Mañana se cumplen 52 años de la temprana muerte de John William Cooke. Como ningún otro dirigente de su época, él supo unir la experiencia obrera y popular del movimiento peronista con el linaje de la nueva izquierda revolucionaria latinoamericana nacida en la Cuba de Fidel y el Che.

Escapa a la intención de estas líneas historiar a Cooke. Aquí, de lo que se trata, es de rendir un homenaje a quien es preciso reconocerle un coraje intelectual tan alto como su propio compromiso militante en la acción directa. Varios -y muy queridos compañeros- cubrieron, desde distintos ángulos, la fulgurante trayectoria de “el Bebe”. Las obras de dos de ellos nos permitirán, en esta conmemoración, dejar un testimonio de admiración y respeto para que las actuales generaciones de militantes, y las venideras, encuentren en Cooke a una referencia ineludible.

Nos referimos a Eduardo Luis Duhalde y Norberto Galasso. El primero, compilador de las “Obras Completas” publicadas en 2007 por Colihue en cinco tomos, dedica uno de estos, el Tomo II, a la Correspondencia Perón-Cooke. El trabajo de Galasso, “Cooke, de Perón al Che. Una biografía política”, fue publicado por Ediciones Nuevos Tiempos en 2004.

En la presentación de la Obras Completas podemos leer una rápida sinopsis de la vida de Cooke encabezada por una frase de éste que dice así: “Cuando culmine el proceso revolucionario argentino, se iluminará el aporte de cada episodio y ningún esfuerzo será en vano, ningún sacrificio estéril, y el éxito final redimirá todas las frustraciones”. Y a continuación la reseña: “John William Cooke nació en La Plata el 14 de noviembre de 1919. Abogado y profesor universitario, con la llegada del peronismo al poder y con tan solo 25 años es electo diputado nacional en 1946. Su labor parlamentaria, signada por una solidísima formación cultural y por una mirada aguda de la realidad social y política, dará cuenta de su postura anticapitalista y antiimperialista. Su vocación militante lo lleva a fundar y dirigir la revista De Frente (1954-1956). En agosto de 1955, Perón lo nombra interventor del Partido Peronista de la Capital Federal, cargo en el que lo sorprende la Revolución Fusiladora. Así comienza su derrotero de luchador clandestino, prisionero político y exiliado. Confinado en 1956 en el penal de Río Gallegos -de donde se escapa- Perón lo designa su representante y sucesor en todo acto o acción política, reconociendo en él al único jefe para dirigir a la totalidad de las fuerzas peronistas. Se convierte, de hecho, en líder de la Resistencia Peronista. A partir de 1957, Cooke se exilia en Chile y en el Uruguay. En 1960, se encuentra en Cuba defendiendo la revolución. El 17 de abril de 1961, codo a codo con los revolucionarios cubanos, pelea en el combate de Playa Girón. Hombre de múltiples facetas ‘cumplió todos los papeles posibles que puede desempeñar un político salvo el de burócrata y corrupto: diputado nacional, prisionero, profesor universitario, periodista, exiliado, fugado, clandestino, conductor máximo del movimiento -por expresa voluntad de Perón- activista revolucionario, combatiente y teórico fundamental´, como lo definieron en homenaje a su memoria los miembros de una Unidad Básica que llevaba su nombre. Fallece, enfermo de cáncer, el 19 de setiembre de 1968”.

Norberto Galasso, a propósito de esa fecha dolorosa que hoy conmemoramos, en el Epílogo de su libro dice: “La circunstancia de que el mismo día de su muerte fuera reprimido el intento guerrillero de Taco Ralo, así como que apenas ocho meses después estallase el Cordobazo, vino a confirmar una de sus tesis. Desde 1955 se habían vivido fusilamientos, vetos, planteos militares, gobiernos títeres. Ahora, el gobierno de Onganía -con la ostensible participación del imperialismo norteamericano- imponía autoritarismo, clericalismo, entrega económica y redistribución de ingresos a favor de los sectores económicamente poderosos, a través de un proyecto de veda electoral. Frente a ello, sostuvo Cooke, no había más que dos caminos: acatamiento o subversión. A la violencia instaurada por las minorías, usurpando los derechos del pueblo, sólo cabía oponer la violencia de las masas.”

Norberto Galasso, en una pesquisa historiográfica apabullante, vuelve sobre el tema de la relación entre Cooke y la violencia. Cuenta, entonces, que el 2 de diciembre de 1964 se inicia en Madrid y se aborta en Río de Janeiro el llamado Operativo Retorno de Perón. Dos días después del suceso, Cooke debe dar una conferencia en la Universidad de Córdoba que tenía programada desde tiempo antes. Pero Cooke dedica toda su exposición al fracaso del Operativo y, en ese contexto, en la primera parte de la conferencia como lo señala Galasso, el “Bebe” dice: “La burocracia oportunista y el tremendismo revolucionario son dos expresiones de una misma concepción errónea (…) Ambas son concepciones no revolucionarias. Porque entre la no violencia del burócrata y la violencia sin base teórica y sin base moral del tremendismo, la única diferencia viene a ser la violencia, pero despojada de su carácter instrumental, transformada en inmediatez. Una acata la realidad tal cual es, mide la correlación de fuerzas y como evidentemente el enemigo tiene la máxima concentración de fuerza material, los tanques, las armas, el dinero, más el dinero y las armas del imperialismo, se resigna y busca que el régimen le de entrada con alguna porción de poder compartido: es el neoperonismo y todas las variantes de la burocracia reformista. Al mismo tiempo, el violento porque sí, el que se proclama exclusivamente como ´línea dura´, cree que esa correlación de fuerzas puede ser modificada por el mero voluntarismo de un grupo pequeño de iniciados; no aspira a un movimiento de masas en que la salida revolucionaria sea la consecuencia lógica y la dirección revolucionaria se convierta en la única posible, sino que aspira a constituirse como vanguardia del movimiento, caída de la estratósfera, para venir a decir las verdades reveladas de esa revolución sin fundamento doctrinario, sin base en la realidad, sin otro elemento que la pura demagogia del llamado a la violencia inorgánica y anárquica porque sí”.

En otro pasaje de la conferencia y subrayando uno de los conceptos que más ha venido elaborando, Cooke destaca que habrá algunos que dirán “que corremos el riesgo de convertirnos en un partido clasista. Nosotros sabemos, claro está, que en el peronismo no todos son proletarios, que en parte está integrado por sectores de la burguesía. Pero ¿quién ha dicho que porque el peronismo tenga una composición social policlasista, su ideología es también policlasista? Si hemos dicho que no ´hay tierra de nadie´ entre la ideología burguesa y la teoría revolucionaria ¿por qué el peronismo ha de resignarse a un policlasismo orientado por la ideología burguesa? ¿Por qué ha de someterse a los esquemas de su sector minoritario, el menos combativo y, sobre todo, cuando esa ideología es impotente para resolver los problemas de la comunidad argentina y de la Nación como Estado soberano? La ideología revolucionaria es la única que dará soluciones, no solamente para la clase trabajadora, sino también para los sectores de nuestra burguesía que tienen una función constructiva que desempeñar en las etapas de transición hacia nuevas formas de sociedad”.

Galasso recoge, una vez más, esta preocupación y señala que, apenas nueve meses después, cuando Cooke analiza la caída de 1955 remarca que en ese año “(…) el frente nacional antiimperialista que había llevado al peronismo al poder en 1945, se hallaba roto. Su programa ya no servía a todos los sectores que un momento habían coincidido. Nuestra burguesía aceptó al peronismo mientras cosechó beneficios. Cuando esto se hizo difícil, se volvió hacia el imperialismo. La lucha de clases se agudizó. El peronismo quería consumar su programa, pero el frente se había resquebrajado. Y no se volcaba hacia la derecha, como querían la burguesía y el imperialismo pero tampoco a la extrema izquierda, como lo reclamaba su base, la clase trabajadora. En el ´55, Perón ya no podía ser el jefe de un frente policlasista y no se decidía a ser el jefe del proletariado”.

Un mes más tarde, anotará Galasso, en octubre de 1965 y para la revista Extra, Cooke completará conceptualmente la búsqueda que había iniciado con apenas 25 años: “El programa del ´45 ya estaba agotado en 1955 y por eso cayó el gobierno. Las soluciones son hoy cualitativamente diferentes porque son otras las estructuras que hay que sustituir. Entonces había desarrollo burgués, nacionalismo burgués, evolución capitalista dentro de planes generales y encuadrados en un sistema de justicia social. Ahora, es la clase obrera la que debe tomar la vanguardia en el combate. Para ahorrar pesquisas ideológicas y despejar dudas: esa revolución será socialista, sólo puede ser revolución socialista…Será nacionalista porque revolución social y liberación nacional son una sola y misma cosa; será latinoamericana, como todos los movimientos independentistas del continente”.

Tres años después, John William Cooke fallecía en Buenos Aires y sus restos eran cremados en la Chacarita. Pero dejó un legado inmenso en términos políticos, ideológicos y, por supuesto, teóricos. Sus documentos de trabajo, la correspondencia con Perón y, en fin, todo su acervo bibliográfico, fueron guardados por su compañera, la también revolucionaria Alicia Eguren. Y si la dictadura genocida no tuvo acceso a esos papeles, tras secuestrar, torturar y asesinar a Alicia, fue porque manos solidarias continuaron con la custodia.

Nos queda el ejemplo inmenso de ambos, en particular a las nuevas generaciones militantes. Por eso, por el ejemplo, John y Alicia, siguen presentes. Ahora y siempre.-

(*) Secretario de Comunicación de la CTA

Portada del sitio || La Central || John William Cooke: genio y figura de un revolucionario