Resulta imprescindible salir de la anécdota descriptiva o la especulación política sobre la posible fractura de la CGT.

Hablemos del movimiento obrero organizado como motor fundamental de los cambios económicos, sociales y políticos en este país, o mejor dicho, de su inédita ausencia en la planificación y realización de estos cambios

La impresión de que el Poder Ejecutivo encarnado en nuestra presidenta se sitúa más de una vez por delante de lo que la sociedad reclama y está dispuesta a sostener, tiene sin duda un basamento de carácter fáctico. Basta con recordar la recuperación de los fondos de las AFJP, el matrimonio igualitario, la política de hidrocarburos con la recuperación de YPF, la Asignación Universal por Hijo o la propia política de Derechos Humanos, para pensar que, si bien todas son problemáticas sentidas por importantes sectores sociales, el peso específico que estos representan no hubiera bastado para poder hacer realidad estos grandes logros. Más allá de las relaciones de fuerzas, lo que sin duda queda de manifiesto es la ausencia de los trabajadores organizados, en estos y en otros hechos de la agenda política. La crisis de las organizaciones obreras en general es un reflejo de su falta de presencia en la vida nacional, su no participación en definiciones fundamentales que han cambiado la vida de los trabajadores que representan.

Parece ser que nuestro papel como dirigentes sindicales sólo se limita a reclamar salarios (y esto no quiere decir que no tengamos que reclamarlos) pero así como nos plantamos ante las empresas y generamos un plan para conseguir mejoras para todos nuestros compañeros, por qué no tenemos un plan para conseguir la restitución de los aportes patronales, o impulsar una reforma impositiva que instale un impuesto más justo, ya no a las Ganancias si no a la renta donde paguen más los que más dinero obtienen. Pero no basta con decir lo que debería ser, hay que generar la fuerza social que permita imponer los cambios, porque lo cierto es que estos van a ser resistidos con uñas y dientes por un sector de las sociedad profundamente minoritario pero indudablemente muy poderoso.

¿No deberíamos las organizaciones obreras estar coordinando con nuestros pares latinoamericanos las formas de enfrentar la crisis mundial con medidas económicas políticas y sociales unificadas para toda la región? Dar vida al Banco del Sur, realizar obras de infraestructura que nos permitan cambios estructurales de fondo o salir de la dependencia del dólar para comerciar entre nosotros. Sin lugar a dudas estamos hablando de la necesidad de un programa desde los trabajadores y a escala regional.

Hasta tanto no podamos pensar y actuar en este sentido y dejemos de plantarnos ante el gobierno como si fuera una patronal más, no saldremos de esta crisis.

Pensar una estrategia común unificará a los trabajadores, los intereses del conjunto son por definición contrarios a la mezquindad y el corporativismo. Proclamar la unidad sin definiciones es, en el mejor de los casos, una actitud voluntarista .

Con un programa y la fuerza social para respaldarlo el gobierno escuchará y cumplirá el papel que ha venido cumpliendo hasta el momento

Claudio Marín es secretario general de FOETRA e integrante de la Mesa Nacional de la CTA

Publicado en Tiempo Argentino

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