Al día de hoy, todos los encuestadores dan como protagonistas de la segunda vuelta electoral porteña a Daniel Filmus y Mauricio Macri. Por su parte, los escribas del poder no cesan de lamentar el temprano retiro de la candidatura presidencial del actual jefe de gobierno de la Ciudad.

La centroderecha –dicen- se ha quedado sin referente y justo cuando los votos obtenidos por Miguel Del Sel, el cómico, evidencian la potencialidad de ese electorado. Razones no les faltan para el lamento aunque una esperanzita todavía alienten: el alternativismo a ultranza de los líderes de Proyecto Sur.

Los primeros dichos de Jorge Selser, el compañero de fórmula de Pino Solanas, indujeron a pensar que Proyecto Sur se avendría a discutir las condiciones de su apoyo a Filmus en caso de que éste llegara a la segunda vuelta. Sin embargo, Selser fue contradicho de inmediato por Solanas y, al cabo, él mismo salió a aclarar que una cosa era hablar con amigos y otra muy diferente coincidir políticamente con ellos. Lo que quedó de esos dimes y diretes es la sensación de que Proyecto Sur, así Filmus y Tomada lleguen a la segunda vuelta contra Macri, apenas si dejará en libertad de acción a sus votantes. Apoyo, lo que se dice apoyo, nada.

Si esta situación se toma como un gambito de la estrategia electoral, es decir, una ratificación a ultranza de la intangibilidad del esquema inicial para reunir la mayor cantidad de votos posibles en la primera vuelta, vaya y pase. Después de todo, la evidencia aceptada es que habrá segunda vuelta y, en función de ello, es legítimo que cualquier contendiente se apreste a ganar las mejores posiciones en el primer turno para, desde allí, encarar la gestión gubernamental como oficialismo triunfante o como oposición condicionante. Pero es sabido que las actuales diferencias porcentuales entre Macri y Filmus son exiguas para el escenario del ballotage y que la definición quedará en manos de una pequeña porción del electorado porteño. Siendo así ¿a qué juega Proyecto Sur?

A nivel nacional, la orfandad de las derechas –incluyendo a las eufemísticas centroderechas- pone a la disputa porteña en un nivel expectante. Un triunfo de Macri en la Ciudad lo convertiría en el mascarón de proa que hoy les falta para aglutinarse, para deponer sus propias miserias y temores y, con esa base, acometer la tarea de desgastar lo antes posible al tercer gobierno kirchnerista. Las ilusiones despertadas por el capo cómico santafesino se multiplicarían aun en distritos que, disciplinados por la avalancha kirchnerista, todavía hacen los deberes pero a regañadientes. De este modo, Macri estaría en condiciones de estructurar la oposición nacional pero, esta vez, desde una convergencia efectiva de afluentes que, por el momento, no tienen en dónde desaguar. Esta perspectiva incluye al mejunje Alfonsín-De Narváez que, como es notorio, carece de la fuerza y el predicamento para alzarse con la presidencia y con la gobernación bonaerense. ¿Es preferible esto a que el binomio Filmus-Tomada gane la Ciudad? ¿Qué porción del electorado de Proyecto Sur se entusiasmaría con un desenlace favorable a Macri?

Si se tienen en cuenta las festejadas intervenciones de Beatriz Sarlo en el programa 6 7 8, no desprovistas de simpatía por Proyecto Sur pero explícitamente adversas a Macri, es posible colegir que la fracción del electorado de Pino Solanas que se alborozaría con la derrota de Filmus no sólo es antikirchnerista –como Sarlo- sino de centroderecha sin cortapisas ni explicaciones intelectuales. ¿Puede una política de centroizquierda ignorar esto sin correr el riesgo de inmolar a casi todos sus electores en una aventura alternativista? ¿Puede llevarse la consigna del antibipartidismo al extremo de sacrificar la buena voluntad y la buena fe de los votantes de izquierda, o progresistas críticos independientes o como quiera llamárselos, en aras del regocijo del sector que votará a Solanas en la primera vuelta y que lo hará por Macri en la segunda?

Es comprensible que cualquier simpatizante o militante de Proyecto Sur –sobre todo a partir de las elecciones de 2009- haya cifrado sus esperanzas en la disputa presidencial del próximo mes de octubre. Y también es comprensible que haya tenido que redoblar argumentos y convicciones para sostener la declinación de Solanas a la confrontación nacional y conformarse con la aspiración porteña. No siempre las cosas son como uno quiere que sean, pero de allí a tener que aceptar que da lo mismo que gane Macri o que gane Filmus porque lo único que vale es lo propio, suena a demasía.
Si alguna chance tiene Proyecto Sur de mantener su perfil original y no implosionar, ello radica en una táctica electoral absolutamente contraria a la que pareciera haber elegido. Ya no tendrá la misma cantidad de votos que obtuvo en 2009 porque hoy las tracciones son muy diferentes de aquellas de hace dos años. Pero todavía puede conservar el caudal primigenio si, desde ahora, se expide como Beatriz Sarlo lo hiciera contra Macri. Una posibilidad entre tantas, es verdad, pero que le permitiría mantenerse a flote. En cambio, hay una que ni siquiera eso: es la que plantea que “después de mí” el diluvio.-

(*) Sociólogo, Conicet. 29 de mayo de 2011. ARTÍCULO PARA BAE

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