse a los ejecutivos es abrumadoramente masculina. Si avanza esta interpretación, se consumará una trampa: por lo menos siete mujeres que tienen posibilidad de ingresar como diputadas nacionales, van a quedar afuera. No podemos aceptar que se invoque la aplicación retroactiva de una ley que buscó mayor participación de las mujeres en perjuicio de ellas, afectando derechos adquiridos y perpetuando la desigualdad de origen.

La legislación anterior determina que ante renuncia se reemplaza por el siguiente de la lista, excepto en el caso de las mujeres donde existen antecedentes que para garantizar el cupo, ante renuncia de mujer se reemplaza por mujer, ya que el cupo es una medida de acción afirmativa. Teniendo en cuenta además que el objetivo y espíritu inequívoco de ambas normas, ha sido favorecer la presencia femenina en los cuerpos legislativos.

Estamos frente a la posibilidad de consumación de una inesperada y novedosa artimaña patriarcal. Maniobra que no contará ni con nuestra complicidad ni con nuestro silencio.

Estela Díaz: secretaria de Género de la CTA
Mara Brawer: secretaria de la Mujer del PJ CABA. Diputada (MC)

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