El texto formar parte de la presentación que realicó el director del Instituto de Trabajo y Economía de la Fundación Germán Abdala, Juan Manuel Telechea, en el conversatorio Impuesto a las Grandes Fortunas en el que participaron Mara Ruiz Malek, ministra de Trabajo de la Provincia de Buenos Aires, y Hugo Yasky, diputado nacional y secretario General de la CTA de los Trabajadores.

El mundo atraviesa un momento bisagra en su historia y Argentina no es la excepción. El COVID-19 ha trastocado las relaciones sociales y económicas a lo largo y ancho del planeta, (re)confirmando la importancia de algunas cuestiones, pero también obligando a rediscutir otras. Con esta pandemia ha quedado claro que el Estado es el único actor con la capacidad de elaborar una respuesta articulada para enfrentar las crisis. De la misma manera, ha quedado claro que en la mayoría de los países su intervención fue para el bien de la sociedad, aunque algunos casos muestran que también puede ser para mal.

A raíz de esto, en el plano económico una de las discusiones más importantes que se está dando en todo el mundo es acerca del financiamiento que requieren las medidas de apoyo estatal. Es que en todos los casos se observó, en mayor o menos medida, la misma dinámica: una parálisis muy drástica de la actividad económica que llevó a la asistencia estatal por medio del incremento del gasto público pero que, a la vez, redujo fuertemente la recaudación del fisco. Así, la pandemia asestó un doble golpe a las cuentas públicas que llevó al súbito incremento del déficit fiscal y por ende a elevar las necesidades de financiamiento.

La gran diferencia del caso argentino es que ya venía de un proceso de endeudamiento insostenible que llevó a una reestructuración de la deuda, la cual todavía se encuentra pendiente de negociación. Esto anuló la posibilidad de obtener financiamiento externo y, al mismo tiempo, redujo las posibilidades de acudir al mercado local, por lo que buena parte se realizó directamente a través del Banco Central, vía la emisión de dinero. Es importante destacar que el riesgo principal que tiene esta estrategia es que puede desestabilizar al tipo de cambio (si parte de ese dinero se vuelva a la demanda de dólares), y de allí trasladarse a los precios. Es necesaria la aclaración porque el problema de la economía argentina no es la cantidad de pesos, sino la incapacidad de generar los dólares que necesita.

Acá, entonces, es donde se hace presente la discusión sobre el impuesto a la riqueza. En el contexto actual resulta una medida acertada, ya que por los motivos expuestos es imprescindible la generación de nuevas fuentes de financiamiento y, a la vez, provendría del estrato de mayores ingresos del país, es decir, el menos afectado por esta crisis. De todas maneras, el tema de los impuestos siembre genera debates en la sociedad y por eso es importante dar estas discusiones.

(Documento adjunto con la publicación completa del Conversatorio Impuesto a las Grandes Fortunas organizado por ATE Verde y Blanca provincia de Buenos Aires y la Fundación Germán Abdala).

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