La titular de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo dijo que fue “para sellar un compromiso, no para hacer un homenaje”, con el ex presidente Néstor Kirchner. Participaron viejos militantes y muchos jóvenes de La Cámpora y Kolina.

El discurso, breve y emotivo, concluyó con una consigna que era también un pedido: “Hagamos la historia hoy, porque si no la escribe el enemigo”. La voz de Hebe de Bonafini había temblado al recordar a Néstor Kirchner, pero enseguida recuperó su firmeza. Junto a ella, otras trece Madres de Plaza de Mayo. Como todos los jueves hicieron su marcha circular, pero ayer, por primera vez en los 35 años que pasaron desde la primera vuelta alrededor de la Pirámide de Mayo, estas mujeres abandonaron ese lugar histórico para llevar su liturgia a la remota Río Gallegos, cuna y sepultura de Néstor Kirchner. “El héroe”, como lo definió, al que quisieron homenajear a su manera: haciendo historia.

“Para sellar un compromiso, no para hacer un homenaje”, se corrigió Hebe, “porque los homenajes no me gustan y son póstumos. Néstor, vos no estás muerto, estás cada vez más vivo en cada uno de los pibes que está llevando adelante esta política increíble y maravillosa, nacional y popular. Vivís ahí como viven nuestros hijos”. A su lado sonreía Matías Bezi, diputado provincial de La Cámpora.

Alrededor de trescientos galleguenses se acercaron a la Plaza San Martín en una tarde de sol y poco viento. Más de la mitad eran jóvenes que agitaban sus banderas azules o celestes y blancas de La Cámpora (las había verdes, de la agrupación que conduce Alicia Kirchner, Kolina); pero también se veían familias, mujeres con sus niños, viejos militantes, como Juan Carlos Rosell, hermano de Pablo Rosell, uno de los cinco santacruceños desaparecidos durante la última dictadura.

Incluso el intendente de la ciudad, Raúl Cantín, marchaba, mezclado entre todos. “Es un orgullo enorme para Río Gallegos el reconocimiento de las Madres de Plaza de Mayo a Néstor Kirchner del que los santacruceños estamos orgullosos”, comentó, siempre en un segundo plano: no hubo una invitación formal para él. No la hubo, en todo caso, para nadie, pero Cantín decidió acudir, a diferencia del gobernador Daniel Peralta, cuya relación con la agrupación conducida por Máximo Kirchner pasa por un mal momento.

Una mujer de suéter celeste observaba la marcha. Se llama Liliana y un rato antes recordaba la primera vez que las Madres viajaron a Santa Cruz: “Las trajimos en el ’83, no bien empezó la democracia, con la Juventud Intransigente –contó–. Hablaron acá enfrente, en el Colegio Ladvocat, y éramos poquísimos los que fuimos”. Le brillan los ojos. “¿En primera fila sabés quiénes estaban?”, pregunta, y la sonrisa delata la respuesta. “Néstor y Cristina estaban.”

Alguien arengó: “Cantemos, chicos” y la barra comenzó a entonar una versión sui generis de un clásico. “Madres de la Plaza, Gallegos las abraza.” Abrazadas a una bandera que decía, en prolijas mayúsculas, blanco sobre azul, “apoyamos el proyecto nacional y popular”, las catorce mujeres encabezaban la procesión que daba una vuelta tras otra alrededor de la estatua de José de San Martín. Cuando la gente dejaba de cantar era una de ellas la que forzaba la garganta para contagiar entusiasmo. Hebe estaba con los lentes de sol sobre los ojos, agitando el puño izquierdo cerrado.

Roberto Arismendi fue secretario de Información Pública del Néstor Kirchner gobernador durante doce años. Pasaron los años, pero su rostro resulta familiar: aparece varias veces junto al ex presidente en fotos viejas. Ayer tenía, eso sí, los ojos vidriosos. “Me emocioné mucho”, dijo, mirando a las Madres. “Y yo que pensaba que era un duro. Yo me creía Steve McQueen –bromeó–. Debo estar poniéndome viejo.” No lo dijo sólo por las lágrimas: encontró, entre los rostros, muchos que no había visto nunca. “Eso es bueno, significa que no somos los mismos de siempre”, sonrió.

La marcha concluyó y Hebe quedó frente al micrófono. Los lentes oscuros ya no cubrían su cara. Hizo silencio unos segundos mientras el aire patagónico surcaba la plaza. “Es el viento. Es él. Como dijo Cristina, él se hizo presente acá”, comenzó de repente, de atropellada. “Néstor nos dejó un país para que nosotros, con nuestra responsabilidad, lo cuidemos y lo hagamos crecer, lento pero inexorablemente hacia lo que querían nuestros hijos”, agradeció a sus coterráneos.

El discurso no se estiró demasiado, pero hizo a tiempo de recordar también a Cristina, “esta mujer increíble y maravillosa, una fiera, una leona, una mujer inteligente, que está llevando adelante el proyecto nacional y popular”, y un mimo a quienes fueron sus anfitriones: “Los pibes que vienen atrás ya nos aseguraron que el puente está construido”, afirmó, levantando una ovación.

Con ese discurso quedó clausurada la visita de las Madres a Río Gallegos, que había comenzado un día antes, cuando visitaron los distintos lugares de la ciudad donde Néstor Kirchner creció y forjó su carrera. Fue, comentaban, “un viaje intenso, sentido y encantador”. Fueron escoltadas desde el centro de la plaza hasta la combi en la que se movían, como si los galleguenses no quisieran que se fueran. Sobre las baldosas, en el suelo, quedaron pintados de blanco, los pañuelos.

Nicolás Lantos para Página/12

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