El estallido de una generación. ¿Podemos utilizar ese término? Algo hubo, los pueblos suelen acumular una energía subterránea, oculta entre las entrañas de sus propios sueños y quizás son como esa vieja metáfora del iceberg, que lo que se ve sobre la superficie del mar sólo es una ínfima parte. Lo importante está oculto.

Creo que ahora muchos se –y también nos– sorprenden de encontrarse con la nueva generación en plena efervescencia y participando de una manera propia, fantástica como se vio en los festejos del Bicentenario. Algunos atribuyeron el fenómeno a la penosa muerte de Néstor Kirchner.

El fenómeno remite a otra generación de jóvenes, los del ’73, los que soñaban y militaban, los que querían tomar el cielo por asalto, los que coherentes con sus sueños lucharon y murieron. Esa generación convoca desde el compromiso, desde los ideales de una sociedad más justa, desde la política del ejemplo y del despojo personal en favor de un proyecto para todos.

No hay duda que el 24 de marzo nos habla de todas estas cosas, no es posible entenderlo fuera de estos acontecimientos. Sin ellos no habría una nueva generación entusiasmada con la política, con la militancia y con el compromiso. Sin ellos no habría madres, abuelas e hijos pujando por la justicia, por la verdad y por la memorias. Sin ellos no habría juicio y castigo a los genocidas.

Los hijos que superaron la muerte, reencontraron su identidad y con ella su historia. Las abuelas con sus nietos recuperados en escala de toda una generación Esto es este 24 de marzo.

Los jóvenes protagonizando. Luchando por el empleo, por las condiciones de trabajo, por recuperar empresas cerradas para generarlo, en el contexto de un gobierno que lo facilita porque los convoca.

Esta generación de jóvenes que irrumpen en la vida política quieren ser protagonistas, no buscan la carrera política como realización individual, quieren remontar el terror para generar un espacio nuevo lleno de esperanza.

El sentido de esta fecha está enraizado con el sentido de la juventud. Los jóvenes de entonces y los de ahora. Unos y otros pujando por cambiar el mundo en la escala de su propio país. Ellos representan la generación que estuvimos esperando. Nuestra resistencia a la exclusión, la desindustrializacion y todo lo que trajo el modelo neoliberal estaba soñada para una generación nueva que llegaría y esa generación ha llegado. Kosteki, Santillán, Carlos Fuentealba, Pocho Lepratti, Mariano Ferreyra y muchos que fueron asesinados en estos últimos años resistiendo para que esta sociedad empezara a cambiar.

Pero hay que comprender la profundidad del cambio que estamos viviendo. Tenemos que abrir el horizonte y mirar todo el continente, tenemos que ver esta Latinoamérica diferente. Me viene a la memoria el encuentro en Mar del Plata, allí donde enterramos al ALCA. No sólo el vigor de la CTA que movió todo, puso todo porque comprendió que era un momento particular que se estaba dando.

Me viene a la memoria que junto al palco de los oradores estaba de pie, con una camperita azul, Evo Morales. Nadie soñaba en ese momento con que Evo iba a llegar a ser el primer presidente indígena de Latinoamérica. Estaba ahí con una camperita de plástico que le habíamos prestado porque hacía mucho frío. Y él estaba tan seguro de su futuro. Estaba Hugo Chávez y estábamos como pueblo. Cuento esto porque sería difícil comprender nuestro presente, nuestros pibes que ahora han salido como de la nada levantando las banderas históricas de los pueblos, el gran sueño de esta América nuestra, liberada.

Hay que pensar en los compañeros y compañeras desaparecidos. Por esas banderas fue que los mataron. Por esas banderas entregaron su vida. Y como la Historia tiene sus eslabones, como resultado de esa sanguinaria represión, desde allí, nacen las Madres, las Abuelas y todas las organizaciones de Derechos Humanos, incluida Hijos. Y fue una gran resistencia en soledad. Y tengo que decirlo, muchas veces, en las marchas –que fueron muchas– nos sentíamos solos, que éramos nosotros, por decirlo, los veteranos los que participábamos. Quedaba el hueco generacional.

Era un vacío grande, doloroso. Pero las Madres y las Abuelas no dejaron de marchar y luchar por sus derechos. Ni las organizaciones de los trabajadores dejamos de luchar por lo mismo. Creo que de esta historia, de esta resistencia que tiene su centro en 2001 y el pueblo en la calle, nace esta nueva alternativa. Nacimos a otra etapa. Después está la importancia del individuo en la Historia. Creo que hay individuos que tiene el privilegio de asumir y resumir las luchas de un pueblo. Pero esencialmente, creo que la construcción siempre tiene sus raíces en la tierra, en el pueblo, en sus banderas. Por eso, pensando en la nueva generación, la idea que puedo expresar es simple: Se lleno el hueco. Tenemos futuro.

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