Quedó claro: la candidatura de Miguel Del Sel fue la de la no política y hasta hubo fiestita en el pelotero al cierre de los comicios. Pero, al igual que un globo sin nudo –de esos que abundan en los cotillones- su proyección electoral se fue desinflando a medida que se conocía que el PRO (Duhalde+Reutemann+Venegas+desencantados con el PS) no había ganado ninguna intendencia y era tercero cómodo en diputados y senadores. Sin embargo, los votos cosechados – nunca un verbo mejor que éste- por el hombre del espectáculo con negocios privados en el agro, plantean otro tipo de cuestiones.

Se ha sostenido, en defensa del derecho de Miguel Del Sel a participar como candidato, que no es un demérito ni un obstáculo no provenir del mundo de la política. Dicho así suena bien, pero la afirmación oculta –con o sin intenciones, poco importa- uno de los grandes problemas de la Argentina contemporánea: la crisis de la representación.

¿Qué es el mundo de la política? En diciembre de 2001, la pregunta era respondida con el clamor de que se fueran todos los políticos y no quedara ni uno. En abril de 2003 la respuesta fue otra, pero exigua: el 24% del electorado se inclinó por Menem y el 22% por Kirchner. A partir de allí, la noción de la política se fue reconfigurando en torno a indiscutibles logros estatales; la política volvía a aparecer como lo que alguna vez había sido: vehículo indispensable para los cambios. Esta revalorización de la política, sin embargo, no se tradujo en mayor protagonismo ciudadano. Por el contrario, la política siguió siendo sobreentendida como una actividad propia de especialistas y mucho más aún cuando la figura de Néstor Kirchner se agigantaba frente al mediocre desempeño de sus adversarios. El fuerte liderazgo de Kirchner, al tiempo que posibilitó avances significativos en cuestiones que hasta poco tiempo atrás parecían imposibles, reafirmó como evidencia –en amplios sectores de la sociedad- la percepción de que la política es cosa de entendidos. De hecho, cuando se habla del mundo de la política, se habla de eso: un territorio que sólo puede ser explorado por quienes acrediten experiencia en el oficio. La política como oficio, insensiblemente, es la negación de la política, pero esta negación no se produce, en la más amplia percepción social de sus fundamentos, sino como negación de la negación: qué mejor que un no político para cuestionar a un mal profesional de la política. En cambio, los profesionales de la política, reaccionan de otro modo y actúan en consecuencia: qué mejor que un buen profesional para oponerse a un mal profesional de la política.
El trasfondo de estas falsas alternativas es la opacidad de los partidos políticos, consagrados ya como meros instrumentos electorales y vaciados enteramente de la función primordial de nuclear, en términos de identidad política, participación y protagonismo, la voluntad de cambio de los ciudadanos. En el límite, la crisis de la representación redujo los partidos políticos a una boleta electoral, entera o cortada el día de los comicios, pero una boleta que, para colmo, desaparece junto con el ciudadano que la deposita en el interior de la urna.

La existencia virtual de los partidos y la autolimitación ciudadana vienen siendo, en Santa Fe y en la Ciudad de Buenos Aires, el andamiaje sobre el que se monta el poder de convocatoria de un proyecto inequívocamente restaurador. No es la vieja derecha cerril; es una nueva derecha, con fuertes ramificaciones en el agro, las finanzas y la industria, que pretende armar un contraconsenso fundado en el fracaso de la profesionalización de la política. Es cierto que la cantidad de votos que recibió Miguel Del Sel son, por un lado, expresión del descrédito de la gestión provincial del PS y desconfianza de la proyección nacional de éste ante la compulsa de octubre. También, pero por otro lado, hay impugnación a la candidatura de Agustín Rossi, proveniente de los sectores sociales identificados con Reutemann y Duhalde (que trabajaron arduamente para canalizar esos votos). Sin embargo, no es menos cierto que la "no política" que expresa Del Sel -como Macri en Buenos Aires- es la ideosincrasia aggiornada del "déme dos"; el viejo sentido común apoyado en el "no te metás" o en el "por algo habrá sido", sólo que ahora resignificado en clave de un modelo de dominación que remite a la comunidad de negocios de los años ’90. Esa idiosincrasia, resurgida paradojalmente con los tiempos de la bonanza económica, atraviesa a diversos sectores sociales y, como tal, es el caldo de cultivo, la “ideología de apoyo” sobre la que la restauración conservadora procura recuperar el control político del Estado, perdido notoriamente desde 2003, para que vuelva a funcionar como garante exclusivo y excluyente de sus propios negocios.

No será subestimando a estos componentes el modo más apropiado para entender y superar estas circunstancias, como tampoco lo será insistir en un modo de construcción política en el que el protagonismo ciudadano quede, por una razón u otra, relegado a un segundo plano mientras su lugar es ocupado por experimentados o nóveles profesionales de la política.
Como sea, ambas consideraciones sólo le caben a quienes, con honestidad, viven esta época histórica como un tiempo de cambios favorables a las grandes mayorías y absolutamente adversos a una minoría poderosa. Para esta última, en cambio, las recomendaciones las proveyó el columnista Martín Rodríguez Yebra, del matutino La Nación, quien a propósito de los reveses electorales del kirchnerismo las tituló “El riesgo de celebrar caídas ajenas”, anticipándose así al triunfo de Cristina en octubre.-

(*) Sociólogo, Conicet. 27 de julio de 2011. ARTÍCULO PARA BAE

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