Texto completo de la conferencia magistral brindada por el Vicepresidente de Bolivia, en el microestadio de Ferro, durante el Foro convocado por CLACSO.

Muy buenos días a todos, saludar a todas las personas presentes acá. Este es un gran laboratorio de la esperanza continental y mundial. Los felicito que estén reunidos, que estén debatiendo, que estemos revisando crítica y autocríticamente las cosas que hicimos bien, que hicimos mal y nos estemos preparando para volver a luchar por las nuevas esperanzas de nuestro continente.

He escrito algunas cosas, un punteo para no correr el riesgo de decir algo que sea políticamente incorrecto. Soy una autoridad todavía y tengo que modular mi lenguaje, pero quiero decir mis verdades.

En la explicación que daba el compañero Monedero de la genealogía de la izquierda, diferenciemos la izquierda como una categoría sociológica, contemporánea, que permite diferenciar puntos de vista, actitudes, comportamientos y acciones de lo que sería el modo de convocatoria a la acción colectiva política. En algunos casos el modo de convocatoria de movilización apelará a la izquierda como hecho movilizador y otras veces no recurrirá a eso, no hay por qué criticarlo. Podrá recurrir a otra categoría: lo popular, la unidad, los ciudadanos, los pobres, los humildes y, en otras circunstancias, bajo otras trayectorias, la categoría de izquierda se convierte en un hecho de identificación política. Diferenciar la izquierda como un hecho de clasificación política en la investigación y la izquierda como un hecho de identidad política. Entiendo así las palabras de la presidenta Cristina el día de ayer cuando hizo sus reflexiones.

En general, llamar a la izquierda de manera simple. Se llama izquierda a las personas, a las colectividades, que luchan contra las injusticias sociales, contra las desigualdades, contra toda forma de dominación. Uno se ubica en el campo de la izquierda si lucha contra las desigualdades y distintas formas de dominación en la fábrica, en la familia, en el gobierno, en la escuela, en la universidad, en el campo, en la vida cotidiana. Si todo ese punto de partida es el de rechazar dominaciones, injusticia, estoy del lado de la izquierda.

Pero no solamente se les llama izquierda a quienes luchan sino también a quienes al luchar proponen algo y proponen la vieja trilogía que viene desde hace más de 220 años con la Revolución Francesa. Luchan por un tipo de libertad social en la que la vida política, la toma de decisiones, las relaciones personales se las pueda llevar adelante sin ningún tipo de coacción, luchan por construir igualdad de derechos y de oportunidades para todas las personas sin que intervenga el color de piel, el lugar de origen, la vestimenta, el idioma o la identidad de género y, fundamentalmente, luchan por una sociedad con solidaridad y comunidad en las relaciones económicas.

Libertad, Igualdad, Solidaridad, es Libertad en la toma de decisiones. Tomar decisiones sin coacción. Igualdad para que todas las personas, a pesar de todas sus diferencias, idioma, pieles, género, apellidos, tengan las mismas oportunidades y es una nueva forma de satisfacer necesidades materiales fundadas en la solidaridad, en la comunidad y en la mancomunidad.

En los últimos 10, 15 años en América Latina, se vivió una oleada de gobiernos de izquierda y hoy parece ser que esta primera oleada ha culminado y hay que ser fríos. Y hay que estudiar las condiciones de posibilidad de la primera oleada de los gobiernos progresistas y de izquierda en América Latina, las virtudes, los errores, los límites, porque hay que prepararse para la segunda oleada de gobiernos progresistas y de izquierda en América Latina.

Quiero resumir en ocho logros, seis dificultades, seis tareas, una esperanza. Ocho logros de los gobiernos de izquierda de los que tenemos que sentirnos orgullosos en la historia, con el vecino, con nuestros familiares y con la vida en la redistribución de la riqueza.

En América Latina, entre los años 2001, 2002 hasta el año 2015, 72 millones de personas salieron de la pobreza. En tiempos neoliberales 22 millones de personas entraron en la pobreza. Uno dirá que no es gran cosa. Si tienes las tres comidas, movilidad, no hay problema, pero la gente que no tenía para comer en la noche, que no tenía para pagar el bus para ir al trabajo, salir del esquema pobreza es un cambio radical en su vida y eso sucedió con 72 millones de personas.

En América Latina 94 millones de personas pasaron a la clase media. En América Latina, a diferencia de los tiempos neoliberales, donde las desigualdades se incrementaron, según el coeficiente de Gini, en 1% anual en los años 90 al año 2000, desde el año 2001 hasta el año 2015 el coeficiente de Gini de las desigualdades disminuyó 1 punto anualmente.

El 10% más rico de los latinoamericanos tuvo un incremento anual de su riqueza de 1.5% en promedio, en tanto que el 10% más pobre de los latinoamericanos tuvo un incremento del 10% de su riqueza anual durante esa década virtuosa.

Cuando me preguntan ¿qué significa ser de izquierda? Haber sacado a 72 millones de habitantes de América Latina de la pobreza.

¿Qué ha significado ser progresista, ser populista, ser izquierdista, ser socialista en América Latina? El fortalecimiento de los sindicatos y de los múltiples movimientos sociales. Nuevas formas de participación como el referéndum, democracia comunitaria, como las intersectoriales, como las movilizaciones sociales con efecto estatal que cambiaban o elaboraban decretos, leyes.

La democratización creciente de las relaciones personales y un impulso a la gestión del cuerpo en la que cada mujer es y tiene que ser soberana sobre las decisiones de su cuerpo. Los gobiernos progresistas han aprendido del movimiento de mujeres. Posiblemente muchos gobiernos llegaron a la gestión sin entender o con distancia, pues sobre la marcha tuvieron la flexibilidad y la sabiduría de abollar sus creencias iniciales, heredadas de miradas conservadoras, para tener una actitud de acompañamiento, no de dirección, porque la mujer no necesita ser dirigida, de acompañamiento a las luchas de las mujeres por sus reivindicaciones.

La izquierda ha significado en estos 12 años, nuevas formas de gobernabilidad. Hay gobernabilidad en los países, hay estabilidad en los países, no solamente con coaliciones políticas partidarias. Lo que hemos mostrado al mundo es que la gobernabilidad real, plebeya, que se construye es, mayoría parlamentaria, mayoría callejera. Se gobierna desde las calles, se gobierna desde el parlamento y la unidad de ambas da gobernabilidad a los gobiernos progresistas.

En cuarto lugar los gobiernos progresistas, las fuerzas progresistas, tuvieron la virtud de manera alargada en diez, veinte años previos o de manera concentrada, en meses o años previos a los grandes estallidos catárticos de la sociedad en América Latina, haber construido victorias culturales previas. Gramsci tenía razón: cualquier victoria popular política o militar requiere previamente victorias culturales, desarrolladas en los distintos ámbitos de la vida. En la Universidad, en los medios de comunicación, en el barrio, en la actividad cotidiana, en la familia, etcétera.

En quinto lugar, el progresismo latinoamericano ha resuelto sobre la marcha un debate que se va dando en el ámbito de la reconstitución de las izquierdas europeas socialistas o socialdemócratas radicales. El tema de la relación entre progresismo y libertad.
Por lo general los que venimos de las izquierdas de los años 60-70 traíamos una distancia frente al concepto de libertad que lo asociábamos al libre mercado o el egoísmo del interés personal. Sobre los hechos y sin mucha reflexión, el progresismo latinoamericano ha abordado este tema de una manera muy creativa. El respeto de las libertades republicanas: libertad de opinión, libertad de asociación, libertad de pensamiento, libertad de formar sin coacción, voluntad política nacional. Es decir, hemos sabido llegar al poder, transformar el poder mediante las elecciones y habremos de regresar nuevamente al poder una vez, otra vez y otra vez, mediante las elecciones.

Frente a una lógica del determinismo histórico en el que había un solo sujeto promotor del cambio y el resto de la sociedad era meramente acompañante sospechoso de la vanguardia, el progresismo latinoamericano ha tenido la virtud de promover, inventar, un conjunto de articulaciones sociales contingentes, plurisectoriales, multiidentitarias y pluricivilizatorias. Obreros, indígenas, barrios, jóvenes, mujeres, profesionales, campesinos, en una articulación plebeya en la que no hay un sujeto mandado a dirigir y a conducir al resto, donde el que conduce es fruto de contingencias, de habilidades estratégicas, de convocatorias, de construcciones discursivas, de narrativas movilizadoras, pero en todo caso no hay un sujeto de vanguardia, un único sujeto articulador. Las transformaciones y los bloques históricos son construcciones plurales, contingentes y flexibles.

En quinto lugar, y esto ha sido lo más dificultoso, pero se ha logrado en parte, es que una de las virtudes de los gobiernos progresistas latinoamericanos, es haber formado o haber impulsado formas alternativas de gestión económica, postneoliberales, no diría postcapitalistas. Ninguna revolución comienza planteándose el comunismo. La Revolución Rusa surgió planteándose el pan y acabó tomándose las fábricas, pero comenzó planteándose la pelea por el pan, por la libertad y acabó luego metiéndose a las fábricas construyendo soviets.

En América Latina hemos tenido la capacidad de ampliar los bienes comunes, tanto estatales como los sociales. Hemos tenido la capacidad de crear, de articular de manera selectiva, formas selectivas y puntuales de globalización, formas selectivas de protección y de mercado interno, que es un poco lo que ahora Europa, en su lado progresista, está intentando experimentar. Nuevas formas de soberanía económica, financiera, control de los bancos, bancaria, un banco central que controlaba su moneda, militar, no bases norteamericanas en el continente, y políticas: no embajadas extranjeras que definen el destino de los países.

En sexto lugar, como nunca antes, los progresismos tuvieron la virtud de impulsar políticas de integración y de soberanía continental. Una internacional progresista que permitió que América Latina pudiera preocuparse de sus problemas, definir sus problemas, ayudarse en sus problemas, sin esperar que el gobierno norteamericano, ni el FMI, ni el Banco Mundial, ni la Unión Europea, nos tuviera que decir lo que tengamos que hacer.

Hay varios otros elementos de los aportes del progresismo latinoamericano al mundo. Me voy a detener en estos ocho. Ahora quiero detenerme en los límites que hemos tenido, porque de los límites que tenemos y la conciencia de esos límites, comenzamos a superar esos límites en el sentido hegeliano.

Primer límite que hemos tenido y que tiene que ser la lección para futuro, para la nueva oleada: la sostenibilidad del crecimiento y de la satisfacción económica. Se puede llegar al gobierno en un momento de crisis, de apertura y de disponibilidad social, de frustración colectiva frente a políticas conservadoras con una propuesta, con una narrativa coherente del porvenir, pero para mantenerse en el gobierno no es suficiente la voluntad política. No olviden lo que decía Lenin: la política es economía concentrada. Y la clave en la sostenibilidad de un gobierno progresista radica en una buena gestión duradera de la economía. Crecimiento económico, redistribución de la riqueza, sostenibilidad del crecimiento y de la redistribución de la riqueza. A la izquierda, a diferencia de la derecha, o de los conservadores, un error en economía nos cobran hasta la vida. A la derecha, un error en economía se lo tolera. Es parte del sentido común conservador que se vuelve tolerante ante fuerzas conservadoras. La izquierda no tiene derecho a equivocarse. Es complicado, pero ni modo, de eso aprendemos para mirar hacia el futuro.

Un segundo elemento es la debilidad de las transformaciones del sentido común. Llamamos sentido común al conjunto de criterios morales, procedimientos lógicos, actitudes instrumentales que hacemos sin reflexionar sobre ellas. Desde la forma de sentarse, de comer, el lenguaje, la arquitectura del lenguaje que nos permite comunicar y crear sentidos compartidos con nuestros compañeros del barrio, con la familia, con los compañeros del trabajo. Es el conjunto de indignaciones y tolerancias morales que practicamos a diario. Es el conjunto de algoritmos de la vida cotidiana que automáticamente los disparamos, los ejecutamos sin estar pensando en que lo estamos haciendo. Como agarrar este micrófono. Puedo estar hilando mis ideas sobre la izquierda sin necesidad de preocuparme cómo se agarra un micrófono ni cómo tengo que mirar al público. Eso es el sentido común. Esos saberes, esa forma de ubicarse en el mundo. Esa forma de actuar automáticamente en el mundo; esa forma de valorar instantánea y espontáneamente el mundo, que no es natural, que es fruto del sedimento de lo que Marx llamaba la educación, el hábito y la tradición desde que tenemos un día de vida hasta que somos adultos, a eso llamamos el sentido común.

El sentido común había sido lo más importante en la política; en realidad, la política es una lucha por la conducción del sentido común y los gobiernos progresistas supieron estar en el momento preciso como fuerzas progresistas, con el discurso preciso en el momento en que un pedazo del sentido común se resquebrajó. Un pedazo del sentido común que asignaba a otros la decisión de las cosas de uno, que apostaba al mercado o a la globalización la satisfacción de las necesidades; que delegaba en personas, en partidos o empresarios, la solución del problema de los pobres, ese viejo sentido común se resquebrajó en un momento de catarsis social. En Bolivia, año 2001, año 2003, año 2005, Argentina, Brasil, cada país tiene su momento de catarsis social, en el sentido gramsciano que quiebra pedacitos superficiales del sentido común. Cuando se llega al gobierno uno cree que ese sentido común que lo catapultó a funciones estatales es enraizado. No es cierto. Lo que hemos entendido y comprendido que es el sentido común es más que estos aspectos circunstanciales de la catarsis social, que el sentido común es todo un sedimento conservador reproductivo, más que transformativo y que si los gobiernos progresistas no hacen un esfuerzo planificado, sistemático, en educación, salud, en la vida cotidiana, en la escuela, en los medios de comunicación, en los libros, en el teatro, en las gestualidades, en las relaciones interfamiliares, en las simbologías, en las formas de de unificación, en las formas de preparación, en el orden moral del mundo, en el orden lógico del mundo, para transformarlo, el viejo sentido común se volverá a reconstituir y se apoderará y desplazará el nuevo sentido común superficial.

De ahí la paradoja, que nos ha costado aceptar. ¿Cómo es posible que compañeros que salieron de la pobreza, fruto de las políticas progresistas, voten contra un gobierno progresista? Parece una traición, no lo es. Parece una inconciencia, no lo es. Hay que asumirlo como debilidad y lección. Hay continuidad en los procesos progresistas, en tanto satisfacen necesidades básicas crecientes, en tanto transforman y revolucionan ininterrumpidamente las pautas del sentido común conservador que gobierna el 90 o 95% de nuestros procedimientos cerebrales.

Tercera debilidad, tercera lección. No es posible un crecimiento económico, que sea a la vez un decrecimiento ecológico. ¿Cómo resolver esta paradoja? Crecimiento económico con protección ecológica, es decir, el horizonte de un socialismo ecológico se presenta en América Latina como un hecho inevitable en la siguiente oleada.

Fortalezas, debilidades, tareas.

¿Que es lo que puede pasar en el continente ahora? ¿Estamos ante el inicio de un largo repliegue del progresismo latinoamericano que va a dar lugar a una larga noche conservadora, neoliberal, racista, misógina, excluyente, neocolonial, o no? Hay que asumirlo con una frialdad siberiana. Estoy convencido que no y por lo siguiente. Estamos enfrentando una oleada conservadora, neoliberal, que tiene dos límites intrínsecos, es fosilizado y en sí mismo contradictorio. ¿Por qué es fosilizado? Porque el neoliberalismo que ha triunfado recientemente en algunos países de América Latina está repitiendo las viejas recetas que hace veinte años fracasaron y llevaron a esos países al desastre económico y social. No hay inventiva, creatividad, esperanza, es simple repetición, mal adobada, mal formulada, de viejas actitudes, decisiones, que ya fracasaron en el continente años atrás.

¿Por qué es contradictorio y enfermizo? Porque a diferencia de lo que sucedía en los años 80 cuando el neoliberalismo se presentaba ante el mundo como una esperanza movilizadora de pasiones, de adhesiones voluntarias, el neoliberalismo actual solamente moviliza odios y resentimientos, odio al pobre, a la mujer liberada, contra el trabajador alzado, contra el sindicalismo exagerado, que entorpece la acumulación. Es un neoliberalismo fundado en la negatividad y no en la proposición, no en la esperanza de mediano plazo, sino en el rechazo emotivo de corto plazo y eso tiene patas cortas.

En tercer lugar, ¿qué neoliberalismo? Resulta que los que hace diez o veinte años propugnaban el libre mercado, la libre empresa, las privatizaciones, hoy nacionalizan bancos, fortifican sus fronteras y se pelean contra la globalización y resulta que los comunistas que son dueños de empresas estatales son los propugnadores del libre comercio globalizado. Entonces qué. Los comunistas se han vuelto globalizados y los privatizadores se han convertido en proteccionistas. Tenemos un neoliberalismo fallido, de corto aliento y un mundo incierto. Se ha perdido el norte y el horizonte de las fuerzas de derecha.

¿Hacia dónde vamos a ir? ¿A hacer alianza con China y entonces hay que estatizar empresas, o vamos a tocar las puertas de Europa y de Estados Unidos que están pidiendo protección para sus mercados o están propugnando libre mercado? ¿Qué camino va a seguir América Latina? Un pedazo de uno, un pedazo de otro. No. Se ha agotado el combustible neoliberal. Lo que tenemos ahora es una especie de neoliberalismo zombie que sobrevive de sus viejas victorias y no logra captar el entusiasmo colectivo de la sociedad.

Soy un convencido de que esto se va a agotar. Que en vez de vivir una larga noche neoliberal hemos de vivir una corta noche de verano neoliberal y ahí es donde nos toca a nosotros reconocer lo que hicimos bien, lo que hicimos mal y prepararnos.

La izquierda tiene que volverse a preparar para tomar el poder en los siguientes años en el continente. Y esperemos que esta nueva oleada de gobiernos progresistas, que vayan más allá de la primera oleada, cuenten ahora sí con un apoyo de otros lugares del mundo. Miramos a España, a Inglaterra, a Francia, a Italia, miramos a todas partes del mundo con la esperanza que no nos dejen solos, de que la siguiente oleada pueda ensamblarse continental y mundialmente, que nos permita avanzar mucho más adelante los derechos y bienestar de la población mundial.-

(*) Transcripción y edición final de CTA Comunica.

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