“Con una mano llevaremos el voto y en la otra mano llevaremos el fusil porque están preparando, no tenemos ninguna duda, cualquier otro tipo de trampa, de subterfugio a fin de impedir que el pueblo llegue al poder. De todos modos vamos a llegar. Son las movilizaciones populares y la lucha permanente del pueblo las que han obligado a estos militares cipayos a dar esta coyuntura electoral. Desde el gobierno, sin haber prometido absolutamente nada, porque no podemos prometer, la única promesa es cumplir con los mandatos que el pueblo nos dé y reconstruir esta patria destruida por los últimos gobiernos que lo único que han hecho es subyugar a nuestro pueblo”. (Atilio López – acto de campaña electoral 1973)

Se cumplen hoy 46 años del brutal crimen del compañero Atilio López, cometido impunemente por la Triple A de López Rega. Sucedió en 1974, el 16 de septiembre, una fecha muy dolorosa para el peronismo.

El “Negro” Atilio López, al igual que nuestro Gringo Tosco, se destacó como un dirigente combativo y comprometido con el movimiento obrero y la democracia. Había arribado a Buenos Aires esa semana de septiembre para reunirse con funcionarios nacionales por cuestiones laborales. No era fácil su situación después del golpe de Estado asestado por Antonio Navarro, Jefe de la Policía de Córdoba, el 27 de febrero del 74, que fue parte de la ofensiva de la derecha peronista a los gobiernos provinciales de inclinación combativa como el de Ricardo Obregón Cano y Atilio López. El “Negro” era un dirigente honesto que no aprovechó sus cargos de Secretario General de UTA y de vicegobernador de Córdoba para acumular fortuna a expensas de sus compañeros y del pueblo. Este viaje también era una buena oportunidad para ver jugar a su adorado Talleres frente a River. No lo pudo hacer. Esa noche fue secuestrado y su cuerpo junto al de su amigo Juan José Varas aparecieron acribillados a orillas de la Ruta 6, en Exaltación de la Cruz, prov. de Buenos Aires. Estaba desfigurado por los más de 130 disparos que impactaron en su humanidad. Así estaban las cosas en aquellos tiempos ya tormentosos.

Trabajador y militante

Sus padres le pusieron como primer nombre Hipólito en honor a Irigoyen y porque además compartían los ideales del radicalismo. Asistió a la ex Escuela Olmos (justo en frente hoy se sitúa la escultura de Agustín Tosco), aunque abandonó la primaria para dedicarse al trabajo y al deporte. Con 15 años era cadete en una fábrica de galletas y a los 21 ingresó de chófer a la empresa de transporte CATA. En 1952, se graduó en la Escuela Sindical de la CGT.

Como la mayoría de los trabajadores cordobeses se identificó con el peronismo. Cuando se produce el golpe militar que derroca a Juan Domingo Perón el 16 de septiembre de 1955, el “Negro” López era delegado de UTA pero también un militante de la resistencia peronista. Durante la “Revolución Fusiladora” dirigió la primera huelga contra el régimen, abrazando el programa obrero de La Falda. Al igual que muchos peronistas sufrió su primera prisión donde será torturado reiteradas veces por la dictadura de Aramburu.

En 1956, a la edad de 27 años, se convertirá en el máximo dirigente de la Unión Tranviario Automotor y ocupará el cargo de Secretario General de nuestra CGT Regional tras conseguirse su normalización en 1957 gracias a la dura resistencia de los trabajadores organizados. La CGT Córdoba fue la primera de las regionales intervenidas por los militares en recuperar su carril democrático. De esa conducción encabezada por Atilio López, que fue elegida en la Unión Obrera Molinera, participó entre otros el renombrado abogado laboralista Lucio Garzón Maceda. Con estos conceptos lo recordará: “López, en su acción produjo una síntesis revolucionaria, darle a la clase trabajadora de Córdoba el rol de contrapoder político. Tenía claro que el hecho sindical trasciende lo salarial para transformarse en una tendencia política que plantee los principios programáticos de la clase trabajadora. La CGT tuvo ese proyecto y López fue quien preservó ese ideario con mayor honestidad y a veces intransigencia. Si bien compartía con Tosco y Torres una amistad, galvanizaba a los sectores peronistas legalistas, los más decididos a apoyar políticas de cambio. Pese a estar identificado con el peronismo combativo, ejercía la independencia y la autonomía. No era manejable y eso enaltece su figura.

Fue un innovador en los métodos de lucha. Mucho antes del paro activo del 69 desarrolló dos huelgas de la CGT cruzando los ómnibus en los puentes de acceso al centro para facilitar la movilización y para impedir que las fuerzas represivas de la `Libertadora` actuaran. Fue un gran caudillo sindical con un alto contenido de formación política, sin perder de vista su raigambre popular. Elevó los programas obreros de La Falda y Huerta Grande”.

A finales de la década del 60 y a principios de los 70, volverá a conducir la histórica CGT Córdoba con Agustín Tosco como su Secretario Adjunto, estando alineados con la también combativa CGT de los Argentinos liderada por el compañero Raimundo Ongaro.

En aquella antigua sede de la CGT de Av. Vélez Sarsfield 137, el “Negro” junto al Gringo y Elpidio Torres del SMATA, entre otros dirigentes, resolverán la realización del paro activo del 29 de mayo del 69 que desembocará en el Cordobazo, que unos meses después terminará con la dictadura de Onganía. Luego, en 1971, encabezarán el Viborazo que se gestó desde nuestro complejo de Villa Revol y en la planta de FIAT de Ferreyra.

Su salvaje asesinato

La noche del 16 de septiembre de 1974, Atilio López estaba esperando en un hotel de Once a un funcionario del gobierno nacional. Se había vestido para la ocasión con traje y corbata. Al lobby del hotel llegaron unas personas con quienes salió sin mostrar nerviosismo o temor. Más tarde, el desenlace sería fatal y quedará el interrogante de una traición, moneda corriente en esa época. Después del Navarrazo, había perdido influencia y contactos; en nuestra provincia el interventor Lacabanne inició una ola de persecuciones y asaltos a organizaciones gremiales y políticas que protagonizaron las inolvidables luchas de un sindicalismo clasista y combativo.

Atilio López nunca dejó de ser peronista. Era lo que había aprendido a hacer desde joven y era lo único que sabía hacer. Quienes lo conocieron ponderan su honestidad, sus convicciones y su sentido del humor. Era querido y respetado hasta por sus adversarios; generoso, empecinado, afecto a los asados y a los cuentos, siempre vivió su militancia con pasión.

No paraba en su casa. Salía temprano a la mañana y regresaba a la noche, cuando regresaba. Ni cuando estaba en su hogar dejaba de hacer política. Allí se reunía con sus compañeros de UTA y con dirigentes de otros gremios.

Después vendrían las persecuciones y los traslados precipitados de una casa a otra, lo mismo que vivió Agustín Tosco.

Una vez viajó a Puerta de Hierro para hablar con Perón. Conversó con su líder y al despedirse le dijo: “General, si usted quiere volver va a ser bienvenido… los obreros lo estamos esperando”.

El adiós del pueblo, el adiós de Tosco

Una multitud le dijo adiós y acompañó los restos de Atilio López desde su modesta casa en barrio Empalme hasta el cementerio San Jerónimo. Sin exagerar, fue una de las últimas y postreras manifestaciones de los cordobazos de otros tiempos. El discurso de Tosco en el cementerio fue memorable. El Gringo despidió por última vez al amigo y compañero de tantas jornadas de lucha, al militante de tantos plenarios clandestinos. Lo despidió al “Negro” y de alguna manera, sin saberlo, se estaba despidiendo a sí mismo, ya que el 5 de noviembre de 1975 morirá en la clandestinidad, enfermo y sin poder acceder a la atención médica necesaria.

El asesinato de Atilio López comenzó a marcar el fin de una época de imborrables hitos para la clase trabajadora de Córdoba, que se cerró definitivamente con el fallecimiento de nuestro compañero Agustín Tosco. Pero ahí nomás se iniciará otra etapa heroica del movimiento obrero a nivel nacional, la de resistencia contra el plan genocida de la última dictadura.

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