A 101 años de su nacimiento, la presencia de Eva Duarte sigue entre nosotros sin perder nunca su frescura. Ocurre con ella algo parecido a lo del Che en Cuba y es que su figura se mantiene vigente como parte de las luchas del presente. Quizás la razón que más lo explique, en su caso, sea que la flecha que ella lanzó todavía surca el aire.

Eva fue la que le puso texto al peronismo combativo y la que le dio voz al movimiento popular que, desde entonces, nunca dejó de sostener su porfía histórica frente a los grupos dominantes. Estos a su vez, convirtieron su figura en el blanco de un odio de clases cuya descomunal intensidad sólo puede ser entendido mirando su reverso. Nos referimos a la devoción y el amor entrañable de su pueblo, que la hizo depositaria de esa forma colectiva del amor que sólo los que forman parte de la clase trabajadora son capaces de entender.

El “¡Viva el cáncer!”, escrito con letra exasperada en algunas paredes de los barrios opulentos, y el desconsuelo de millones de mujeres y hombres humildes, en el instante en que la temprana muerte les arrebataba a esa mujer que los había puesto como razón de ser de su lucha, constituye uno de esos momentos de nuestra historia en los que, lo que hoy se denomina la grieta, mostraba dos Argentinas en lugares opuestos.

Esas dos Argentinas irreconciliables tuvieron en Eva, tanto por amor como por odio, el símbolo de una beligerancia que persiste hasta la actualidad. En discursos memorables, Eva le puso palabras y convirtió en conciencia la rebeldía ante la opresión que, hasta ese momento, era aceptado como parte del orden natural. Y ahí está la razón de ser de la vigencia palpitante de esa mujer, de su obstinada frescura, de su permanencia en el presente de nuestras luchas como ícono de las juventudes pasadas, presentes y futuras.

Fue ella, la mujer parida hace 101 años -pero nacida el día que se plantó ante su pueblo para enardecerlo con un “¡Basta!” que todavía repercute- la que le dio texto inicial a la epopeya popular de los que siempre habían sido negados; la que le dio palabras a la indignación, a la rebeldía y a la voluntad de los oprimidos, todo lo cual y desde entonces, en la Argentina, expresa el peronismo.

Por eso, recordar a Eva no implica voltear la cabeza para mirar hacia atrás. Recordar a Eva es mirar el presente de las luchas de un pueblo que sigue confrontando contra quienes siembran este país de desigualdad y de pobreza. Eva es también el ícono de la lucha de las mujeres por sus derechos, en un momento en el que los grandes avances que están protagonizando las compañeras en esa disputa, sigue teniendo como emblema el rostro de esa joven mujer que llegó hace 101 años para ya no volver a irse.

(*) Secretario General de la CTA

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