Modificación de la denominación "Autopista Pedro Eugenio Aramburu", ruta nacional 9, por la de "General Juan José Valle". Un escueto comunicado, emanado de la sala de sesiones del Congreso Argentino, en Buenos Aires, a los veintisiete días del mes de noviembre del año dos mil trece, dice: “Designación de la Autopista Ruta Nacional 9, tramo comprendido entre la ciudad de San Nicolás de los Arroyos y la ciudad de Rosario, con el nombre de ’Teniente General Juan José Valle’. Sancionado. Es Ley.”

Es Ley. Eso hace pensar, que ese burocrático “es Ley” puede sembrar olvidos. Hay un cruce de dos nombres, mejor dicho, apellidos: Aramburu y Valle. A veces la historia tiene sus desatinos, hace jueguitos con destinos. Cuando Aramburu dio la orden, “a ese me lo fusilan”, no podía llegar a pispear siquiera que la vida no siempre te juega a favor. Que puede haber un fusilado que vive y otro fusilado que regresa de la muerte. La vida puede ser oscura, que te sepulta y luego hacerte oro y dar luz.

El regreso del fusilado

“Ahí, en ese rincón fusilaron a mi viejo”, dice la mujer. Lo dice desde un ventanal que da sobre la Avenida Las Heras; lo dice señalando un rincón de lo que ahora se conoce como Parque Las Heras. Espacio que antes ocupaba la penitenciaría que comenzó a ser demolida el 6 de septiembre de 1961 y la monumental cárcel pasó al olvido. Por eso resulta extraño ver una mano señalando ese espacio verde: “Ahí fusilaron a mi viejo”. Mi viejo era Juan José Valle y la mujer que habla es Susana Valle, la única hija del general y la última de su familia o amigos que lo vieron con vida. Yo tenía 18 años. Ahora han pasado los años, Susana Valle ya ha muerto. Queda la mano y su voz: “Ahí lo fusilaron”. Y una lagrimita que no se pudo evitar.

El golpe y la muerte

El 16 de septiembre de 1955 comienza una insurrección militar, autodenominada "Revolución Libertadora", contra el gobierno constitucional del presidente Juan Domingo Perón. El poder es asumido por un gobierno militar dirigido inicialmente por el General de División Eduardo Lonardi, removido poco después por Pedro Eugenio Aramburu quien asume el poder el 13 de noviembre de 1955. Como parte de la política de ilegalización del peronismo, el gobierno militar da de baja al general Valle. Perón pierde su nombre y apellido: es el tirano prófugo. Sólo así se lo puede nombrar.
El cadáver de Evita había sido secuestrado de la sede de la CGT. Por ley no se podía nombrar a Evita ni a Perón ni al peronismo, entre otras prohibiciones. Había sido anulada la Constitución de 1949, que daba rango constitucional a los derechos económico-sociales y había miles de presos políticos. Muchos militares peronistas son encerrados en el vapor-prisión “Washington”, anclado a varios kilómetros aguas afuera del puerto de Buenos Aires. Allí están castigados y aislados los generales Valle y Tanco, entre otros oficiales. Allí ellos comienzan a conspirar para diseñar un movimiento que exigirá el cese de la persecución al peronismo, la restitución de la Constitución de 1949 y la libertad a los miles de presos políticos. Esa es la génesis del movimiento que comenzaron a gestar con fuerza en el verano de 1956.

El Teniente General (post mortem) Juan José Valle, en 1956 encabeza una sublevación cívico-militar contra la dictadura militar autodenominada Revolución Libertadora que comandaba del Teniente General Pedro Eugenio Aramburu. Derrotado el movimiento, Valle es fusilado por orden de Aramburu, junto a otras personas que adhirieron al levantamiento. Por este acto algunos sectores han denominado a aquel régimen militar como "la Fusiladora". Pedro Eugenio Aramburu, no sólo fusiló a Valle; allí, el 11 de junio de 1956 fueron fusilados, a tiro de fusil Máuser 7,65 mm Mod. Arg. 1909, el suboficial Isauro Costa, el sargento carpintero Luis Pugnetti y el sargento músico Luciano Isaías Rojas.

Ahí, fusilaron a mi viejo

Es extraño, donde ahora vecinos del barrio se sientan bajo un árbol, o una muchacha toma sol, antes fue cárcel, y como para darle renombre, donde también fueron fusilados, el 1 de febrero de 1931, los militantes anarquistas Severino Di Giovanni y Paulino Scarfo, bajo la presidencia del facho general José Félix Uriburu. Estos milicos se la pasaron matando indios, gauchos, anarquistas y todo lo que se opusiera al modelo agroexportador de Martínez de Hoz y Roca. Bueno. No hay que enojarse.

En ese rincón fusilaron a mi viejo. A la madre de Susana, esposa de Valle, Aramburu no quiso atenderla, bajo la famosa y soberbia frase: “Diga que el presidente duerme”. Con Valle fueron compañeros de promoción, se conocían desde su juventud: Diga que el presidente duerme. El poder y la gloria no siempre caminan de la mano: El historiador Norberto Galasso contará que tanto Aramburu como Rojas, su vicepresidente, tenían información de la conspiración: que decidieron no abortarla para "dar un escarmiento".

Los fusilamientos estaban decididos por el gobierno de Aramburu. En la madrugada del 10 de junio, entre las 2 y las 4, se asesina a los detenidos en Lanús. Horas más tarde, en los basurales de José León Súarez, la policía bonaerense, a cargo del teniente coronel Desiderio Fernández Súarez le ordena al jefe de la Regional San Martín, comisario Rodolfo Rodríguez Moreno, que fusile a 12 civiles, de los cuales siete logran huir pero cinco mueren. Uno de los sobrevivientes, Juan Carlos Livraga, será el "fusilado que vive" que permitirá a Rodolfo Walsh reconstruir la historia: “Operación masacre”, se llama, como para demostrar que en este país la buena literatura también se escribe con sangre, de degollados o de fusilados, pero sangre.

Diga que el presidente duerme. Dicho un 12 de junio de 1956.

El Libro de las Mutaciones advierte “hay que tener más modestia cuando se está arriba que cuando se está abajo”. Aramburu no escuchó, tal vez no leyó o no sabía que el destino no siempre te juega a favor: en un comunicado del 1 de junio de 1970, la organización Montoneros informa que Pedro Eugenio Aramburu “fue ejecutado” el 31 de mayo de 1970. Y ahora, 43 años después de aquel fusilamiento, llega “Es Ley” y también llega la reparación histórica de Valle.

Ahí, en ese rincón fusilaron a mi viejo, repite la mujer. Lo dice, lo seguirá diciendo, porque la palabra tiene eso de eterno, mágico y triste y otra vez, cada vez, ahí fusilaron a mi viejo mientras señala un rincón del parque donde florece la gramilla.

Por Tabaré

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